La No Violencia es como un puñado de sal
El modelo de lucha de Gandhi tuvo tal impacto que se eligió su natalicio, el 2 de octubre, como el Día Mundial de la No Violencia.
05/10723.- El 5 de abril de 1830, Mahatma Gandhi llegó hasta la orilla del mar Arábigo y tomó un puñado de sal de la que se producía en la localidad llamada Dandi. Miles de personas que lo acompañaban en la llamada Marcha de la sal (iniciada el 12 de marzo) hicieron lo mismo.
Con ese simple gesto estaban desobedeciendo la ley impuesta por el imperio colonial británico que se reservaba el monopolio de la explotación de este mineral. Había dado inicio formal a la era de la lucha no violenta, de la resistencia pacífica, de la desobediencia civil.
El líder de la independencia de India logró encaminar bajo este principio la lucha contra una de las más brutales colonizaciones de la historia, como lo fue la de Gran Bretaña sobre el gigante asiático.
La protesta no violenta tuvo el enorme mérito de ser la respuesta a una de las políticas más sangrientas que pueda imaginarse el mundo, incluso si se le compara con el Holocausto perpetrado por los nazis. Una de las peores facetas de ese genocidio fue la hambruna inducida en Bengala, que le quitó la vida a entre tres y cinco millones de habitantes; horrible desgracia que la diplomacia y la mediática occidental mantuvieron silenciada por más de 50 años.
Pero ese episodio no fue, ni por asomo, el único en el que se usó el hambre como arma de dominación del pueblo indio. Durante todo el período colonial británico, hubo 31 hambrunas que costaron 35 millones de vidas humanas, según datos que ya son aceptados incluso por las autoridades del Reino Unido.
El modelo de lucha de Gandhi tuvo tal impacto que se eligió su natalicio, el 2 de octubre, como el Día Mundial de la No Violencia.
Gandhi definió su filosofía (a la que llamó satyagraha) diciendo que "la no violencia es la mayor fuerza a disposición de la humanidad. Es más poderosa que el arma de destrucción más poderosa concebida por el ingenio del hombre".
La Organización de las Naciones Unidas, en su Asamblea General, el 15 de junio de 2007, aprobó este día internacional con el objetivo de "difundir el mensaje de la no violencia a través de la educación y la conciencia pública".
La resolución tomó en cuenta la relevancia universal del principio de no violencia y la necesidad de asegurar una cultura de paz, tolerancia, comprensión y no violencia.
La propuesta de este día internacional fue hecha por el gobierno de India y tuvo un amplio apoyo, demostrativo del gran respeto que tiene el mundo entero por la memoria del líder independentista.
De lo retórico a lo retorcido
Como pasa en casi todos los días mundiales aprobados por la ONU, su efecto práctico es bastante limitado. Los grandes poderes internacionales se suman retóricamente a estas celebraciones o conmemoraciones mientras, de manera hipócrita, siguen desplegando la violencia contra otros países o contra sus propios pueblos que luchan por sus derechos y por una sociedad menos desigual.
Verbigracia: las medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos y sus aliados producen también efectos devastadores (similares a los de las hambrunas) sobre los sectores más excluidos de los países a los que se dirigen estas represalias, que el sistema internacional tolera o condena tibiamente.
No satisfechos con contrariar con los hechos aquello que sostienen en los documentos diplomáticos, las potencias hegemónicas han dedicado grandes esfuerzos a tergiversar la doctrina de Gandhi y a utilizarla como arma en sus guerras multidimensionales.
Un ejemplo notable de esta manipulación es la obra del académico estadounidense Gene Sharp, que se convirtió en una especie de manual para los golpes blandos orquestados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), a través de los cuales han perpetrado las llamadas revoluciones de colores y la Primavera Árabe, y han intentado innumerables veces el "cambio de régimen" en Venezuela.
Cuando es utilizada por Estados Unidos y sus aliados, estas versiones deformadas de la política de Gandhi terminan engendrando monstruos como los gobiernos neonazis que tomaron el poder en Ucrania, luego del Euromaidan. Presentada por la maquinaria mediática global como una expresión de la rebeldía no violenta, fue en realidad lo contrario, al punto de degenerar en matanza de civiles y limpieza étnica en las zonas ucranianas con mayoría de ascendencia y lengua rusa.
Lo mismo ocurrió en Venezuela en los años 2004, con el primer ensayo de las llamadas guarimbas; 2007, con el movimiento de Manos Blancas, formado por jóvenes de clase media, que defendían intereses de la burguesía; 2014, con las manifestaciones violentas llamadas "la Salida", lideradas por Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado; 2013, tras conocerse el resultado electoral, cuando Henrique Capriles Radonski llamó a “drenar la arrechera”, con saldo de 14 muertos, incluyendo varios niños; 2017, con cuatro meses de disturbios sumamente violentos, que incluyeron quema de personas, destrucción de bienes públicos y vejaciones a los funcionarios de seguridad del Estado, como el uso de las supuestamente pacíficas “puputovs”.
Todos estos capítulos han sido presentados ante el mundo como protestas no violentas de la sociedad civil, como actos de desobediencia a una autoridad usurpada, pero fueron en realidad maquinaciones del poder hegemónico contra gobiernos legítimamente constituidos.
Si Gandhi estuviese presente, de seguro protestaría –pacíficamente, faltaría más- contra tan vergonzosas y criminales distorsiones de su doctrina, que tienen el efecto de disolverla, como un puñado de sal arrojado al agua.
Churchill, líder de la “Sí Violencia”
La lucha pacífica de Mahatma Gandhi tuvo como objetivo al imperio británico en su conjunto, que había impuesto el Raj, dominio directo sobre India. Pero, si se quiere presentar a una persona como antagonista del líder indio, ese individuo es Winston Churchill.
Primer ministro en dos períodos (1940-1945 y 1951-1955), Churchill nunca ocultó su desprecio por Gandhi, por todo el pueblo indio… y por la paz.
Sobre Gandhi, Churchill dijo que era “un fakir sedicioso que sube medio desnudo las escaleras del palacio del virrey”. Y respecto a la nación en general, expresó: “Odio a los indios, son una raza bestial con una religión bestial. El hambre que sufren es su culpa porque se reproducen como conejos”.
La decisión de dejar sin alimentos a Bengala fue de Churchill, quien ya antes había ejecutado acciones que pueden ser consideradas como genocidios y crímenes de guerra contra los pueblos de Afganistán y Grecia.
La historia escrita por los ganadores occidentales de la Segunda Guerra Mundial ha lavado la imagen de Churchill, hasta convertirlo en un héroe, un filósofo y un humorista. Pero su verdadera dimensión histórica es la del anti-Gandhi, el profeta de la “Sí Violencia”, un supremacista blanco que causó tantas o más muertes que el propio Adolf Hitler.
Paradójicamente –o tal vez no–, en algunos sondeos ha sido señalado como “el mejor británico de todos los tiempos”.
CLODOVALDO HERNÁNDEZ / CIUDAD CCS