Palabras... | Los premios Nobel. Parte II
O la hipocresía política de un sentimiento de culpa
12/10/2023.- Fuera de tantos intríngulis, escándalos, crisis, apuestas y filtraciones, es de apreciar que el carácter inimaginado, aberrante y extravagante de los premios nobeles va a depender también de la visual geopolítica, influencias del poder global y las tendencias, normalmente de derecha, que presionan y condicionan al premio en general. De ahí que su consistencia o inconsistencia igual se filtra con los años, desvaneciendo los argumentos usados para seleccionar o haber sido seleccionado. Ya se ha constatado, en muchos casos, que los méritos del individuo premiado, su conducta personal frente a la sociedad que representa, su respeto por la justicia y su comportamiento solidario adecuado y esperado socialmente, en muchos casos ha sido postulado o escogido como el mejor ardid, que se ha ido lacayando, lucrando y corrompiendo con el pasar del tiempo.
Centroamérica
A saber, Costa Rica, a través de Óscar Arias, presidente del país durante los períodos 1986-1990 y 2006-2010, obtiene el Premio Nobel de la Paz en 1987, por su participación en los procesos de paz en Centroamérica, bajo la conducción y orientación interesada del gobierno de los EE. UU., que no podían contener los conflictos armados revolucionarios de la región, donde estaba siendo vapuleado el proyecto de control Monroe: América para los Estados Unidos...
En 2019, la doctora y activista antinuclear de 35 años, Alexandra Arce von Herold (quien no reclama indemnización monetaria alguna), acusaba de manera formal al famoso expresidente de Costa Rica, Óscar Arias, por agredirla sexualmente. A partir de esta denuncia ocho mujeres más lo acusaron, entre ellas una reina de belleza. Ha quedado expuesto a prisión de diez a dieciséis años, en caso de ser menor de edad alguna de las personas ofendidas, y no vence, ya que en Costa Rica las investigaciones no tienen plazo y la ley determina que los casos se dilatan el tiempo que lo ameriten, y más si se trata de que caduquen a conveniencia de un presidente o ex.
En agosto del año 2018, la Fiscalía General de Costa Rica también acusaba al expresidente y premio nobel de la Paz, Óscar Arias, por un caso del año 2008, cuando era presidente de la República, relacionado con el delito de prevaricato, faltar conscientemente a los deberes de su cargo, al dictar con premeditación una resolución, con plena conciencia de su injusticia, avalando permisos irregulares para explotar una mina de oro a cielo abierto, por parte de una trasnacional canadiense. Al final febrero 2019, un juzgado libera a Óscar Arias de este juicio por corrupción. La acusación de este caso contra Arias está registrada para siempre en el expediente 12-000124-0621-PE.
En el 2017, en Rosario, Argentina, con su bozal de mantenido y rabo de paja, Arias tomaba partido contra Venezuela enfrentando a otro premio nobel de la paz 1980, Pérez Esquivel, de trayectoria transparente y consistente, apegado a la solidaridad con los pueblos en lucha, cuando opinaba que Venezuela tiene un gobierno constitucional, pero Estados Unidos no quiere perder su poder sobre su patio trasero, por eso el hostigamiento. Allí dijo Óscar, el de Costa Rica, partícipe del desprestigiado Grupo de Lima, como peón tradicional de los EE. UU., en momentos de estar acusado por la Fiscalía costarricense por corrupción y acoso sexual a nueve mujeres en su patio trasero, que "hace rato que el gobierno de Venezuela daña a su pueblo" con "expropiaciones, libertades coartadas, inflación y crisis humanitaria" y que en Venezuela no había democracia, argumentando que Hitler también había llegado al poder por votos, y que el chavismo le había hecho mucho daño a su gente. Sin nombrar bloqueo alguno, dejando al pueblo venezolano a mansalva de una situación indefensa, acorralando al gobierno contra las cuerdas hasta que sálvese quien pueda y lograr socavar la revolución que el pueblo se dio.
Después de Óscar ser absuelto por un juzgado menor, y seguramente presiones de los injerentes Estados Unidos, que hilan sus decisiones, dijo un legislador costarricense independiente de Arias:
Para la justicia, esta es una deuda histórica. Si esto queda así, es una pésima señal para la ciudadanía, para la independencia de los poderes y para el respeto de la justicia. Aquí perdería el país, la República como tal; porque todos y todas somos iguales ante la ley, pero en el caso de cierta gente, que es defendida por intereses muy poderosos, la ley parece estar por debajo.
