Psicosoma | Invalidar emociones

26/09/2023.- Cada vez más nos hundimos en el reino de Tánatos con el culto al ego y sin la posibilidad de escuchar, de monologar con uno, de tener responsabilidad afectiva, sentir y hablar de las emociones a familiares o amigos, en casa o en el trabajo…

Es toda una dinámica social que involucra un mínimo de afectividad. Con respecto a la comunicación, debemos hacernos cargo de nuestros actos y sentimientos y su impacto en los demás, así como considerar los sentires del otro, tratando de comprender la naturaleza de sus acciones.

Es importante entender que somos prolongaciones, que una relación va más allá de uno mismo y que no se trata del yoísmo ni del narcisismo. Todas y todos estamos en continuas interacciones de estímulos como palabras, gestos, miradas, conductas visibles, palabras que no decimos o acciones veladas.

En clínica es usual tratar la invalidación de las emociones en mujeres y hombres solitarios que temen compromisos amorosos y evitan la convivencia. No es un rasgo de personalidad, porque las habilidades sociales y empáticas se aprenden y reaprenden para desarrollar la inteligencia emocional. Hay que aprender, validar, dialogar y escuchar.

Recuerdo a una pareja amiga: ella era psicóloga y pintora; él, filósofo y poeta. Ambos estaban divorciados. Vivieron en sus respectivos apartamentos durante décadas, en su soledad creadora. Se conocieron por tres meses y al cuarto se casaron. Así iniciaron un "infiernito" de película de terror tal que era casi imposible "terapearlos", y lograr acuerdos como los de no invalidar de entrada las emociones u opiniones del otro, o contar sus sentires, hablar y escuchar el proceso de los sentimientos de cada uno y las expectativas sobre la relación.

Ambas eran personas exitosas y de gran calidez humana que "aprovechaban" las visitas de fines de semana para descargar y hacer sus respectivas sanaciones. Luego retornaban a sus apartamentos a notar por qué la palabra "conducta" les molestaba, los traumaba hasta al punto de cometer agresiones, actuar con frialdad y practicar el chantaje emocional. ¿Por qué le removía el piso psicoemocional?

Hay que entender que nuestras acciones tienen consecuencias en la otra persona; que somos responsables de nuestro sentir y que no debemos culpar a la pareja de lo que se siente. No debemos evitar el conflicto ni huir a las primeras de cambio. El hombre y la mujer mencionados rompían los acuerdos afectivos y estaban esperando que el otro adivinara sus sentimientos, por lo que la comunicación se desarrollaba con medias verdades y fantasías que los desmoronaban. Esta pareja añosa se amaba, pero no se soportaba cuando estaban juntos.

El punto central fue cuando él emitió los disparadores adictivos y de placer a ella. Aprendió a evitarlos y se dio cuenta de los detonantes. Descubrimos abusos en su niñez que jamás habían salido del inconsciente para volverse hechos conscientes. Él iniciaba un juego perverso de seducción amatoria y la dejaba con cualquier pretexto, luego la agredía verbalmente por su voracidad sexual, llegando al punto de tildarla de ninfómana. Le molestaba que perdiera el autocontrol y ella se sentía más culpable.

El asunto era quién lo decía y por qué la maltrataba. La supuesta "gata borracha" se fue a otros techos a escribir cuentos para niñas y niños al darse cuenta de que su "gran secreto" no era nada del otro mundo. El amor propio y el autoerotismo la sacaban del poder y control del marido. Lamentablemente, durante ese proceso de cura perdió a su hijo en un accidente de carro y tuvo dos intentos de suicidio.

Estas situaciones de estrés postraumático la llevaron a cuidar al marido. Los "unió" esa muerte terrible. Luego, al año, ella desarrolló un cáncer de páncreas fulminante. Hoy en día el viudo vive en su torre de marfil, millonario por las pinturas, retratos y animales exóticos.

 

Rosa Anca


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