Punto y seguimos | Cuando ya no avergüenza ser de derecha

Las modas pasan, pero el hambre queda

12/12/2023.- Los viejos conceptos de "izquierda" y "derecha" se encuentran hoy bastante diluidos. Sin embargo, a efectos ilustrativos bien vale su uso, especialmente si se quieren representar extremos o principios básicos. A la izquierda situamos la participación popular, los criterios de equidad, redistribución de la riqueza, luchas colectivas, fortaleza del Estado y derechos humanos, sociales y políticos para todos. Mientras, a la derecha ponemos liberalismo económico, propiedad privada, individualismo, meritocracia, ajustes para las mayorías, conservadurismo en derechos y la ley del más fuerte (en todos los aspectos).

En América Latina —aun con sus casos particulares—, ha habido poco interés en la autodefinición en cualquiera de los dos lados. Definirse de izquierda era ciertamente peligroso en muchas instancias, pero también mal visto (las últimas décadas del siglo XX fueron en verdad de gran influencia estadounidense); y definirse de derecha, también. Que el nacionalsocialismo alemán perdiera la Segunda Guerra Mundial, y que las dictaduras de derecha fueran cayendo en todo el continente a finales de siglo, significó que apoyar abiertamente las atrocidades que cometieron fuera también de muy mal ver. Harina de otro costal era la aceptación de los valores de uno u otro (o sus extrañas mezclas) si estos se desagregaban, por ejemplo, en estudios de opinión, pero a la hora de decir "soy de tal o cual", había cierta reticencia. Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, diría un expresidente, de cuyo nombre no quiero acordarme…

El siglo XXI, ya con sus 23 años a cuestas, ha visto un cambio de tendencia. En los primeros 13-15, con el progresismo continental, cierta izquierda salió del clóset (una asumiéndose y la otra declarándose liberal), apoyada en el histórico momento que los llevó finalmente al poder; y en los últimos 8-10, por el revival de las clases oligárquicas y sus tradicionales políticas de derecha liberal. Mientras en algunos países aún se conserva cierto "pudor" de admisión, en otros, como Argentina, el discurso extremista de violencia antiderechos, ajuste económico, plenitud de privilegios para la clase pudiente y recorte del Estado (a pura motosierra, además) no solo caló hasta en las clases populares, sino que destapó el rancio orgullo que durante décadas se vieron obligados a ocultar los representantes de la verdadera "casta".

Si algún mérito tiene la "derecha" de hoy es el de haberse puesto nuevamente "de moda". Ser liberal está bien; exigir mano dura, también. Los pobres son pobres porque quieren. El que no se esfuerza es por flojo. El Estado no sirve, la empresa privada sí. Tradición, familia y propiedad. Cárceles para toda la escoria, represión para los planeros y enchufados. Esa gente no tiene salvación. Nosotros somos los ciudadanos de bien, o, como diría cierta wanna be candidata: la gente decente de este país. Las clases populares repiten y asumen, con serios problemas de autopercepción. Que nadie se equivoque, puede que estén de moda, pero son los mismos monstruos de siempre.

 

Mariel Carrillo García


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