En nada ofuscó al flamante Óscar Arias que el Premio Nobel de la Paz en el 2018 haya sido por la lucha contra la violencia sexual y que fue entregado al congoleño Denis Mukwege y a la iraquí Nadia Murad por "sus esfuerzos para terminar con el uso de la violencia sexual como arma de guerra en conflictos armados".
La revista estadounidense Time había publicado una lista de punteros en ese mismo 2018, basada en los nombres que más sonaban en las casas de apuestas, ¿y a que no saben quién salía candidato a ganador? Donald Trump. El flamante presidente de Estados Unidos que tenía múltiples señalamiento de mujeres referidos a la violencia sexual, más de trece acusaciones durante la campaña electoral, sin que eso impidiera su llegada a la Casa Blanca.
Guatemala es el único país en Centroamérica con dos premios nobel: el escritor Miguel Ángel Asturias, que recibió el de Literatura en 1967, en los inicios del conflicto armado interno, y Rigoberta Menchú, el de la Paz en 1992, cuatro años antes de la firma de la paz en Guatemala, a finales de diciembre de 1996.
Aunque fue un premio a la literatura, es necesario ejemplificar aquí respecto a lo aberrante, a las confusiones y debilidades de los nobeles, a la infame tesis universitaria de Miguel Ángel Asturias —"El problema social del indio"— con la que increíblemente se graduó de abogado, bajo la mirada de las altas autoridades académicas de la Universidad de San Carlos, Guatemala. Publicada en 1923, plantea allí su pensamiento nefasto sobre el pueblo maya, tal vez convencido o influido por la época. No obstante a su vida en Europa, donde pasó muchos años y murió, donde su trabajo literario fue altamente valorado, tanto por la calidad como por sus historias bebidas de la fuente de la cultura maya, nunca se retractó de la tesis.
Aparte de que Asturias define al indio como enfermo psíquico y supone a los indígenas como necesitados de un apareamiento con la inteligencia del viejo continente para superarse, definitivamente lo que allí se dice, todavía hoy, al analizarse, es también brutal y desquiciado:
El indio es el prototipo del hombre antihigiénico; prueba de ello es la facilidad con que se propagan las enfermedades entre sus congéneres (…) El estancamiento en que se encuentra la raza indígena, su inmoralidad, su inacción, su rudo modo de pensar, tienen orígenes en la falta de corriente sanguínea que la impulse con vigoroso anhelo hacia el progreso.
Esto sentenció para siempre 44 años antes de ganar el Premio Nobel de Literatura, quien posteriormente diría en su discurso estar orgulloso de sus orígenes.
Quién sabe si con esta frase siguiente se refería a su trayectoria o su actitud ante la vida: "Para ser el bueno, como en todos los entierros, habría que ser el muerto". Murió en Madrid en junio de 1974, lejos, muy lejos, de su pueblo maya. En una entrevista que le hace Mario Benedetti a Roque Dalton, publicada en marzo de 1969, en la última pregunta le deja un consejo a Miguel Ángel:
No soy amigo de dar consejos. Pero ya que me lo preguntas, me permitiría aconsejar a los escritores viejos solo dos cosas. A los que puedan, que rejuvenezcan lo antes posible; a los que sean honestos, que sigan siéndolo, ya que de ese modo nos seguirán enseñando. Pienso en un escritor a quien conocí cuando era relativamente honesto, aunque ya bastante viejo: Miguel Ángel Asturias. Ya que a esta altura no podría conseguir ni la juventud ni la absoluta honestidad, quisiera aconsejarle que renuncie a la Embajada de Guatemala en París. Quizá así podría conservar por lo menos un poquito del decoro que Sartre otorgó al premio más municipal de la tierra.
Después de 29 años de su deceso, el poeta maya Humberto Ak’abal, en el 2003, rechazaba un galardón nacional, con su debido premio en metálico, porque llevaba el nombre de Miguel Ángel Asturias, el único hasta ahora que lo ha rechazado. Dijo que no le honraba recibir ese premio porque llevaba el nombre de Asturias, quien había escrito aquella torpe tesis cuando tenía 24 años y donde denigraba del indígena, tal vez creyendo que así complacía a su tiempo, a las autoridades universitarias o a la intelectualidad de aquella época, y pareciera que así fue.
