Historia Viva | Betancourt: la otra historia

Las buenas relaciones de Betancourt y Nelson Rockefeller 1945‑1948

Rómulo Ernesto Betancourt Bello fue un personaje enigmático, diríamos que fue un animal político que logró con astucia, inteligencia y terquedad remontar las olas históricas que lo enfrentaron con dos grandes contradicciones: la oferta demagógica de constituir un sistema democrático liberal y la enorme carga de compromisos con el centro de poder imperial petrolero representado por la familia Rockefeller. Betancourt, finalmente, renegó de la concepción comunista y nadó a la otra orilla para servir al capitalismo americano.                    

 Es Arturo Uslar Pietri quien hace una primera revelación sobre la personalidad de Betancourt en una entrevista que le realizó el historiador Rafael Arráiz Lucca, publicada en el portal Prodavinci de 2019: “Rómulo Betancourt, en aquella ciudad pequeña, era un tipo conocido, era periodista. Muy enamoradizo, con poco éxito y, por supuesto, muy ambicioso, lleno de ambición, muy autoritario”. Más adelante destaca Uslar el baturrillo verbal de Betancourt cuando Arráiz Lucca pregunta: “Luego la vida lo cambió un poco, ¿no?”. Uslar respondió: “Debió cambiarlo un poco, me imagino yo (…). Estos izquierdistas venezolanos son unos pendejos, nunca han entendido qué es lo que hay que hacer. Lo primero que hacen es levantar una bandera antiamericana, esa es una estupidez, la revolución hay que hacerla, pero hay que hacerla con los Estados Unidos”. Solo que Betancourt cambió de banderas y se entregó plenamente a los intereses de EE. UU., eso no lo dice Uslar Pietri.

Decenas de libros se han escrito sobre este personaje a favor y en contra, pero para que no nos acusen de asumir “rencorosa acrimonia”, dejemos que algunos documentos del Departamento de Estado y otros de él mismo revelen la otra historia de Betancourt hasta hoy poco conocida.

El 7 de enero de 1945, el secretario de Estado, James Francis Byrnes, escribió al embajador encargado  de EE. UU. (Dawson) en Venezuela para acercarse a Betancourt: “…estamos de acuerdo en que en su conversación con Betancourt, usted podría mencionar con toda amabilidad la sorpresa conmocionada con la que se recibió el extraordinario impuesto (petrolero) a las ganancias excesivas tanto en el Gobierno como en los círculos financieros aquí y el golpe que podría significar para la reputación de la Junta en el exterior”. 

Ya las autoridades de EE. UU. sabían que ocurriría un golpe contra Medina Angarita, acontecido en octubre de 1945, y tenían que contar con Betancourt para disminuir los impuestos a las petroleras extranjeras que había implantado el Gobierno medinista según documentos incluidos en archivos desclasificados del Departamento de Estado, liberados en 2017.

Las buenas relaciones de Betancourt y Nelson Rockefeller se remontan al trienio adeco (1945‑1948); así lo describe él mismo en el libro Venezuela, política y petróleo, publicado por primera vez en 1956, donde el líder socialdemócrata venezolano señala la propuesta del empresario estadounidense de crear una organización mixta para promover el comercio en Venezuela y que “parte de las utilidades las compañías petroleras extranjeras debían ser reinvertidas en el país, en la producción y distribución de artículos de consumo humano”. (Betancourt, 1979, p. 331).

El líder adeista, al observar por perdido el gobierno de Gallegos el 4 de noviembre de 1948, buscó refugio en la embajada colombiana en Caracas, donde ingresó a pesar de la desautorización de la dirección nacional de AD, que ordenó mantenerse en resistencia clandestina.

Betancourt, desde el exilio, buscó afanosamente la visa para viajar a EE. UU. desde Costa Rica y luego Puerto Rico para acercarse a su “padrino” Nelson Rockefeller. Para ello recurrió a Serafino Romualdi, un doble agente del Departamento de Estado infiltrado en el movimiento laboral. En 1953, ya en Estados Unidos, Betancourt comenzó un periplo de conferencias a lo largo de ese país avalado por la American Federation of Labor, financiado por la Fundación Rockefeller.

No bastó, para baldear las memorias de tiempos rebeldes anteriores, con la declaración anticomunista entregada al Departamento de Estado en 1953, un testamento que termina con un párrafo final después de una crónica de su vida de decenas de cuartillas: “He continuado estos años de exilio en mi lucha de siempre, contra la situación dictatorial de mi país y contra la infiltración comunista. En este último sentido, he sustentado con firmeza dentro de Acción Democrática, cuya presidencia ejerzo, la tesis de no alianza con el Partido Comunista de Venezuela...”

Al terminar de escribir Venezuela, política y petróleo (1956), Rómulo Betancourt hizo una visita inesperada al Departamento de Estado en Washington, sin invitación (según un memorando del Departamento de Estado), y fue atendido por un funcionario subalterno, el director adjunto de la Oficina de Asuntos de América Central. En ese documento, cierra Betancourt su angustia por ser reconocido por el Departamento de Estado como agente confiable, el resto de la historia sirvió para ratificar su compromiso con los gobiernos de EE. UU.

Aldemaro Barrios Romero | venezuelared@gmail.com

 

 


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