Nadie nace corrupto. El proceso para alcanzar ese estadio tiene su ritmo y su tempo. Este aserto es válido para todas las ramas de la delincuencia. Billy The Kid y Bonnie and Clyde son casos excepcionales, de allí su encanto. Los adecos del 45-48 no fueron corruptos, se descompusieron después. A tal punto que el maestro Pietro alumbró el axioma según el cual “decir adeco ladrón es un pleonasmo”. Más exquisitez semiótica, imposible. El caso del autoproclamado y su “interinato” es de una precocidad vulgar, sin el carisma de Billy, Bonnie y Clyde. Y sin sus esféricas y ovarios. Apesta tanto esa corrupción neonatal que la misma derecha pide cuenta, desde Miami y Madrid hasta Cúcuta y Los Rastrojos. El mismo John Bolton cree que lo estafaron.