Razón por la cual, Ak’abal, el poeta guatemalteco, uno de los escritores más destacados de su tiempo, exponente de una poesía transparente, que fue capaz de traducir la mirada indígena al idioma del invasor, sin vender ni perder su pureza, y sin poseer fondos, exceptos lo de la sobrevivencia, habló a la BBC, increpando sobre los motivos que lo hicieron rechazar el premio, entregado por el Ministerio de Cultura. Allí dijo:
En esa tesis, Asturias se refiere ofensivamente a los pueblos originarios de Guatemala. Los trata con despectivas y peyorativas formas de calificación, como decir que somos una raza ya acabada. Por lo tanto, el premio lleva su nombre, pero a mí no me honra recibirlo. Más, él no escribió el Popol Vuh, del cual dicen que rescata muchas tradiciones indígenas, pero lo que no se dice es que el Popol Vuh es un documento que ya venía escrito, obviamente estaba en piedra, en jeroglíficos. De allí lo copiaron jóvenes indígenas y el abad Brasseur de Bourbourg, francés, descubrió el documento y lo tradujo al francés. De allí lo retradujo Miguel Ángel Asturias, pero debo decirles que es una de las peores traducciones que existen en lengua castellana.
El racismo sigue, como se dice, y el pueblo maya es una mayoría minimizada. Huberto A’ Kabal de su poesía tradujo de su lengua al español: "Cuando nací / me pusieron dos lágrimas / en los ojos / para que pudiera ver / el tamaño del dolor de mi gente".
Nacía el 31 de octubre de 1952 en Momostenango y moría el 28 de enero 2019. La causa del deceso, explican familiares de Ak’abal, fueron complicaciones después de una cirugía intestinal que le fue practicada en el Hospital Nacional de Totonicapán, lo cual ameritó su traslado, en estado grave, al Hospital General San Juan de Dios, en la capital, donde murió. Seguidamente se hizo una colecta para posibilitar su entierro en el cementerio de Momostenango. "Si llevan agua / son ríos. / Si no, / son caminos", escribió.
Rigoberta Menchú recibió el Premio Nobel de la Paz en 1992 y un millón 200 mil dólares, un año antes que Mandela, quien igual había sido postulado en 1992.
En un encuentro de premios nobeles, ya citado, en la población de Rosario, Argentina, en junio de 2017, expresó Menchú: "Hay que ser coherente en el tiempo. Estar allí una y otra vez, no solo cuando se está motivado por una guerra o una injusticia, sino que debe existir una lucha constante por la dignidad humana". Insistió en la importancia del respeto mutuo y la reciprocidad, no solo entre los seres humanos, sino también con "la Madre Tierra", que nos da oxígeno, agua y alimentos, entre otros, y que la humanidad, en cambio, está destruyendo. Y completó: "La corrupción es el cáncer contemporáneo de las instituciones de nuestros países".
Esto, a pesar de las inconsistencias que el sociólogo David Stoll consiguió en sus investigaciones en quiché, en 1989, para la tesis de su doctorado sobre el libro Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (Casa de las Américas Americanas, 1983), preparado por Elizabeth Burgos, donde se relata la vida de la premio nobel. Stoll, quien llegó a Uspantán, el pueblo de Menchú, donde conocen de punta a punta su testimonio, concluía:
Si uno toma como verdad todo el testimonio de Rigoberta, uno no entiende lo que realmente ocurrió en su aldea en Uspantán, y realmente no entiende cómo fue el conflicto armado entre el ejército y la guerrilla (...) Toda persona que conoce Guatemala conoce a Rigoberta Menchú, pero si uno no está muy metido en Centroamérica o América Latina, entonces uno no sabe quién es Rigoberta Menchú.
A pesar de su imagen mercantil, que sobresalió en México, cuando la invitaron a apoyar al Instituto Nacional Electoral, en mayo de 2015, por lo que cobró 10 mil dólares, más las conferencias y los encuentros que sumaron unos 40 mil, su estadía terminó en un escándalo, repitiéndose la imagen en Venezuela y Guatemala, entre otros lugares.
