Hablemos de eso | Conversación cotidiana
En silencio tenía que ser
En medio de una conversación, nombro el bloqueo y una amiga lanza animosamente que si vamos a seguir con eso: “¿Tú no sabes cuánto edificio de lujo se está construyendo por todas partes y cuántas tiendas se están abriendo?”.
Como vivo en Caracas, y alguna vez me toca pasar por el este, riposto: “¡Claro!, ¿dónde crees que vivo yo? Esos no son acaso algunos de los signos visibles de la recu...”; pero no me deja seguir y brinca con que, además, se consigue de todo importado, entonces dónde está el fulano bloqueo, y que si eso es una excusa.
Quisiera decir en chanza que me recuerda a Capriles que hace un tiempo, entre tanto disparate que le sale natural, dijo lo mismo porque estaba consiguiendo Nucita, ese alimento tan básico, sin problemas. Pero no me da chance y puede resultar contraproducente. El tono para hablar de esto rápidamente se vuelve airado, sino es que ya es un incendio desde el principio, y “mejor lo dejamos así”.
Pido entonces la oportunidad para decir algo que prometo que será corto y se me concede: “Mira, el bloqueo nunca ha sido contra los privados, esos que van para Miami y Panamá, y que tienen sus negocios con una pata aquí y otra allá. Las medidas de los gringos han sido contra el Gobierno, Pdvsa, el Banco Central…, a los que no dejan comprar ni vender ni tener cuentas en bancos afuera. Por eso el Gobierno dejó que circularan dólares y encargó a privados para que realizaran compras y ventas en el exterior”.
“Y, ¿por qué no explicaron eso?”, pregunta en tono conciliador, porque la amiga, es justo decirlo, entiende bien y rápido.
El presidente Maduro lo ha explicado, pero también dijo en su momento que “en silencio tenía que ser”, tomando las palabras del prócer cubano, José Martí. En silencio, porque todos recordamos los primeros barcos que traían gasolina desde Irán para ayudar a superar una de nuestras crisis. Esos llegaron, pero un segundo cargamento fue interceptado en aguas internacionales por Estados Unidos y se robaron la carga que había sido pagada por Venezuela. Es decir, nos la robaron. En silencio tenía que ser, porque el enemigo no duerme y todo dato demasiado preciso se convertía en una pista para entender cómo estábamos haciendo y después en otro robo. Si tomamos el más reciente, el avión fue secuestrado en Argentina con tripulación y todo, porque supieron. Si tomamos otro caso, otro avión, donde iba Alex Saab, fue interceptado en Cabo Verde y como un relámpago, rompiendo toda regla de la legislación internacional en la que algunos todavía creen, no solo lo secuestraron, sino que se lo llevaron después a Estados Unidos, donde todavía están dándole vueltas a la cabeza para ver de qué lo acusan. Es claro. En un caso intentan destruir nuestras conexiones internacionales por aire. En otro intentan castigar a quien pudo burlar sus medidas para traer a Venezuela medicinas y comida, y también tratar con toda saña de que el castigo sea ejemplar y arbitrario, para disuadir a cualquier otro que quiera intentarlo.
Como sabemos, no se paran en detalles, ni les da cosita. Para las entidades del Estado venezolano, los bancos que controlan están cerrados, así como los seguros, los reaseguros y las líneas de crédito. Si conseguimos cómo pagar vacunas y se enteran, paran el pago, y no salen las vacunas. Alfil-cuatro-torre y conseguimos burlar ese bloqueo. Pero así vamos.
Cuando se dijo que se habían aflojado las medidas coercitivas, era apenas porque permitieron que empresas petroleras y de servicio podían entablar conversaciones con Pdvsa. No hay todavía ningún “aflojamiento”, lo que hemos logrado recuperar ha sido por nuestro esfuerzo.
Y todavía seguirán. Ahí está Boric en la Asamblea General de las Naciones Unidas, como jalándole al jefe, para demostrar que es su amiguito al hablar mal de Venezuela. Quizás esperando a sustituir a Colombia como base de operaciones contra nosotros. Y ahí están sus operaciones de presión y propaganda ligada a esa presión. La comandanta del Comando Sur se va de visita a Colombia sin invitación. Por eso, precisamente, montan la escena del Darién, a miles de kilómetros de la frontera de Estados Unidos, para darles comida a sus amigos más serviles en Colombia.
Humberto Gonzalez Silva