Letra veguera | Palestina, herida sangrante
06/12/2023.- No se puede desviar la mirada ni la atención porque Israel haya decretado un cese al fuego contra Palestina para urdir otras feroces persecuciones contra civiles y milicianos.
La agresividad es como el covid: acorrala, clona, coloniza otros espacios y a sangre y fuego maltrata con ferocidad la esperanza, la arrastra por el fango de la desgracia, como una pandemia que, a decir de un personaje de Camus en La peste, no es otra abstracción, y, si lo fuera, sería tan despreciable como turbulenta. La masacre de Israel a Palestina es un dolor hondo, otra opresión del capitalismo, una de sus garras extendida sobre un territorio; un acto asesino de acumulación, esencia misma de ese modelo que el propio Marx quizás no llegó a vislumbrar en todos sus aspectos.
Palestina es una nación que resiste y respira luchando por su derecho a tener patria (¿otra abstracción?), consagrar su territorio y ejercer su autodeterminación.
La barbarie sionista la ataca sin piedad, reeditando su malignidad contra un pueblo casi errante (pero valiente), de corazón indómito, al que los asesinos, por temor, intentan apagar.
Nakba
Hace un poco más de medio siglo, el 14 de mayo de 1948, se proclamó la creación del Estado de Israel. Para las palestinas y palestinos, ese día se conmemora el 15 de mayo como la Nakba, la barbarie: una ablución étnica que originó el éxodo de casi un millón de seres humanos desterrados, mancillados, mortalmente desarraigados. En el presente, al pueblo palestino —soportando años duros de ocupación colonial, de sitiados como en el apartheid— la Nakba le sigue recorriendo y carcomiendo su cuerpo, sin derecho al retorno de esos desdichados exilios, cautivos sus descendientes y frente a la consagración en la sacrosanta resolución 194 de la ONU.
Ante esa realidad repetida y continuada, nos preguntamos: ¿cómo es posible que Israel, el primer productor de armas del mundo, la escuela donde se entrenan los más grandes asesinos y mercenarios, mantenga ese perverso estado tensional de agresión y violencia contra hombres desarmados, mujeres y niños, como el gato maula que juega con el ratón en una danza de muerte que disfruta sádicamente con el dolor que causa?
Sionismo y negocio
Para el sionismo israelí, Palestina es su razón de existir. Es un perverso campo de concentración, donde descargan sus odios raciales y envenenan a los pobladores con sus relatos épicos. Es posible afirmar que atacan a Palestina para mantener la guerra como negocio y alejar la paz, la cual implicaría un cambio en la estructura de su infesto Estado guerrista, situación con la que perderían el mercado demandante de muerte, que es su negocio.
Sin embargo, Palestina resiste y se multiplica por millones en todo el planeta y mientras la dignidad exista como valor humano, Palestina estará allí, en la cima de una lucha sin cuartel.
Hace un año, un compañero palestino nos reportaba, desde el lugar de los hechos, que vive en las entrañas del monstruo y, por tanto, debe cuidarse de las fuerzas de ocupación israelíes. Estas, solo con sospechar de su presencia, lo asesinarían o apresarían por tiempo indefinido.
Le preguntamos qué pasa en Palestina, a lo cual nos respondió:
Ustedes tienen todos los detalles y lo que puedo agregar es que lo que está ocurriendo viene planteándose desde hace muchos años, por parte de la derecha y la ultraderecha israelíes, en la ausencia del diálogo de paz entre ambas partes. En Israel se ha fortalecido una generación extremista con la cual Netanyahu se mantiene en el poder como una estatua.
A comienzos del Ramadán, prohibieron a los palestinos residentes en Cisjordania visitar la mezquita de Al-Aqsa y cada noche atacan a los musulmanes en pleno rezo. Mientras, por otro lado, en el sector del Sheik Yarrah, en Jerusalén del Este, los colonos israelíes están amenazando con sacar a las familias de sus casas e invadirlas con el pretexto de que ese terreno es propiedad de los judíos que emigraron a los EE. UU. en 1870.
Las familias palestinas presentaron ante la corte suprema judicial israelí sus documentos de propiedad y están esperando la decisión de los jueces sobre este tema. En ese marco, los jóvenes palestinos de Jerusalén salieron a protestar contra las acciones provocadoras del ejército israelí y explotó la situación en todos los territorios palestinos, incluyendo Gaza, Cisjordania y los pueblos donde habitan los palestinos que viven en Israel.
Lamentablemente, el mundo occidental sigue defendiendo a Israel, mientras que se olvidan del palestino, que busca vivir en paz y libertad en sus propios terrenos, hoy ocupados por Israel.
La otra realidad, de la que no se habla en el mundo, es que en Palestina la frustración entre la población ha llegado a un nivel deplorable: casi no queda territorio para establecerse y cada día los asentamientos israelíes crecen. Mientras tanto, nosotros los palestinos —nos dice— no podemos tomar control de nuestro territorio.
La Israel de hoy no es la misma Israel de la época de Yitzhak Rabin, en donde había líderes centro-izquierdistas que firmaron la paz con la OLP y se dieron pasos de paz.
Netanyahu y sus colonos destruyeron toda oportunidad para resolver este conflicto y están en situación de confrontación. Al parecer, esto no tiene fin, simplemente porque los sionistas no los reconocen como dueños de sus territorios. Son ellos mismos los únicos.
Hoy se abre un paréntesis dentro del cual se establece un cese al fuego para luego seguir tras ellos como presas.
Narbona
El Estado de Israel ya ha asesinado a 6 mil niños palestinos, denuncia el escritor español Rafael Narbona. Este crimen de lesa humanidad no se diferencia del genocidio cometido en Guatemala contra el pueblo maya entre 1981 y 1983, cuando el ejército se ensañó con las mujeres y los niños, perpetrando una matanza que causó 200 mil víctimas, de las cuales 25 mil eran niños.
La cifra de niños palestinos reventados o mutilados por las bombas israelíes continuará creciendo, con la complicidad de EE. UU., la UE y el Reino Unido. Todos están interesados en vaciar Gaza y Cisjordania de palestinos para convertir la zona en un territorio seguro y poder llevar a cabo ambiciosos proyectos comerciales: crear una ruta comercial alternativa a la nueva ruta de la seda de China; explotar tranquilamente el yacimiento de gas Leviatán, situado frente a la costa de Gaza; y construir el canal Ben-Gurión, que rivalizaría con el canal de Suez. Estos planes solo prosperarán cuando se materialice la solución final al problema palestino.
La derecha, por tradición antisemita, ahora agita la bandera de Israel, que se ha convertido en un símbolo de colonialismo, racismo y genocidio. Con Netanyahu, Israel se está volviendo un Estado totalitario que viola impunemente los derechos humanos. The New York Times ha señalado que la inteligencia israelí había sido advertida hace un año de los planes de Hamás, pero no hizo nada. Algo similar sucedió con el 11-S. Es inevitable sospechar que estadistas sin escrúpulos como Henry Kissinger alteran el rumbo de la historia con operaciones turbias cuyo alcance nunca se conocerá.
Después de Auschwitz, Hiroshima, Ruanda, Vietnam, Bucha y Gaza, solo cabe afirmar que la historia es una melodía infernal donde siempre se repiten las mismas notas estridentes. Las grandes corporaciones comerciales imponen sus intereses a costa de la sangre de los pueblos. ¿Acabará alguna vez esta tétrica melodía? Quizás el día en que el amor al dinero se revele como una pasión inútil. Los bienes materiales jamás aplacarán esa sed de sentido, amor y esperanza que late en lo más profundo del corazón humano.
Federico Ruiz Tirado