Ponía a reyes y presidentes en su apretada agenda, a pesar de que se negó a firmar el acta de solidaridad —solicitada por los mismos compañeros revolucionarios guatemaltecos que la impulsaron al Nobel— para la liberación de los presos de la toma de la Tablada (Argentina), entre quienes estaba preso Gorriarán Merlo, y que sí fue firmada por José Saramago, Joan manuel Serrat, el Comandante Pablo Monsanto, Daniel Ortega, Piero de Argentina y Joaquín Sabina, entre tantos otros.
A pesar de los pesares, su nominación y su premio cumplieron el objetivo de liberar a Guatemala de la cárcel mediática en que se encontraba, pudiéndose dar a conocer al mundo el genocidio que se causaba a través del ejército, con la práctica del proyecto asesino Tierra Arrasada. Conflicto que en 36 años alcanzó la triste cifra promedio de 200 mil muertos.
La Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) incluía en su lucha la denuncia internacional de la política sangrienta contra las poblaciones, que el alto mando del Ejército de Guatemala para ese entonces le dio por llamar "Tierra Arrasada", tierra quemada, estrategia militar perversa, que consistía en desaparecer todo el apoyo a los insurgentes, "quitarle el agua al pez", metaforeaba la atroz política. Denunciando esa barbarie ejecutada por los militares, garantizaba mejores resultados sobre la necesaria solidaridad internacional con respecto a la lucha revolucionaria.
De hecho, la influencia de Menchú se dirigía conscientemente al plano internacional, buscando captar la solidaridad de las organizaciones indígenas y no indígenas.
De tal manera que los italianos le concedieron un puesto a Rigoberta en su Parlamento hasta que ocupara democráticamente su escaño en el Parlamento guatemalteco. Simultáneamente, apoyaron la mediática para que le otorgaran el Premio Nobel de la Paz. Fue postulada por Adolfo Pérez Esquivel, el nobel argentino, quien fue merecedor del premio en 1980, un año después de la madre de la caridad, Teresa de Calcuta, en 1979. Los ganadores que precedían al año en que premiarían a Rigoberta evidenciaban la influencia de la política de la globalización.
En 1989, lo recibió el dalái lama del Tíbet, por su resistencia constante al uso de la violencia en la lucha de su gente para recuperar la libertad. Fue portador de la Medalla de oro del Congreso de Estados Unidos, lo que produjo fuerte protesta de China. Antes y seguidamente fue receptor de una diversidad de premios de instituciones y países aliados de los Estados Unidos. En el mismo interés, Mijaíl Gorbachov, el presidente de la Unión Soviética, nobel de la paz en 1990, al conocer la noticia se declaró emocionado y señaló que era un premio a la Perestroika, el proyecto del desmembramiento de la Unión Soviética. El sesgado reconocimiento al líder soviético fue muy bien aceptado en las esferas internacionales de la derecha, incluyendo al presidente Bush.
En 1991, Aung San Suu Kyi, de Birmania, recibía el Nobel de la Paz. Harán 29 años que su esposo y sus hijos lo recibían en su nombre, en Oslo, puesto que ella estaba bajo arresto de casa por cárcel, por defender la "democracia" frente a los militares que anularon la victoria de su partido, en las elecciones de 1990, pero su reputación popular quedó desdibujada por su complicidad en la persecución de la etnia musulmana rohingya (rojinga). El 19 de septiembre de 2012, Aung San Suu Kyi fue hábilmente presentada con la Medalla de Oro del Congreso, que simboliza, junto a la Medalla Presidencial de la Libertad, la más alta condecoración a un civil en los Estados Unidos. El 30 de marzo de 2016 asumía dirigir una serie de Ministerios importantes, de Exteriores, Energía, Educación y la Oficina de la Presidencia. No pudo echar mano de la Presidencia del gobierno, aun cuando el partido derechista que lideraba, la Liga Nacional por la Democracia (LND), había triunfado en las elecciones, en noviembre de 2015, y esto porque la Constitución birmana lo prohíbe si tienen hijos con pasaporte extranjero, y sus hijos aparecían con nacionalidad británica. No obstante, entre agosto y diciembre de 2017, más de 700 mil rojingas cruzaron de Birmania al vecino Bangladés, huyendo de la matanza del Ejército. Un informe de la ONU calculó 10 mil muertos, denunciando un genocidio.
