Psicosoma | Telarañas colgantes
27/02/2024.- Siento que despierto rodeada de cables: a través de la ventana veo unas ardillas medio borradas entre la telaraña eléctrica formada por un cablerío de hilillos en el que también distingo, a la altura de mi balcón, a un hombre que cambia el servicio de televisión o de internet del nuevo vecino. Un rato después se marchan las ardillas…
En mis recuerdos rondan las ardillas del patio de Escazú, con el roble rosado y el susurro del riachuelo Agres, antídoto de mis insomnios —tremenda almohada hídrica—, pero hoy son los carros, el claxon de las motos y los pasos en las escaleras los que producen temblores en mi apartamento. Aquí casi siempre tiembla, por lo que no distingo entre unos y otros. Solo en las madrugadas, toda la cuadra verde del frente del Dr. Aray se acerca con su bosque eterno de trinos y maullidos.
Disfruto la ciudad con las personas amables y les digo con frecuencia a los ticos y las ticas conocidos que es casi imposible tomar una foto sin esas telarañas eléctricas de fondo. Tampoco se pueden usar elegantes tacones —a mí me encantan los de tipo aguja— frente a la nostalgia por unos zuecos, que, por cierto, también son difíciles de calzar en esta Costa Rica. Por eso, camino descalza en los parques y hasta me provocaría caminar en zancos para evitar la cantidad de baches.
La contaminación visual y olfativa es terrible y pienso en cargar sahumerios por el centro de La Merced, en la plaza "de los migrantes", la iglesia y el paseo Colón, en la zona oeste, muy rica para conocer al ser humano. Divago por el pequeño bulevar hasta la biblioteca, donde hacen recitales, y luego voy rumbo a la Universidad de Costa Rica para hurgar libros, ya en la parte este. Ya bajan olores fétidos, pero la contaminación visual sigue por el paseo de cinco kilómetros. Al caer la tarde noche no hay "tutía", salvo tomar un "Arcángel Uber" que te lleve directo a conocer la otra San José nocturna, maleante, lúbrica, cruel, narcótica, perversa, curiosa y psicotrópica, con unas madamas y cafichos del más allá…
Casi toda la ciudad está diseñada para trasladarse en automóvil y el sobrepeso hace su agosto. A las personas no les gusta caminar ni unas cuadritas. Me recuerdan a los peruanos que para comprar el pan van a la esquina en carro. Las aceras sin mantenimiento son trampas mortales. Si a una le gusta trotar y toma las autopistas, los choferes nos invisibilizan, en un país chirriquitico para tanto carro. El asunto del aumento de la obesidad es alarmante, al punto de que estamos en el segundo puesto en América Latina.
Aquí, el entorno de la ciudad, en San Francisco de Heredia, grita viernes lunar, con los bares full, en sitios como La Deportiva, Leño y Carbón y mi barrio, la Cuadra de la Escritora del Buen Vivir. Es un lugar cheverísimo porque están las paisanas venezolanas con las empanadas Henaos, la floristería, la panadería y la farmacia. El amigo Van Green tiene su venta de bicicletas de montaña. También están la Galería Fral, el mercadito Pana o El Chirón. La siguiente cuadra de mi zona, llamada Santa Cecilia, continúa con la iglesia, los parques, más negocios de fritangas y la caballeriza (que me traslada mentalmente con mi papá a la sierra, donde montaba a Lucerito).
La educación preventiva brilla por su ausencia en todas las estructuras de la sociedad josefina. Para tener una vida con menos problemas y más saludable en todos los sentidos hay que erradicar el sobrepeso y la obesidad. Los mismos están ligaditos con los hábitos destructivos como las comidas chatarras y el sedentarismo, que inciden directamente en las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT), que fueron la causa de más del 60% de las muertes Del 2022. Las ECNT son prevenibles y tratables, como la diabetes mellitus, las enfermedades cardiovasculares, o el cáncer.
Uno de cada tres costarricenses padece de sobrepeso y casi el 90% son obesos según el índice de masa corporal. La tendencia sube en la población escolar. Es cierto que existe una predisposición genética, al igual que en la hipertensión y la diabetes. Sin embargo, la misma podría ser neutralizada con hábitos saludables y cambios en el estilo de vida, que incluyan una alimentación balanceada, actividad física y una buena educación para dormir.
La gordofobia es una realidad, un estigma, así como que existe una epidemia mundial de obesidad, pero estamos a tiempo para detenerlas.
Rosa Anca