Arrimando la brasa | Democracia y derecho a crecer en paz
El concepto de democracia merece ser un elemento que se difunda en la escuela
La Asamblea General de la ONU estableció, desde hace unos años, que el 15 de septiembre es el Día Internacional de la Democracia, una particular fiesta que debiera ser motivo de júbilo para todos los pueblos. El hecho es que septiembre coincide en buena medida con este acontecimiento en varios lugares del mundo, incluyendo el llamado Grito de Dolores de los mexicanos.
La noción, el concepto de democracia, merece ser un elemento que se difunda en la escuela, que se maneje desde el momento en que los mismos niños comienzan a considerarse comunidad por su participación en colectivo, el formar parte por primera vez de un grupo, y progresivamente entender lo que ello significa.
Crecer es definitivamente un proceso, y lo más complicado está en ese aprender a conectarse con los otros, a saberse igual a muchos, a entender las normas de convivencia y la función de la lengua como elemento de comunicación.
Resulta curioso e interesante en demasía ver a los niños crecer y descubrir esos procesos, que no se dan solos, sin la participación de adultos que los guíen. ¡Y ay de quien no cuente con adultos que tengan claridad sobre el concepto de justicia colectiva!
Con alguna frecuencia, últimamente me he conseguido con adultos reprendiendo a niños en paso a la adolescencia (¿12 años?), y el modo en que pretenden convencer a estos de lo que supuestamente está mal en su comportamiento es tan brutal que provoca buscar en el instante a un policía para que se los lleve presos o les aplique alguna medida cautelar.
Duele ver a un joven preadolescente con el rostro inundado en lágrimas en plena calle, porque quien pretende “guiarlo” le da un pescozón y lo reprende en público por algún detalle de menor monta, en su trato con el hermano o compañero. Duelen esas lágrimas, que muy pronto se convertirán en alimento de inquina, resentimiento y, finalmente, en rabia intensa.
Cada vez es mayor la frecuencia con la cual presencio este tipo de circunstancias en plena calle.
Me quedo pensando si no debería haber un método falaz para evitar que algunos tengan hijos o crear una imaginativa escuela de formación para padres, que sea de orden obligatorio para todo aquel que pretenda serlo sin tener la más mínima idea de aquello en lo que esta tarea consiste.
Mucha gente se queja de las implicaciones del Estado en asuntos que atañen a la comunidad, y no pensamos en la familia como comunidad, donde desde ese núcleo pequeño o grande ya las normas o conductas pautadas determinarán tantas cosas como grupos humanos en versión macro.
Detrás del fascismo debe haber mucho niño cacheteado en público, mucho padre agresor descargando su descontento con la vida en los hijos. ¡Qué fácil es ejercer un acto de fuerza con quien está en total desventaja física! ¡Y qué fácil es igualmente acumular rabia y dolor de ese modo y convertirlo en resentimiento con orden futura!
Laura Antillano