Micromentarios | ¿Tarde o noche?

07/11/2023.- Revisando mis archivos en busca de un cuento que recuerdo haber escrito, me topé con la respuesta que le di a una lectora española que se comunicó conmigo, a través de una red social, para señalarme que a las siete y media —las 19:30 p.m.— no era de noche, sino de tarde. Hacía referencia a un texto mío que leyó en Internet.

Esto generó una de esas situaciones en las que ambas partes tienen la razón.

En la zona tropical, la tarde concluye casi siempre entre las seis y las siete, es decir, entre las dieciocho y las diecinueve. Solo en junio, en los primeros días del solsticio de verano, la noche empieza poco después de las 7:30 (19:30).

Cuando indicamos que una acción se inicia, se desarrolla o concluye a las siete de la noche, lectores acuciosos como ella e incluso editores de países con cuatro estaciones señalan que dicha hora en verdad corresponde a la tarde.

Tendrían razón si la trama sobre la que escribimos transcurriese en un espacio europeo, norteamericano o del norte de Asia, pero no cuando la misma se desarrolla en alguna región tropical.

En los trópicos, lo más tarde que se oculta el sol, a mediados de año, es unos minutos después de las 19:00. Habitualmente, el ocaso se produce entre las 18:10 y las 18:45.

He leído artículos, crónicas de viaje y narraciones en las que escritores europeos o norteamericanos —estadounidenses o canadienses, estos últimos— hablan de las ocho o nueve de la tarde o comentan que pasean bajo luz solar más allá de las nueve. Esto es verdad en los países con cuatro estaciones, tanto en el verano boreal como en el austral. Pero no en los trópicos.

Aquí no tenemos estaciones, sino dos períodos: uno cálido y lluvioso y otro frío y seco.

El verano se aposenta de junio a agosto, en el hemisferio norte, y entre el final del año y los meses iniciales del siguiente, en el sur. Sin embargo, el verano del que se habla en la mayoría de los libros, películas y noticias es casi siempre el norteño.

Hace algún tiempo, mi amiga Susana Neuhaus —psicóloga, artista plástica y escritora— me refirió que cuando de niña en Argentina oía hablar de la Navidad y a esta se la identificaba con el invierno, ella se sentía a bordo de un exabrupto, porque en esa época del año su país se hallaba sumido en los calores rigurosos del verano.

Esta imposición del hemisferio norte sobre el sur no solo la vivía y vive Argentina, sino también otras naciones australes como Uruguay, Chile, Nueva Zelanda y Australia.

Por fortuna, esta hegemonía del hemisferio boreal sobre el resto del mundo comienza a extinguirse. Faltan años o quizás décadas para que ocurra, pero el cambio —ya se percibe— es inexorable e inevitable.

 

Armando José Sequera


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