Chavistamente | Peligrosi jugando con fuego
Los gringos jugando con fuego y China que no quiere, pero que sabe jugar
El 2 de agosto Nancy Pelosi Peligrosi surcaba los cielos mientras el mundo, sosteniendo la respiración, rastreaba el avión que la llevaba por los cielos de Asia, a modo de escoba voladora.
Con un profundo desprecio por la legalidad internacional, los mandatos de la ONU, los acuerdos bilaterales, la soberanía, la paz, la estabilidad mundial…, Pelosi, en el papel de policía malo, anunciaba su posible viaje a Taiwán, mientras Biden, policía “bueno”, decía que no le parecía prudente, que él desaconsejaba el viaje de la presidenta de la Cámara de Representantes, quien, convenientemente amparada en la “separación de poderes”, despegó en su escoba, con la oficiosa ayuda del Pentágono, sin que Joe puede hacer nada por evitarlo. Todo normal y democrático.
Y claro, los locos exaltados son siempre los demás. Por eso, antes de que Pelosi alzara vuelo, nos cuenta en The New York Times que “los Estados Unidos habrían instado a Pekín a no convertir el momento en una crisis”; que no es para tanto, Xi Jinping, que la integridad nacional y soberanía no es gran cosa al lado de un capricho de Nancy Peligrosi.
Y es que el país que se vende –y ya no hay quien lo compre– como adalid de la libertad, de la democracia, de la moral y las buenas costumbres, se siente con el sagrado derecho de ir provocando al mundo, buscando dónde y cómo hacer tambalear la paz, porque la paz y la estabilidad mundial son estorbos cuando se trata de proteger sus intereses, que no son los intereses de Billy o Jane en Milwaukee, sino los de las grandes corporaciones que cotizan en Wall Street, que no están sujetos a frontera alguna, sino que están regados milimétricamente por todo el mundo. ¡Y, bueno, qué se le va a hacer!, sino defenderlos a fuego y sangre –de otros, claro, de pobres siempre.
Solamente ayer, buscando referencias en las redes, me tropezaba una y otra vez con los cotidianos titulares de los abusos que cometen los gringos en Siria, por ejemplo, de donde roban el petróleo y los cereales impunemente, ocupando parte de ese país, al que le impusieron una guerra, porque sí, porque allá hay petróleo, porque allá no quieren obedecer y arrodillarse, lo que los convierte en un país peligroso y dictatorial.
Y aún arrodillados, lo que se dejan “torcer el brazo”, reciben de los Estados Unidos abusos, despojos, saqueos, mientras sus gobernantes se ganan, a cambio de su servilismo, una visa y un retiro en Miami, la ciudad de cartón, piedra y baba, pregúntenle a Colombia.
Pero no nos desviemos, que el problema es con China, que se levanta enorme, como de repente; porque occidente, siempre ciego de arrogancia, no miraba hacia allá sino desde su falsa superioridad; y China, con su paciencia y su sabiduría ancestral, hacía la tarea sin aspavientos y tejiendo un proyecto de país distinto a toda la basura que occidente ha pretendido imponerle al mundo, un proyecto de mundo distinto donde la cooperación, la solidaridad, los intercambios justos tienen lugares principalísimos. Ese otro mundo es posible y se está construyendo desde China.
China desnuda la podredumbre que occidente ofrece –más que ofrecer, obliga–. China conquista espacios, no para arrebatarlos, sino para hacerlos florecer en beneficio común. La política exterior de China no se impone a bombazos, sino con vacunas gratuitas, transferencias de tecnología, cooperación y complementariedad. Cuando China se acerca, nadie tiene miedo, solo, ¡claro!, los Estados Unidos y sus perritos que tiemblan ante el inevitable futuro ya presente.
Hoy, el decadente imperio de los Estados Unidos va dando tumbos y manotazos como un monstruo herido de muerte que, en su último arrebato de egoísmo, quisiera llevarse al mundo por delante en su caída y que todos acabáramos en el infierno que a él le depara.
Por eso, fuego en Ucrania, chispas en Kosovo, cenizas en Afganistán, Irak y Libia. Por eso, la bruja Pelosi rondando el cielo chino mientras agita una caja de fósforos con desenfado, con desprecio, un profundo desprecio por la paz y la vida. La verdad es que ellos no pueden amar la vida, porque ya están muertos.
Y nosotros, en este país pequeño y tan valiente, que ha sido declarado por los gringos como una amenaza inusual y extraordinaria –¡extraordinarios ciertamente somos!–, tantas veces bajo ataque y otras tantas tendida la mano generosa de nuestra hermana China, y uno se fija, sin necesidad de mucho esfuerzo, que todos los golpes vienen del norte, mientras el apoyo, el alivio, la esperanza viene del este. Los chinos malvados conquistan al mundo ayudando. ¡No se puede concebir mayor maldad!
China se levanta sólida, como un pilar principalísimo en este mundo multipolar que será, y eso hace temblar al hegemón, que sabe que ya no es.
Por eso, Pelosi Peligrosi se subió a su escoba, y segurito algún halcón deseó que se estrellara allá en el mar de China para encender el candelero, desesperación más que soberbia, o la mezcla de las dos, que es peor. Los gringos jugando con fuego y China que no quiere, pero que sabe jugar.
Carola Chávez