Crónicas en bici: Pasando por El Obelisco, llegamos a La Flor
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“Son como sombras pero no son ni sombras”
Luis Camilo Guevara.
Frente a la Casa del Artista estaba el autobús, puntual, a las 8 y media de la mañana. “¿Esta es?”, preguntó él, mirando la bici. Era el conductor de la unidad de transporte, una de las cinco que se usaron para este viaje homenaje a Fruto Vivas. “¿Este es?”, pregunté mientras leía todos los santos cristos de La Grita en su uniforme y en el vidrio trasero. Rápido, con el afán para que la bici agarrara su puesto, saqué la rueda delantera, la subí con cariño y la amarraron al lado del Gu-zhen de Leo Vargas, una especie de arpa china que mide como dos metros y compró, claro, en China.
Leo Vargas, junto a Iván Pérez Rossi, Fabiola José, Fidel Barbarito y Simón Barbarito; Amaranta, Ana Cecilia Loyo, Luis Calderón, Marta Doudiers, Miguel Regalado, Alí Alejandro Primera, José Delgado y Deysi Gutiérrez, se unieron para homenajear al maestro y arquitecto José Fructuoso Vivas (Táchira, 21 de enero de 1928 / Caracas, 23 de agosto de 2022) en La Flor de Venezuela.
Ya avisé que son dos entregas. La prometida, Comerse la luz, tiene que esperar. El viaje a Barquisimeto, con una pernocta, la bici, dos conciertos, varios autobuses y conductores, surgió como pasa en estos tiempos. “Chofer sin camisa es un mensaje claro”, dijo Barbarito en La Encrucijada, ese domingo en la noche. El rostro asombrado de Fabiola José demostraba la poca credibilidad del periodismo venezolano: “Esta unidad, querida Fabiola, tuvo un percance que le impide continuar la marcha y por lo tanto…”. Sus ojos se abrían poco a poco, luego los labios: “¡Es mentira!” hasta que Iván tronó: “Se jodió el autobús”. Pero eso es el regreso.
La Flor de Venezuela
El joven estaba tirado en el piso de grama, con la cabeza recostada en una palmera. Un pote de plástico estaba medio lleno de agua. O de cocuy. Detrás del señor en silla de ruedas, que iba y volvía y se iba y se devolvía y compartía el pan,
siempre estaba una bomba, que no es una bomba: es una estación de servicio, o sitio donde se expende la gasolina más barata; hay bombas en las que pagas con tu huella y solo te descuentan la cantidad de litros que el Estado te subsidia: 120 al mes. A mí me lo quitaron, lo cual es muy coherente. ¡Son tres!, las estaciones de servicio que rodean a la Flor de Venezuela. El triángulo del este, le llaman a esta intersección. El señor de la silla de ruedas trajo pan, le dio al joven, este se levantó, comió y se volvió a recostar bajo la sombra. Ninguno de los dos entraría al concierto. El sol aprieta, es el mediodía del domingo 18 de septiembre de 2022 y “los músicos” no han llegado a La Flor.
Hablar de la música es por el homenaje; hablar del homenaje es por Fruto y por eso viajaron hasta Barquisimeto ayer sábado y llegaron y tocaron y cantaron y esperaron el transporte y descansaron y ahora es domingo y hay como 40 personas esperando desde La Flor. “A las diez y media”, responde el encargado de montar sendos toldos. Eran las 9:45 de la mañana, día del segundo y último concierto homenaje a Fruto Vivas, que estaba pautado a las once y la llegada a Caracas, después del almuerzo, a las 9 pm. El sábado, Alí Alejandro Primera se despedía anunciando que “nos vemos a las diez”.
Tantas horas, tantos autobuses, tantas canciones. Antes, en el viaje de ida, Iván Pérez Rossi entonaba, con su vozarrón: “A la una la luna, a las dos el reloj, que se casa la luna con el...”. Estamos, temporalidad mediante, yendo para Barquisimeto el sábado. Al autobús, previo chispazo, se había quedado sin aire acondicionado; el autobús del santo cristo de la grita, el que no podía ir rápido porque recalentaba, el que salió de la Casa del Artista. El coro, cantado de esa forma inolvidable e irrepetible, por Amaranta y Fabiola José: “pinqui, quirinquitinqui, pinqui, pirriripinquiqui” (disculpe la Cantoría mi afinación) y Marta Doudiers y Daisy Gutiérrez. También cantaron, en orden de asiento, medidos desde cualquiera: Miguel Regalado, un maestro de la guitarra con más de 20 años tocando junto a la caraqueñísima Marta Doudiers; Fidel Barbarito y su hijo Simón.
Vasija de tres raíces
El sábado lloviznaba. Amaranta y Ana Cecilia Loyo cantaron sin instrumentos una canción a la lluvia. Loyo cargaba a su hija, luego cargó a un niño un poco grande y cantaron la del Espanto. Loyo sudaba y cantaba porque este niño no era tan niño y luego su hija reclamó su lugar. Calderón acompañaba en el cuatro y su hijo reclamaba su lugar. Y la gente, que estaba en su lugar desde temprano, tenía esa cara que se pone cuando se oye a estas cantoras. Fabiola José y su familia musicalizaron un poema de Fruto; José Delgado le compuso una canción y entre recuerdos lo recordaron.
Dos conciertos, uno de noche y otro al mediodía. La candelita en los ojos de Fidel cuando canta ese tema (Vasija de tres raíces) se reflejaba en el velón en el piso, que iluminaba las dos maquetas que dieron inicio a este sueño en el que ahora le están cantando a Fruto. Ya están cantando, tocando, sonriendo, acariciando a, digamos, 326 guaros y guaras que no fueron a la Feria, por la que pasaron 428 mil personas. Homenaje a Fruto en plena Feria de Barquisimeto; allá recolectaron 8 mil kilos de plástico que van a reciclar; aquí, la peluquera de Fruto Vivas, Rami Romero, había llorado mucho la noche anterior. “Me vine caminando. Lo recuerdo con mucho cariño. Conversábamos siempre. La señora suegra de Don Frutico es como mi hermana, Yolanda de Suárez, que es la madre de Soraya Suárez de Vivas”. Rami nació en Maracaibo y vive en Baradira. Usa un abanico barcelonés que se lo trajo su hijo de España, muy útil a esta hora. Aprovecho el viento, me acerco, nota que me hace falta arreglarme la barba. Quedamos pendientes. Siete hijos y 16 nietos. A esta hora, prueban sonido. “Lo amo mucho, compartí bastante con él, me quedan sus recuerdos”, eleva la voz sobre la changa.
Próxima entrega: Pernocta, regreso y papel cebolla.
GUSTAVO MÉRIDA / CIUDAD CCS