Crónicas y delirios | Historia detrás de las canciones
La Freddy de Cuba y su fogón sonoro
01/03/2024.- Se llamaba Fredesvinda García Valdés y nació, asediada por la pobreza, en la provincia cubana de Camagüey en el año 1935. Debido a acuciantes razones de subsistencia, tuvo que emigrar a La Habana, y —como el destino es casi obvio para quienes sufren de penurias— solo halló trabajo en el área de servicio doméstico.
Ahí la ubica nuestra crónica en plan de cocinera dentro de una lujosa mansión de El Vedado. Está descomunalmente gorda, pesa más de ciento cincuenta kilos, canta con timbre de contralto mientras prepara el ajiaco o el congrí y no usa zapatos (nada más aguanta las chinelas, aunque algunos agregan que también suele andar descalza por la calle).
En estas instancias las historias se cruzan. Ciertas versiones dan cuenta de sus noches de tragos y canciones a capela en el Bar Celeste, mera médula de Centro Habana, sitio bohemio donde se reúnen músicos, artistas, periodistas e intelectuales insomnes. La voz única y andrógina de Fredesvinda estremece al público variopinto: no hay nadie que proyecte los sonidos de tal forma. El mito empieza su camino hacia una fama instantánea. Vendrá entonces el cabaret del Hotel Capri, los programas de televisión, la rivalidad cordial con Celia Cruz, la Lupe y Olga Guillot, las giras y los viajes.
Otro cauce señala a la compositora Ela O’Farrill como la insigne culpable de descubrirla cuando, habiendo sido invitada a comer por los dueños de una mansión de El Vedado, escucha a alguien que se prodiga en el canto mientras revuelve especias dentro de la cocina. Alucinada, se levanta, llega al fogón y abraza con honores a una gorda anónima llamada Fredesvinda García. Empezará así el respaldo de la amistad y el patrocinio de Ela O’Farrill a su monumental descubrimiento, hasta el grado sensible de componer el bolero Freddy:
Soy una mujer que canta
para mitigar las penas
de las horas vividas y perdidas.
Me queda solo esto:
decirle a la noche
todo lo que yo siento.
Cantando canciones,
despierto ilusiones
dormidas en mí.
(...)
¿Qué fue mi vida desde siempre?
Solo trabajo y miseria
(...)
No era nadie, y, ahora,
dicen que soy una estrella,
que me convertí en una de ellas
para brillar en la eterna noche.
En Freddy también se inspiró Guillermo Cabrera Infante para el personaje de La Estrella en su novela Tres tristes tigres (pasajes recogidos más tarde por el autor en el volumen Ella cantaba boleros), y su retrato se colma de literatura vivencial:
Con un vaso en la mano, moviéndose al compás de la música, moviendo las caderas, todo su cuerpo, de una manera bella, no obscena, pero sí sexual y bellamente, meneándose a ritmo, canturreando por entre sus labios gordos y morados, agitando el vaso rítmicamente (...) el efecto total era de una belleza tan distinta, tan horrible, tan nueva.
Freddy, a secas, Fredesvinda García Valdés o Estrella Rodríguez, en la ficción novelesca, llamada también por el clamor del público como "la Ella Fitzgerald cubana", murió a sus breves y rollizos 26 años en la isla de Puerto Rico, con motivo de un ataque cardíaco. El son de su patria la acompañó en espíritu profundo hasta el último momento.
Alma llanera, de la zarzuela de costumbres a nuestro segundo Himno Nacional
Recordábamos una vez en esta columna que en el año 1914 se estrenó, en el Teatro Caracas, la zarzuela costumbrista Alma llanera, con letra de Rafael Bolívar Coronado —un joven nacido en Villa de Cura, que se iniciaba en los afanes intelectuales—, y música del maestro Pedro Elías Gutiérrez, a la sazón director de la Banda Municipal.
La obra tuvo gran resonancia y una de las piezas que se entonaban en ella, también de nombre "Alma Llanera", luego se convirtió en el segundo himno nacional de Venezuela, ante cuyas estrofas todavía hoy nuestro fervor nacionalista suelta prolijas lágrimas, sobre todo si nos hallamos en suelo extranjero:
Yo nací en esta ribera
del Arauca vibrador.
Soy hermano de la espuma,
de las garzas, de las rosas
y del sol, y del sol.
Me arrulló la viva diana
de la brisa en el palmar.
Y por eso tengo el alma
como el alma primorosa,
y por eso tengo el alma
como el alma primorosa
del cristal, del cristal.
No obstante, años después el mismo Bolívar Coronado juzgó en términos peyorativos su creación: "De todos mis adefesios es la letra del "Alma llanera" del que más me arrepiento". Jamás sabremos si en verdad se trató de un juicio sincero o de otra de sus famosas adendas.
En reconocimiento a nuestros asiduos lectores, copiamos el link del bolero Freddy, cantado por la propia Fredesvinda: https://www.youtube.com/watch?v=t9W3zFUgBw8
¡Buen provecho!
Igor Delgado Senior