Al derecho y al revés | Guyana: No estamos en 1902

08/11/2023.- Pocos días antes del inicio de la campaña del referendo consultivo sobre el Esequibo, un conocido me preguntó si a mí no me parecía que este referendo es similar en cuanto a situación a la vivida en 1902, cuando Inglaterra, Alemania e Italia cañonearon desde sus barcos los indefensos puertos venezolanos, aduciendo deudas del país… unas infladas, otras inexistentes.

Como el preguntón formaba parte de un grupo de jóvenes bastante ignorantes de nuestra historia, pero ávidos de conocer más allá de esa historia donde las páginas se llenan con nombres de batallas —y esto lo afirmo sobre la base de sus preguntas— terminamos todos, al estilo venezolano, ante unas tazas de café.

La verdad es que la situación de 1902, que enfrentó con gran valor Cipriano Castro —fue el mejor momento que vivió ese Presidente—, poco se asemeja al reclamo frente a Guyana.

Salvo por la manera como Israel entró en Gaza, es casi imposible que hoy un país o coalición de países envíe barcos de guerra para atacar los puertos de una pequeña nación, y menos aún lo harían los europeos, tan pendientes de seguir la cola de la OTAN que olvidan sus propios intereses.

De hecho, quien asegura que nuestro ejército los va a invadir es Guyana, buscando así el apoyo yanqui, que se podría traducir en una nueva base militar, cercana a las bocas del Orinoco. ¡Ojo!

En 1902, Cipriano Castro se había peleado con los estadounidenses, que pretendían —a cuenta de haber invocado la infame doctrina Monroe para sacar de Venezuela los barcos europeos— convertirse en una potencia hegemónica en nuestra economía.

No es el caso de Guyana, que intenta hacer caer en una trampa a nuestra FANB para pedir ayuda a EE. UU., Europa y el Caricom.

Si nuestras tropas invaden el Esequibo, le habrán hecho el mejor regalo a Irfaan Ali. Y en el caso de 1902, los europeos no se atrevieron a desembarcar por saber que en toda Venezuela se estaban presentando jóvenes para ser parte del ejército que, con chopos y machetes —aún no llegaba el petróleo—, estaban dispuestos a dar la vida por Venezuela.

Autorrecluta que fue muy superior en el Táchira, en comparación con la igualmente copiosa lista de voluntarios que se anotaron para defender la patria.

Eso no sucede en estos tiempos. Por más que trote el general Padrino, es difícil que el ministro consiga émulo entre los muchachos.

Tampoco el gobierno del presidente Maduro se ha negado a devolver, como sí lo hizo Cipriano Castro, los haberes de una empresa como la asfaltera Bermúdez, que había financiado la inmensa soldadesca que los caudillos llevaron a La Victoria, para ser arrollados por los andinos, que eran menos en número, pero dotados de mística.

Hoy día, para mí, es obvio que los Estados Unidos no piensan quitarnos las sanciones, pero juegan con el imaginario criollo, que sueña con tiempos pasados que no volverán. Por eso le ponen velas al ciudadano Blyde.

Pero, igual, los yanquis son nuestros mayores socios comerciales. Contradicciones de los tiempos.

Sin embargo, y con ello finalizo, el referendo, aun cuando no creo que arranque un proceso para devolvernos el Esequibo, sí puede influir en que se logre un acuerdo pacífico con Guyana, tal como se estableció en el Protocolo de Ginebra.

Solo por eso vale la pena votar.

Una solución quizás similar a la que el comandante Chávez alcanzó con Trinidad, para explotar conjuntamente áreas petroleras y de gas que también estaban sin demarcar.

Ojalá y así sea.

 

Domingo Alberto Rangel


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