Gran parte de la experiencia humana, ha sido registrada por el periodismo, la historia y también por la literatura. Es así como nos encontramos con una serie de sucesos plasmados en crónicas, artículos, cuentos, novelas y hasta en mitos.
Son muchas las cosas que pueden afectarnos, lo que ocurre a nuestro alrededor o, incluso, aquello que pudiera estar aconteciendo en otra parte, nos puede conmover y hasta pesarnos, o si es algo que consideramos agradable o positivo, arrancarnos una sonrisa.
En todos esos escenarios de la emoción, la poeta se propone escribir un relato del sentimiento:
Me quedo en silencio ante el preámbulo de la noche,
merodeo, pienso en los amores no tan platónicos. Desvelo
mi epidermis, calmo mi insomnio. En mis sueños estoy
comprometida con un hombre que es un híbrido de varios,
lo honro y lo difamo. Me transfiguro y finjo ser ecuánime,
admito que no es mío entre crujidos dolorosos. Soy un hierro
impenetrable, no creo en la propiedad privada siempre y
cuando no sea el hombre con quien despierto.
Y en su mente se mantiene girando la voz y la imagen. Los elementos de lo vivencial trascienden hacia una estética del vacío, que intenta llenarse de tinieblas o luces marcadas de sombras:
Tengo intacto el rencor de la infancia, creció el cuerpo y no
el alma. Quiero destruir el sueño que me estorba, donde él
inclina su estatura y se traduce en tristezas. He intentado
descubrir donde habitan sus miserias. Aseguran que fui yo la
culpable como si el cuerpo está obligado a albergar la ira, he
conocido la muerte en un bostezo. Me aflige que la sangre
que me llena sea de ellos… yo no les pertenezco. No hay
linaje que me reconozca, cercenaron la infancia con intrigas.
No puedo restaurar la descendencia…
Ante aquello que afligió a su ser, Merimar Franco Farías propone condonar su causa, a través de una palabra desahogada en su breve poemario Tiempos bravíos, publicado por Ediciones Madriguera. Desde el principio hasta el final de sus sentidas letras, Merimar ejerce control de la aflicción y sus versos resultan en una terapia del juego poético:
El lenguaje no posee gravedad, pero cae justo en el alma
donde no hay para ofrendar silencio. El pensamiento se
llena de ruidos que lastiman. No se pueden ofrecer cenizas
cuando hay miedo, no logré ahogarme con mis manos
aquella madrugada. Tampoco hay ceremonia para el
desaliento.
La poesía de Merimar Franco Farías, es un reto a los acongojados recuerdos. En sus párrafos plenos de figuras retóricas nos muestra que retratar lo que duele es un acto de no contrición, donde estar en paz con nuestro propio corazón es enfrentar aquello que consideramos nuestros demonios:
Su alma tenía grietas despiertas. Lo elegimos tantas veces,
venía del llano, donde también habita una porción de los
Andes. Escarbaba la historia… Con el tiempo fue más que
una sombra, encendió los mapas, no hizo distancias… Él no
pertenecía a este tiempo. Los pactos de agresión no eran su
oficio, impugnaba la muerte, no se lucraba de insensatez, sus
ojos están detrás de los cerros y de los clamores. Su presencia
fue incomoda para las bestias, él se alejaba de los crueles,
su pecho fue el lucero de los pueblos. Y lo culparon tanto
que ya no tenían que preguntarle al verbo, y sin embargo su
muerte fue una herida colectiva.
Ricardo Romero Romero | @ItacaNaufrago | artedeleer@yahoo.com
Merimar Franco Farías
Venezolana. Ha realizado talleres literarios con Víctor Manuel Pinto, María Alejandra Rendón y Luis Alberto Ángulo. Estudió Educación mención Lengua y Literatura en la Universidad de Carabobo. Egresó en Idiomas, mención Francés en Funda-UC. Realizó diplomados de Neurolingüística en Fundacelag. Militante de izquierda en la plataforma socialista “Golpe de Timón”. Activista feminista.
Franco, M. (2017). Tiempos bravíos. Ediciones Madruguera.
Descárgalo gratis: http://www.edicionesmadriguera.com.ve/2018/03/libro-tiempos-bravios-de-merimar-franco.html