Crónicas en bici: Papel cebolla. Parte II

 

“Me quedan sus recuerdos”, dijo Rami sobre la changa que salía de las cornetas en La Flor de Venezuela. Se supone que usted ya leyó la primera parte. Eran las diez de la mañana y no había toldo. Al rato, llegó Iván Pérez Rossi con su amigo ingeniero, un tipo de 82 años. Amigos desde la universidad, se hablan claro desde siempre y casi hacen que Rami se santigüe.

El cuarto o quinto autobús

Alí Alejandro Primera es un gran contador de chistes. Me permito, con la venia de, rememorar este, advirtiendo de mi absoluta falta de talento para ello, a pesar de sentarme, cuando me siento, al lado del doctor Roberto Malaver. “Un viejo está con una mujer joven. Se encuentran desarrollando lo que llaman algunas personas las artes amatorias y, de repente, al viejo se le escapa un peo. La mujer lo mira, sorprendida, y este le dice: ´a machete viejo, la cacha le suena´”. Disculpen, todavía me da risa. Daysi Gutiérrez viaja con su esposo Domingo, médico que recomienda la ingesta de cloruro de magnesio. Desde Simón Barbarito, de 13 o 14 años, serio, viendo todo desde esa edad en la mesa del restaurante de sánduches de pernil de La Encrucijada, accidentados esperando el otro autobús, el que iba rápido, que si por favor menos rápido, que por aquí es peligroso, que si este es el quinto o el sexto autobús que qué viaje este; Iván Pérez Rossi que se quedó dormido, a sus casi 80, estas generaciones de cantoras y poetas y músicos que se lanzan ese ida y vuelta, hay un camino que es el mismo en cualquier calle de Barquisimeto.

La bici, porque si no, no se llamaría...

El sábado en la noche estuvimos en la casa donde está el estudio que dice “Peligro, prohibido el paso”, donde se realizaron los planos de esas dos maquetas que dieron inicio a todo esto donde estamos. En una especie de ruta virtual, tal cual es usted, lector o lectora virtualísma, estamos en Barquisimeto, en la carrera 4 con calle 6. “Un buen día llega Fruto Vivas aquí a la oficina, y le plantea a Franco Gonnella la posibilidad de un proyecto: el pabellón de Venezuela en la Feria de Hannover, Alemania, en 2002. Necesitaban una maqueta para llevarla a la presidencia de la República. Eso fue en el último trimestre del año 99. Todavía están por allí los pliegos de papel cebolla donde Fruto hizo los primeros trazos de La Flor. Por 48 años, la oficina de ellos estuvo aquí. Vinieron a buscar la maqueta unos jóvenes oficiales, de Miraflores. Fue cuando tomé la foto que te mostré”. Francisco Apóstol narra cómo se hizo la segunda maqueta; las dos, con un velón en el piso que tenía el color de la canción de Amaranta en los ojos de Fidel. Apóstol declara luego de preparar una jarrota más grande que aquellas, las de Kool-Aid de jugo de lechosa, guayaba y otras frutas que no dijo. En su casa tiene limón y albahaca. Otro chiste de otro buen contador de, Luis Calderón, el compañero de Ana Cecilia Loyo, quien cantó junto a Amaranta la noche del sábado, cuando amenazaba lluvia pero no llovió. Bueno, ese no lo voy a contar porque de lo que se trata, es de homenajear a Fruto Vivas.

La Encrucijada

La Flor de Venezuela tiene su historia. Arrumada primero, puesta allá después, su estado actual es “en reparación”. No pueden abrir los pétalos; en medios, redes y paredes, la consigna o el grafiti es trabajar “de la mano con la empresa privada”; Daniel Dehrs patrocina la construcción de un espacio para los deportes extremos y la empanada redonda, tipo rueda de camión, que compré en esa calle desconocida, se quedó en el autobús accidentado en La Encrucijada, hasta que llegó el otro. Era de plátano, carne mechada y caraota. “Ser guara me encanta” es algo que no se lee en los muros de la ciudad. El patriarcado, “que va a caer, que va a caer, que va a caer”, según las mujeres que llevaron la propuesta de ley orgánica para la Asamblea Nacional. Mientras lo dicen, sus cuerpos se mueven armoniosamente hacia abajo. El movimiento hacia arriba, va junto con el feminismo, que va a vencer. Pero eso fue en Caracas. El patriarcado, decía, a veces encanta. Apóstol recrea el cuento de Fruto y la mata de parchita: “La parchita, en invierno, dio sus frutos. Fue uno de los tres pabellones más visitados. La estructura se la traen a Barinas, y estuvo allí en contenedores por mucho tiempo”. Guaro, Apóstol habla de Barquisimeto y de La Flor como conocedor. El Ministerio del Poder Popular para el Turismo, la gobernación, la empresa privada, las motos, el café, el servicio a las y los turistas, etcétera. Cerca de donde todos se toman la foto, por El Obelisco, murales del Caimán de Sanare, cuentacuentos. Para las cantoras y los músicos, que se quedaron en el hotel esperando el transporte, los tiempos son distintos. Cuando se paró Fidel a decirle que bajara la velocidad, el otro conductor le respondió que por ahí era peligroso ir más despacio. Entonces, uno que va y viene en tantos autobuses, va aprendiendo a caminar y no tropezarlo todo. En un descanso, no vi la guitarra y al mover la silla, se oyó el sonido gordo, opacado un poquito por la funda, cuando se estrelló contra el suelo. Todos callaron. Fui fulminado por la mirada de todos los músicos, todas las cantoras. Miguel Regalado pasó a mi lado sin mirarme, se agachó, recogió la guitarra y en silencio, la acomodó a lo lejos. Hasta que no lo vi tocando, no me le acerqué. Disculpe, maestro. Próxima entrega: Comerse la luz.

 

GUSTAVO MÉRIDA / CIUDAD CCS


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