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Es una lástima pensar que lo importante en la vida es formarse para generar dinero

Cuando era chama y me tocó elegir qué estudiar en la universidad, fue un sufrimiento. A mí me gustaba leer, escribir y quería viajar, así que pensé en Letras, pero mis profesores - sin excepción- me indicaron que escogiera algo donde "no me fuera a morir de hambre" o que "no desperdiciara" mis buenas notas en carreras de humanidades "sin futuro". A veces me pregunto qué tan deprimidos estaban mis docentes para desestimar así lo que era un amor real por las ciencias sociales y humanísticas, o qué tan dura era la vida profesional en estos campos como para que todos los adultos prefirieran recomendarme cualquier cosa que a sus ojos garantizara un trabajo estable y gris en alguna oficina.
 
La cosa fue tanta que hasta pensé en estudiar alguna ciencia básica, química, me dije, porque me iba bien con esa y no me era desagradable, pero de nuevo mis queridos maestros: "Ahh, pero eso es muy difícil y vas a terminar dando clases". Que un maestro te dijera que terminar dando clases era malo, ya me ponía en fuerte alerta, así que decidí no escuchar a ninguno. Estudié Periodismo, y digo periodismo y no "Comunicación Social" porque siempre me atrajo el viejo oficio, y en una forma en particular, la escritura, a pesar de la interesante y avasallante presencia de nuevas formas de comunicación. Lejos de desencantarme, conforme pasaron los años más cariño sentía por las letras, y, aunque el mundo laboral me llevó a desarrollar muchas otras facetas de la comunicación, lo cierto es que el centro de la alegría siempre terminaba siendo leer y escribir.
 
Es una lástima que se piense y se crea -tanto que eso enseñamos a los niños en la escuela- que lo importante en la vida es formarse para generar dinero, y más triste aún es tener que vivir bajo esos términos, sacrificando, entre muchas otras cosas, la necesidad creativa y aún la capacidad de imaginar actividades que, además de permitirnos sobrevivir, nos llenen de placer. Leí hace poco un cartel que lo expresaba bien: "La obligación de producir aliena la pasión de crear", y el sistema se encarga muy bien, no solo de obligarnos a producir, sino de hacernos sentir que es lo naturalmente correcto. Es esa lógica perversa la que llevó a mis seguramente muy mal pagados profesores de bachillerato a sugerirme olvidar mi pasión y habilidades humanísticas  "no rentables" en favor de cualquier actividad más lucrativa, sin importar lo miserable que podría haberme hecho dedicarme a hacer algo que no me gustara.
 
Es esa lógica la que lleva a millones de personas a no atreverse siquiera a pensar fuera del esquema de "hacer lo que sea" para producir y acumular. Esa es la lógica que pervierte los sueños humanos, y sustituye el placer real de la creación (artística, científica, inventiva) por el placer de tener dinero para gastar. Esa es la lógica que justifica a nivel práctico (no de discurso) la corrupción en todas sus facetas, puesto que si la meta final de la existencia es el dinero, todo lo que se haga para conseguirlo es válido, aún a costa de todo lo demás. Esa es la lógica que aniquila el alma y nos automatiza desde que somos niños y alguien nos dice que no deberíamos ser escritores, o pintores o comediantes, o filósofos; y contra esa lógica debemos plantarnos con nuestro mejor esfuerzo cognitivo y espiritual, poniendo la mente y el cuerpo al servicio del ser humano y no del capital, y permitiéndonos abrazar el amplio espectro de capacidades y posibilidades que nos ha dado la naturaleza.
 
Yo, por mi parte, sigo escribiendo aunque las posibilidades de hacerme millonaria con ello sean pocas, y esto es por que escribir me da gusto y felicidad, y además apoyo encarecidamente a cualquiera que sienta esa sabrosa compulsión de crear, no solo textos, sino cualquier cosa que exista dentro de eso que el escritor alemán Michael Ende describió como "el reino sin fronteras de fantasía".


Mariel Carrillo García
 
 

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