Cívicamente | ¿El derecho a la salud es lógica o ética?

Urge un cambio de paradigma

Me gustaría hablar de la salud como un derecho, pero pareciera que se entiende mejor como una mercancía, suntuosa además, tanto que enfermarse es un lujo, desafortunadamente imprescindible; en ese estado se padece más por la falta de recursos económicos que por la propia enfermedad. 


En esa lógica, entonces, quien no tiene dinero debe acudir a un hospital, así nos programaron, porque quien tiene va un establecimiento de salud privado, donde igual no te garantizan la vida, pero al menos te hacen sentir que si te mueres no será por tu culpa, porque hiciste todo lo que pudiste: la salud tiene precio y lo pagaste. 


En el otro escenario, la culpa será tuya por no tenerlo, y aunque seguro también hiciste  lo necesario, el tiempo no te alcanzó para esperar la cita del examen, para soportar una  suspensión más de la operación, que repararan el tomógrafo, que llegara el médico… 


Y aunque ir a un hospital, cuando de atender la salud se trata, debería  ser la conducta idónea dentro de un Estado garante de este derecho, siempre estará ahí un portero o portera para decirte con su actitud hostil y discrecional que no es así, que es una circunstancia de un estrato socioeconómico bajo. 


Te esperará por ahí, también, alguna enfermera inconforme con su salario para castigarte con su ausencia,  con su negligencia y falta de tacto, lo hará hasta que tu miseria sea mayor que la de ella y entonces encontrar en ti su consuelo.


Afortunadamente no faltarán tampoco los bienintencionados, los que creen y hacen para que el precepto se cumpla, ahí estarán con esfuerzos anónimos, insuficientes y desgastantes. 


Y así nos perdemos en esta  perversión de la sociedad de consumo donde las necesidades humanas se convierten en negocio, no solo es la salud, también la educación y la vivienda, mercancías altamente valoradas no dispuestas para todo usuario. 


Esquemas que se pasean por nuestras academias, deformando a los profesionales que egresan con las competencias de su grado, sí, pero también claros a cuál sociedad servirán, a la que no tiene pacientes, sino clientes, en la que no hay ciudadanos ejerciendo su derecho a la salud, sino gente que por su “trabajo y esfuerzo” pueden pagarse la existencia. 


Un muy triste panorama para un derecho social fundamental, como lo es la salud, obligación del Estado y que debe ser  garantizado como parte del derecho a la vida. 
Son muchas las circunstancias que podemos mencionar para justificar que no tengamos el goce pleno de este derecho, muchas de índole económica, político, seguro, pero ideológicas y culturales también, que son las peores, pues hacen fallido cualquier esfuerzo porque quienes ejecutan estas funciones bajo esos paradigmas tributarán siempre en favor de lo privado. 


Misma conciencia persiste en todas las estructuras de la Administración pública, donde las mejores condiciones laborales y contractuales son las que incluyen, y así lo demanda el funcionariado y pelean los mejores sindicatos, pólizas de seguro o cualquier fórmula dineraria que permita saltarse el hospital y garantice atención privada. 
Urge la desmercantilización de la salud, pero antes es imperioso corregir el daño causado por la lógica del capital en cada uno de nosotros. Solo la ética socialista podrá hacerlo, no hay otro camino.   

 

Carlos Marrique

 


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