Historia viva | Terrorismo global ayer y hoy
04/10/2023.- La voladura de una nave de Cubana de Aviación por parte de un grupo de terroristas anticastristas en octubre de 1976 fue un suceso extravagante que no tiene otro calificativo que insanidad demencial organizada y que se corresponde con escuelas de formación militar y policial expresamente norteamericanas, aunque con antecedentes en escuelas de formación francesa desde los años cincuenta del siglo XX.
Los cubanos Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, junto a los venezolanos Hernán Ricardo Lozano y Freddy Lugo, resultaron ser los autores intelectuales y materiales del abominable hecho que la humanidad recordará por siempre, en tanto la malignidad de los hechos. En el avión viajaba una delegación deportiva cubana de 57 personas, entre entrenadores y atletas ganadores de medallas de oro en el Campeonato Centro Americano y del Caribe, realizado en Guyana en días previos, además de 11 guyaneses, 5 coreanos y 25 miembros de la tripulación.
¿Por qué tanto odio para cometer tan terrible crimen?
Primero hay que señalar que no se trata de simples hombres con problemas de conducta. Los dos primeros fueron miembros de la Agencia Central de Inteligencia y altos funcionarios de la Disip venezolana y desde antes (1967) eran nómina de los cuerpos de seguridad nacional. Los dos venezolanos también fueron funcionarios de la Disip y actuaron con directrices coordinadas desde EE. UU.
Se trata de un sistema ofensivo diseñado por la seguridad de Estados Unidos para generar terror y aplicar operaciones siniestras que intentaban impactar comunicacionalmente a las poblaciones, en especial de América Latina, sobre lo que podría ocurrir ante cambios o transformaciones sociales disímiles a los intereses de EE. UU.
Hoy podemos estudiar las cicatrices dejadas por tanto dolor infligido a millones de seres humanos, para establecer coordenadas de conocimientos sobre lo que se ha llamado terrorismo y para que nunca más hechos similares vuelvan a ocurrir.
Es indudable que el comportamiento de estos individuos rayó la racionalidad, pero eso no los eximió de un juicio que a su vez mostró cómo el sistema de justicia de entonces estaba comprometido con la corrupción y la extorsión. Abogados y jueces se "pelotearon" el caso en recusaciones continuas hasta que la jueza Delia Estaba Moreno remitió el caso a un tribunal militar por vía del Consejo Permanente de Guerra en 1977. El juez militar primero, teniente coronel Néstor Morillo, dictó auto de detención contra los implicados. Fueron recluidos en el Cuartel San Carlos de Caracas y en la Penitenciaria de San Juan de los Morros, desde donde organizaron las fugas posteriores con presunta complicidad interna. Finalmente, estos criminales se trasladaron a EE. UU., donde, a pesar de las aparentes medidas restrictivas desde el año 2001 contra el terrorismo, fueron protegidos por el gobierno de Washington hasta el final de sus días.
En términos históricos, actos terroristas como el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York en 2001 se mostraron como una variable terrorista con la que el gobierno de EE. UU. justificó la reactivación de una guerra de invasión en Irak, lo que mostró el comportamiento de los centros de poder por el control político-militar de un territorio y sus recursos, como sistema de dominación hegemónica, que es el asunto de fondo.
Hoy los terroristas siguen buscando "empleo", espacios y recursos para despojar y continuar como amenaza permanente, como método de guerra o conflictos criminales. Tal es el caso del tráfico de drogas ilícitas, otra variable que abate a pueblos como el ecuatoriano, donde el narcotráfico ha emigrado desde Colombia.
El terrorismo como doctrina tiene narrativas escritas; basta ver los manuales de asesinatos selectivos usados por la CIA, revelados por Julian Assange en 2014 y aplicados en Venezuela con frecuencia. A ello hay que agregar los contenidos inscritos en los manuales militares mercenarios producidos por agencias adscritas al Departamento de Defensa de EE. UU. y otras instituciones europeas, por ejemplo, que consideran la generación de miedo o terror como mecanismo ofensivo en las operaciones de guerra múltiple, cognitiva o las variaciones de estas, a veces ocultas y otras veces abiertas.
Del mismo modo en que el terrorismo se muestra como amenaza sobre la humanidad, existe una contraparte que resulta una oportunidad: la paz, que como doctrina ha sido asumida por los organismos multilaterales y por grupos de países asociados que realizan un contrapeso al guerrerismo y las amenazas del narcotráfico.
La doctrina de la paz tiene de fondo la justicia social, la equidad y la felicidad posible de los pueblos, y es una fuerza de carácter ético que constituye la única salida al caos capitalista enmascarado en la "bonanza". Hoy podemos distinguir perfectamente estos procesos como impostergables para el desarrollo y la búsqueda de la felicidad posible de los pueblos del mundo.
Aldemaro Barrios Romero
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