Al derecho y al revés | Los chavistas viejos

Diseccionan al chavismo como si de cirujanos se tratara

Advierto desde el papel que a veces me dan como “abridor de brechas”, por donde tiempo después otros pasarán, después del suicidio del presunto interino, quien quedó desnudo como sinvergüenza, pirata y ladrón, hay otros nubarrones que se están formando sin que el país sin élite caiga en cuenta.

Me refiero a los “chavistas viejos”, quienes a pesar de no haber participado en los golpes militares de 1992, porque siendo casi todos columnistas de los más importantes diarios de la época y profesores universitarios, condenaron “las asonadas” y solo comenzaron a firmar manifiestos en pro de “los militares presos” cuando algunos de ellos vislumbraron que, aun perdiendo Hugo Chávez la elección, podían hacerse de una curul parlamentaria.

Esta gente que es amiga en el sentido de que uno nunca los menciona y no les da pie para que nos apliquen la ley del hielo, que son buenos ciudadanos, pero que se quedaron atados a un pasado político cuyas raíces vienen del siglo XIX, andan furiosos con el Gobierno porque en la nueva burocracia no tienen cabida por no haberse renovado.

Seguro que son gente culta, pero no duden que en un programa de preguntas como los que se ven en las televisoras de cable saldrían raspados a la primera, porque su cultura no es la del “perro flauta”, que caracteriza estos tiempos.

Tampoco son capaces de mover votos, acostumbrados como están a que el Gobierno les reúna una pequeña multitud de aplaudidores, que reirán los chistes de estos chavistas viejos, los mismos que comentaban en la Cuarta cuando la izquierda venezolana era AD y la llamada ultraizquierda no llegaba al 3 % de los votos.

Sin embargo, andan furiosos porque “no los toman en cuenta” e incluso son capaces estos ciudadanos realmente honestos –como me consta– de rasgarse las vestiduras por Rafael Ramírez, a quien en vez de verlo como el funcionario que estafó a Pdvsa, lo recuerdan como el funcionario que alguna vez los ayudó.

El tema es que diseccionan al chavismo, como si de cirujanos se tratara, entre “chavistas” y “maduristas”. Sin darse cuenta de que los cambios al neoliberalismo del Gobierno son la consecuencia de lo que sembró el comandante Hugo.

Y que unos y otros sostienen las mismas ideas para gobernar, salvo que los tiempos cambian y así como la China, nominalmente comunista, después de las hambrunas de Mao, introdujo el siglo pasado variables de mercado, así el presidente Maduro ha tenido que liberar algunas trabas en la economía, porque ya Venezuela ni es rica ni lo puede ser en menos de una generación.

Pero esto no les entra en la cocora a los chavistas viejos. En los debates reclaman, sin ofrecer solución, “salarios dignos”, digamos que les permitan vivir al nivel de cuando ingresaron a la UCV como profesores hace medio siglo.

Y se molestan cuando uno les dice, desde el liberalismo pirata que uno practica, que un país cuya economía está tan pobre como para que nos comparen con Haití, Cuba y Honduras, no puede pagar salarios “dignos” salvo en bolsones de exportación cuya productividad sea superior a la de los países industrializados.

En otras condiciones, uno diría que estos amigos indignados, después de dos décadas de Gobierno bolivariano por los que ellos llamaron a votar, solo son parte del folclore de una sociedad que en medio de una crisis tremenda tiene una cuarentena de aspirantes y aspirantas a presidente.

Y dónde los políticos suelen engraparse la barriga para no engordar mientras el electorado enflaquece para compartir con los lectores un chisme que es verdad.

Todo eso es cierto, pero como “abre brecha” alerto:  estos chavistas viejos sin élan vital, pero con columnas en los principales diarios digitales y con programas de TV y radio, se preparan para ser trampolines de una presunta candidatura de Rafael Ramírez desde el populismo más ramplón, pero adornado con el manto de "chavistas”, y con mucho billete.

Con lo cual se puede dar por muerto el necesario debate entre el Gobierno y una oposición pro mercado e independiente tanto de Washington como de Moscú y cualquier otro polo de poder.

Lo que habría serían diálogos adornados de dimes y diretes, estilo “más ladrón serán ustedes, pero si me habilitan a mi choro, podemos llegar a acuerdos”, lo peor para el país.

 

 


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