Sentido común | Somos un mismo tejido histórico y social

“Lazos de sangre nos unen. Vamos más allá de las fronteras”

 Camina curiosa la historia, queriendo saber más de ella.

Solimar Cárdenas

 

“Ni la retórica confrontativa, ni los grupos en armas, ni las amenazas militares han mellado el afecto, la fraternidad ni la unidad en quienes habitan y comparten alegría y tristezas en el este y el oeste de la demarcación fronteriza”, afirmó el profesor Oscar Adolfo Alvarado de la Red de Historia Memoria y Patrimonio de Apure, ayer en medio de las expresiones de celebración por la apertura de los caminos de nuestra Casa Común.

El presidente Petro, por su parte, afirmó un día antes: “Lazos de sangre nos unen. Vamos más allá de las fronteras”; y en la rueda de prensa se refirió al cierre como a un “suicidio”, aludiendo evidentemente a que somos un solo tejido humano cuya vida ha sido desgarrada por dirigentes enajenados, orientados por intereses particulares y foráneos. 

Y es que la realidad es terca, y lo concreto es que allí, del Zulia al Amazonas, de la Guajira al Guainía, más que una frontera, hay una extensa franja binacional cuya binacionalidad no está determinada por la tenencia o no de cédula –o la equivocadamente llamada condición de legalidad–, sino por la cultura, la historia, el territorio, la consanguineidad, la dependencia económica.

Es así que los pasos legales se cerraron y las gentes del común se filtraron como agua por todos los caminos, porque esos pueblos son un mismo río. Asumiendo todos los riesgos, algunos y algunas perdieron la vida o la integridad en esas trochas, en donde armados y traficantes de todos los pelambres impusieron montos diferenciados para el cruce. Ha sido un proceso doloroso que pocos quieren que se vuelva a repetir.

Y si bien el énfasis sobre la apertura de diversos voceros y voceras de diferentes agremiaciones y sectores ha sido el restablecimiento de las relaciones comerciales y el flujo de mercancías, Gustavo Petro ha puesto el dedo en la llaga cuando afirma que la apertura debe beneficiar, en primera instancia, a los habitantes de lado y lado que se arriesgaban todos los días en las trochas.

La reapertura debe representar, afirmó Petro, “un salto cualitativo en materia de derechos humanos en toda la frontera (…) debe redundar en un aumento de la calidad de vida”.  Así que, en clave de los sectores mayoritarios –que son los que sustentan las democracias y que ahora en Colombia tienen voz en la presidencia de la República–, se espera que nadie más sea obligado a entrar a su propia casa por el tejado.

Y mientras la herida comienza a sanar, el tejido se reestablece, además, con la participación activa de la gente, en espacios de diálogo, para contribuir a identificar problemas y a plantear soluciones y políticas; los diálogos vinculantes a un lado y el Congreso de la Nueva Época en el otro, son ejercicios deliberantes y de poder popular que se suman a esta dinámica bolivariana de democracia, paz y unidad, que se entrecruza interesantemente en la franja binacional.  

Mónica Delgado

 


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