Retomando el caso de Rigoberta, el premiado sudafricano obispo Desmond Tutu, activista sudafricano de derechos humanos, ganador en 1984 del Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en solucionar y poner fin al apartheid, se sumó a Esquivel y la postularon para el premio de 1992. Su proyección se incrementó con el V Centenario de la Colonización de las Américas. El movimiento Pan Maya reivindicaba mínimo que terminara la discriminación y se reconociera la cultura maya. A partir de esos principios de los noventa fue políticamente obligado referirse a los indígenas como mayas.
El encuentro de los "quinientos años" atrajo a delegados del mundo para planificar y apoyar al movimiento indígena del país. La organización del celebratorio quedaba a cargo de la URNG. Desde allí se desbordó la campaña del Nobel dentro de Guatemala, lo que liberó del miedo a muchos territorios donde se habían producido violaciones terribles a los derechos de los campesinos. Los militares deseosos de apagar la llama de los acontecimientos no consideraron prudente enfrentar la candidatura al Premio. El Comité Nobel decidió entonces premiar en 1992 a Rigoberta Menchú, por su lucha en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. En cierto modo, ella tenía mejor trayectoria que muchos laureados, debido a que nunca había ostentado cargos estatales o anexos, por lo que no poseía currículum administrativo que la asociara a ser responsable de transgreciones al articulado de derechos de la gente.
Entre los 113 candidatos de 1992, cuando premiaron a Rigoberta, también competían Mandela, de Sudáfrica; Václav Havel, disidente comunista elegido Presidente, en enero de 1993, de la nueva República Checa, apoyando su inclusión en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y Pérez de Cuéllar, quien fue secretario general de la ONU. Ante estas sobresalientes personalidades pertenecientes al cómodo ajedrez político mundial, el Comité Nobel optó por lo indígena, pues era la celebración de los quinientos años. Al parecer había una espinita, un trasfondo en esa elección, otro sentido de culpa por el pueblo sami, disperso principalmente entre Suecia, Finlandia y los mismos pastores indígenas de renos que vivían al norte de Noruega. Tal vez les llegó nuevamente el trauma histórico del colonialismo al repasar el pasado cuando los sami se opusieron ferozmente a la represa Alta Kautokeino, que taparía gran parte de sus tierras ancestrales. Los sami perdieron, el conflicto desencadenó hondas heridas en el gobierno noruego y el pueblo sami. Durante el conflicto Alta Kautokeino, en 1981, el Partido Laboral cambió su directiva y sustituyó al primer ministro, Odvar Nordli, pasando a ser uno de los miembros del Comité Nobel que concedió el premio a Rigoberta. Hay quienes opinan que esa elección nobel para una indígena era una manera de sacarse el clavo de la ignominia, dando disculpas indirectas al pueblo sami. En fin, para ese contexto no había nadie más adecuado para llevar las bridas de enaltecer y defender los derechos indígenas e informar al mundo sobre el silencio que había respecto a uno de los conflictos internos armados más largos y atroces de Latinoamérica.
De ahí a la presidencia fue lo supuesto y se candidateó en el 2007 con el partido Encuentro por Guatemala. Apenas sacó un 3,09% de los votos. En el 2011 también se postuló a Presidenta. Los dos candidatos de la derecha obtuvieron casi el 60% de votos, pasando a la segunda vuelta, que ganó el general retirado Pérez Molina, quien luego fue depuesto y encarcelado por estar incurso en una red de corrupción que implicó a casi a todo su equipo. Miembro de la fuerza de élite kaibil durante la guerra civil de Guatemala y luego jefe de Inteligencia militar en la década de 1990, acusado de genocidio como participante en las masacres contra la etnia maya ixil. En esas elecciones del 2011, Rigoberta Menchú sacó 3,22% de votos. Ya con esos resultados quedaba para la historia la gran lejanía a que estaba la agenda de la Premio Nobel de la Paz de su pueblo Maya.
Sabrá Jean Arnault, representante para la paz de las Naciones Unidas en Guatemala y Colombia, sobre la causalidad de que en ambos países no se respetaran los acuerdos de paz. No pesando mayor cosa tampoco el Comité Nobel, siendo más bien intrascendentes en su influencia por la paz. Es ejemplo hasta la actualidad los más de 250 líderes farianos protegidos por los acuerdos que han sido asesinados luego de haberse estampado la mundialmente publicitada firma. Y en ambos países, Guatemala y Colombia, nunca más se supo de alguna opinión respecto a qué había pasado con la violación de los acuerdos de paz ni qué camino habían seguido sus flamantes premiados.
Carlos Angulo