04/02/2024.- El proceso bolivariano ha construido su épica con esfuerzo propio y con el imperialismo en contra.

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Contra todo pronóstico la Revolución Bolivariana cumplió un cuarto de siglo, que no es poca cosa si tomamos en cuenta todas las adversidades que ha enfrentado en todo este tiempo. Y el verdadero valor de esta hazaña radica en el hecho de que incluso en los peores escenarios la fuerza vital que la sostiene, el chavismo, no ha perdido la forma. 

Contrario a lo que pronosticaron las voces agoreras, que desde el principio dijeron que se trataba un fenómeno pintoresco de la realidad política nacional o un partido político más con fecha de caducidad, llegamos a este punto luego de un camino tortuoso que impuso avances, desvíos y retrocesos. 

Cómo no inflarse si hemos sobrevivido a innumerables vicisitudes que nos ha hecho la costra con la que seguimos enfrentando la guerra que no se ha detenido desde que llegó la revolución, sin obviar que tenemos de enemigo a un imperio sanguinario al que no le importa ni siquiera sacrificar a su propia gente. 

Los que se dedican a teorizar y a analizar seguro dirán que se trata de un fenómeno de masas cualquiera, con su lógica de irrupción violenta, fijación y anquilosamiento. Sin embargo, que hayamos construido nuestra propia épica y sistema de gobierno sin ayuda de nadie nos da el valor de asumirnos como uno de los procesos políticos y culturales más importantes de finales del siglo pasado y de este que corre. No es un fenómeno cualquiera, es nuestro y hay que valorarlo en su justa dimensión. 

Son innumerables los logros alcanzados en estos 25 años, incluso en medio de las dificultades. Tampoco es innegable que aún hayan temas pendientes por resolver como gobierno, pero asimismo es insoslayable que desde la aprobación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela la mayor parte del presupuesto nacional esté destinado a la atención social, con lo cual se saldó una deuda histórica que dejaron los gobiernos de la Cuarta República. 

Es por ello que no se pueden minimizar ni banalizar los triunfos que logre la Revolución Bolivariana, bien sea en materia económica o política, porque todo se ha hecho con esfuerzo propio y en medio del asedio. Con 25 años de recorrido, proceso que se empezó a cocinar dos décadas antes al fragor de las luchas contra gobiernos neoliberales, y más allá de las consignas, podemos afirmar que la revolución es irreductible por el simple hecho de no ser un número determinado de componentes sino por ser, precisamente, la intensidad y la identidad que disuelve el número. 

Heathcliff Cedeño