Estoy almado | La mutación en la especulación de precios

Está en proceso una especulación clasista. Es aplicada a quienes sí pueden pagarla

23/09/2023.- La especulación económica es vieja en el país. Dicen los expertos que su génesis se remonta a los vaivenes del rentismo petrolero, y en cada época se alimenta de las expectativas de ganancias de comerciantes y empresarios. Hoy la especulación sigue presente, tal vez en menor grado comparado a cinco años atrás, pero sigue ahí, como parte de nuestro ADN cultural.

Lo asombroso es el tipo de especulación que cada quien aplica según el medalaganismo del día. Es algo que fácilmente podría ser objeto de estudio antropológico. Por ejemplo, cuando le pregunto al plomero, tras culminar su trabajo, cuánto le debo, él me dice que le pague la "tarifa mínima". Por segundos me quedo como perdido. Entonces, en mi ignorancia supina, le pregunto cuánto es eso.

—¿Cuánto va a hacer? Veinte dolitas... —responde con una expresión facial que me hizo quedar como un desactualizado.

Por un momento me pregunté si había una suerte de barómetro de costos mínimos para un trabajo u oficio. ¿Cómo se calcula la tarifa mínima de una actividad en una economía tan distorsionada y deteriorada como la nuestra? Intentar utilizar la cifra del sueldo mínimo es una ociosidad, que, sin embargo, los empleadores (sobre todo del sector privado) sí utilizan para justificar que pagarle mensualmente a un trabajador entre $100 y $200 es un dineral si lo comparas con los $4 (Bs 130 al día de hoy) del salario legal establecido.

Por otro lado, uno ya sabe que algunos comerciantes, para justificar su propia especulación, se victimizaban a diario con la excusa de la reposición de inventarios: los pobrecitos se veían obligados siempre a aumentar los precios para cubrir la compra de la próxima mercancía, cuyo costo siempre subía —según ellos— conforme incrementaba el costo del dólar paralelo.

Hoy eso ha cambiado. Las mismas cámaras de comercios alegan que desde enero de este año el consumo disminuyó, por lo que los bienes y productos están rezagados; no han vendido como esperaban. La razón, obviamente, es la falta de poder adquisitivo de las grandes mayorías para seguir el ritmo especulativo aplicado por los comerciantes desde noviembre de 2022. Es imposible que vendieran más con la perversa práctica de subir precios de forma constante, mientras que los ingresos siguen estancados.

Ese nuevo panorama, al menos aquí en Caracas, ha generado una oleada de "descuentos", los cuales, en algunos casos, siempre he creído que son los precios razonables que siempre debieron fijar, pero que los inflaban por esa mezcla diabólica de viveza y especulación rampante. ¿O cómo explicas que la misma lavadora o ventilador valga 40% menos que hace un año? ¿O por qué los precios de las hortalizas y los huevos se estancaron? ¿Hubo más producción? No, la realidad es que ha habido menos venta y, para no perder la mercancía o tener flujo de caja, tuvieron que vender al precio real, con su respectivo margen de ganancia y sin especular con descaro, como antes ocurría.

Con esto no quiero decir que Venezuela sea un país libre de especulación económica. No, nada de eso. La especulación es como el covid; sigue entre nosotros, pero con menos incidencia y con variantes que pueden afectar gravemente a quien no se ha despabilado con nuestra cambiante realidad económica.

A pesar de que la especulación en apariencias ha recibido un freno, en el mercado todavía hay nichos propicios para ella. Todavía, por ejemplo, se cobran precios esquizofrénicos en el este de Caracas.

Allá los mecánicos pueden cobrar entre 30 y 50 dólares más por su trabajo porque "allá no les pesa la mano para soltar billetes", según contó uno de ellos. En tanto, un vecino planea rebuscarse vendiendo postres en el este, porque en otro lado de la ciudad no se puede vender tan caro como quiere. Pareciera que está en proceso una especie de especulación clasista, aplicada a quienes sí pueden pagarla sin andar agobiados para llegar a fin de mes.

Un técnico de ascensores de edificios residenciales me dijo que en la avenida Baralt cobraba menos que en Santa Fe. El motivo es que en el edificio de la Baralt tenía que esperar tres semanas a que el condominio recogiera los dólares para hacer el trabajo; en el otro, el monto se lo pagan de una vez en efectivo al precio especulativo que él fijara ese día.

Según él, esa situación le sugiere que a los de Santa Fe hay que cobrarles un poco más la próxima vez; mientras que a los de la Baralt hay que exigirles que recojan, al menos, el 40% del costo (ya rebajado) para empezar y no esperar tanto.

Estos casos cotidianos reflejan cómo se mueven las expectativas especulativas en Caracas. Dan cuenta de que el arte de especular en el país es tan cambiante que de seguro mañana lo dicho en esta columna será una mera especulación, ajena a otra realidad con precios distintos y otros modos de especular.

 

Manuel Palma


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