Petro parece que no moja, pero empapa
Era mirado con muchas reservas por la gente proclamadamente socialista de América Latina
29-09-22.- ¿Cómo se llama cuando uno espera mucho de una persona y ella da poco o nada? Decepción. ¿Y cómo se llama cuando uno no espera nada o espera poco de una persona, y da mucho? Pues, parece que no hay una palabra tan exacta. Podría decirse que es una sorpresa positiva. Y eso es lo que ha estado pasando –hasta ahora- con la izquierda y Gustavo Petro.
El presidente de Colombia era mirado con muchas reservas por la gente proclamadamente socialista de América Latina. Se tenía la certeza de que, pese a su mítico pasado de guerrillero del M-19, era un tibio, uno más entre los candidatos izquierdistas triunfantes que han llegado a gobernar igual que si fueran de derecha. O peor.
Pero, a juzgar por sus primeras semanas en la Casa de Nariño, Petro está dispuesto a emplearse a fondo en su oportunidad histórica que, como bien se sabe, en Colombia es una sola, por cuatro años apenas, ya que no está permitida la reelección. Una oportunidad que consiguió luego de dos intentos fallidos, el primero ante Juan Manuel Santos, en 2010 y el segundo frente a Iván Duque en 2018.
Sin estridencias, Petro ha tomado decisiones respecto a la relación bilateral con Venezuela. Rápidamente, demostrando voluntad política, acordó nombrar embajador y aceptar en Bogotá al que fue designado por el presidente constitucional Nicolás Maduro; dispuso todo lo necesario del lado colombiano, para la reapertura de la frontera; y, en un gesto fulminante para la camarilla del interinato y sus jefes estadounidenses, ordenó que Monómeros sea devuelto al Estado venezolano.
Tiene justificación que estas acciones relativas al nexo binacional causaran sorpresa positiva, pues Petro había sido bastante áspero con respecto a Venezuela durante la campaña electoral, llegando incluso al extremo de equiparar las actuaciones de Maduro y Duque en lo referido a derechos humanos: una insolencia descomunal para el jefe del Estado venezolano. Visto en perspectiva, hay que suponer que aquello fue una táctica propagandística destinada a evitar que hiciera peor efecto la, de por sí, perniciosa campaña de la derecha colombiana destinada a identificar a Petro con el “comunismo venezolano”, matriz de opinión que abonó a su derrota en 2018.
Petro tenía que cuidarse de esa campaña, apoyada en su pasado insurreccional, en una larga militancia en diversos movimientos de izquierda y en su rol como denunciante del paramilitarismo uribista.
Pretendieron identificarlo no solo con el chavismo venezolano, sino con las guerrillas que siguen activas en Colombia, una falsedad, pues siempre ha marcado distancia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
El verdadero “pecado” de Petro ha sido que desde una postura de izquierda moderada se ha perfilado como uno de los más formidables adversarios de Álvaro Uribe, a quien no le dio tregua en su tiempo de presidente, presentando denuncias sobre el desarrollo de las células paramilitares Convivir durante la gestión de Uribe como gobernador de Antioquia; el financiamiento de su campaña electoral presidencial por personajes como Enilse “la Gata” López, cabecilla de las Autodefensas Unidas de Colombia (paramilitares); y el vínculo del hermano del presidente, Santiago Uribe, con el narcotraficante Fabio Ochoa.
Volviendo al auspicioso inicio del gobierno de Petro en materia bilateral, en términos de realpolitik, lo importante son los hechos actuales y no las palabras del pasado. En este caso, la acción ha sido diametralmente opuesta a los dichos anteriores, pues el nuevo gobernante neogranadino reconoció al gobierno de Maduro, trabajó en el restablecimiento de relaciones y en la reapertura de la frontera incluso desde antes de asumir el cargo, en su rol de presidente electo.
Desde luego que estas primeras acciones no han convencido a todos ni han convencido del todo a algunos. Son muchos los desengaños que ha tenido Venezuela con los gobernantes y líderes de “la hermana República” y esos recelos no se erradican de un día para otro.
En la ONU
Igual que ha ocurrido con varias de sus ejecutorias y declaraciones en las pocas semanas que lleva en el poder, Petro causó un impacto favorable en las fuerzas progresistas globales en su primera intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
La solidez ideológica y la claridad de conceptos de la que muchos dudaban, emergió al censurar las actitudes belicistas de Estados Unidos y declarar perdida la guerra contra las drogas, que ha sido el argumento falaz para el intervencionismo norteamericano en Colombia y, a través de ese país, en Venezuela y la región toda.
Petro expresó estas ideas a pesar de haber recibido varias “visitas disuasivas” de altos funcionarios estadounidenses, incluyendo a la jefa del Comando Sur, en días previos a su intervención en la ONU.
Las ejecutorias de Petro en el gobierno central no deberían sorprender demasiado, pues ya en su gestión en la Alcaldía Mayor de Bogotá adelantó novedosas y controversiales políticas públicas, como prohibición de porte de armas; inclusión de mujeres y de militantes de los movimientos LGBTI; atención a los adictos a las drogas; cambios en el suministro de agua, el transporte masivo y recolección de residuos.
Justamente, debido a este último punto, intentaron sacarlo de la vía mediante un proceso administrativo por la Procuraduría General de la República, que terminó destituyéndolo en 2013 e inhabilitándolo por 15 años para ejercer cargos públicos. Pero solo permaneció fuera de la alcaldía por un mes y algunos días, ya que fue restituido por decisión judicial.
Hoy, como presidente de Colombia, se proyecta como un izquierdista que, al contrario del promedio, parece que no moja, pero empapa.
Un intelectual provinciano y humilde
Por tener ya muchos años en la vida pública, hay quien cree que Petro es un dirigente político tradicional de la oligarquía colombiana. Pero en realidad, viene de una familia pobre y provinciana.
Nació en Ciénaga de Oro, departamento de Córdoba, al norte del país. El clan (de abuelos italianos) se mudó a Cundinamarca (centro) y el joven Gustavo comenzó su trajinar político en la ciudad de Zipaquirá. Estudió en el colegio católico La Salle y, según lo ha declarado, su incorporación a la lucha armada fue en defensa del principio cristiano de justicia social, una materia en la que Colombia tiene uno de los peores índices del planeta.
Identificado como miembro del M-19, fue a parar a cárcel Modelo de Bogotá y a otras varias prisiones durante año y medio, un tiempo que ahora valora positivamente porque fue de maduración y lo sacó de su zona de confort de intelectualidad e ingenuidad.
Mientras estuvo preso ocurrió el asalto a la Corte Suprema de Justicia, episodio que provocó el repudio general del M-19 y permitió a sus enemigos calificarlo como grupo terrorista. “Fue un monumental error”, ha admitido Petro.
Como parte de los acuerdos de paz de ese tiempo, viajó a Europa a cursar un posgrado. Esa ausencia lo salvó del destino de muchos militantes del M-19, que fueron exterminados luego de haber entregado las armas. ¿A alguien le suena conocido?
CLODOVALDO HERNÁNDEZ / CIUDAD CCS