Palabras... | Carta G.
Parte I
Al Poeta Gustavo Pereira
04/04/2024.- Ciudad de Cumaná. Venezuela
Estimado y admirado poeta, le escribo esta carta porque al parecer es mi fraternidad responderle, esto último lo considero yo, sobre todo por su gentileza y sencillez de aceptar hacer una presentación a un libro en proceso sin posibilidades de un final alguna vez, tal vez un corte brusco, debido a la densidad del tema y el atrevimiento de la propuesta. Tanto usted como yo, tal vez, no hemos reparado en los múltiples compromisos que usted tiene por el hecho de ser un poeta nacional, de hecho, diría yo, el poeta nacional de Venezuela, antes de asumir el apreciado gesto de atenderme. Pudiera argumentar dos cosas para insistir. 1: Que el libro en la pág. 7 abre con uno de los versos, que de tantos excelentes versos suyos, escogí para que tuviera una función necesaria en el libro. Pero sería una vulgar celada o algo que lo compromete más. 2. Que en la pág. 4, me vi en la obligación de escribir unas líneas como argucia para que ayudara a que las diversas personas a quienes le he pedido el favor de leer el libro me dieran una opinión, con la garantía de que los colocaría en el libro, al principio o al final, supongo yo ahora como atracción o pago, y quizás ellos lo harían algunos por gratitud y otros soñando con la posibilidad de perpetuarse en la historia, si se diera el milagro de que este esfuerzo sobrehumano de hacer este libro fuera estimado masivamente, pero confieso, la mayoría no ha tenido tiempo de leerlo.
Líneas que escribí para que ayudaran a que recibieran el libro y lo leyeran:
“Es un libro para tranquilizar y recomprenderse. Recíbalo, por favor. No importa por los momentos si usted no lo puede leer. Ubíquelo por ahí, tal vez tenga tiempo para ojear un poco en el porvenir lo que tiene que ver con nuestras vidas. Téngalo, apartadito, porque también es posible que encuentre a alguien más adelante y el libro le pueda servir, y se lo facilita en mi nombre y en el suyo, si es su parecer, y esperemos. Siempre tenemos amigos o conocidos que necesitan un sentimiento y eso es lo que quisiera fuese este libro, un sentimiento”.
Igual este escrito no ha surtido efecto hasta ahora y seguramente no cumplirá el objetivo previsto.
Evidentemente esto no tiene nada que ver con usted, es simplemente para completar los dos argumentos que le numeré y le mostré.
Quería también contarle que hace muchos años, en un mero arranque de principiante e incipiente escritor (y que creo que uno siempre en estos oficios se está iniciando, relativo a que debe ser nuevo o creación todo lo que hace), alguien me pidió que le hiciera un prólogo a su libro. Me pareció un pedimento que me hinchaba el ego y que, por otra parte, en el trasfondo, valoraba seguramente lo que había escrito o lo que había leído de mí. Acepté hacerle el prólogo, sin percatarme del riesgo de todo aquel que acepta hacer un prólogo, pues no sabe nada de lo que hay dentro del libro, y yo ni siquiera sabía cómo se hacía un prólogo, solo que con el tiempo podía ser importante para mi currículum de escritor. De prólogo, una palabra sumamente cargada de sabiduría para el que se le solicitara hacérselo a alguna obra, solo sabía que era una palabra que se usaba para distinguir el comienzo de un libro. Ya había aceptado hacer el prólogo, y esa misma noche leí el libro. Era un libro corto en hojas y pequeño en el formato, de pocas páginas con textos breves, tenía nombre de pájaro, recuerdo, era igual de corto como los que yo había empezado a publicar, hasta pensé que me estaba imitando, tanto en título como en formato. Pero yo publicaba esos libros en ese formato porque eran los más económicos para imprimir, puesto que yo mismo casi siempre me financiaba los libros.
A pesar de mi poco conocimiento de literatura en ese momento como en el actual, sentí que el libro carecía de poesía.Tal vez no era su don o su interés, o su obsesión. Al decir de Rainer María Rilke, moriríamos si no pudiésemos volver a escribir. O como casi la mayoría de grandes escritores nos lo han dejado saber para la historia: el arte es trabajo, trabajo, trabajo; por supuesto, impulsado por cierto talento y obsesión, o quizás haber nacido para esa misión con uno mismo. Aunque se puede trabajar de luna a sol durante toda la vida, pero si no mueres al privarte de escribir, no servirá de nada. Pero le escribí el prólogo y lo llamé antiprólogo. Y antes de entregárselo se lo leí y le dije y le expliqué, hasta donde yo creía que sabía, que era el primer y último prólogo que haría por los riesgos en que exponía a mi ego y mi imagen como escritor, puesto que así el libro sea un mamotreto uno está como obligado, por respeto, a escribir bien del libro. Y él me respondió agraciadamente algo así: “Ya con esto puedo ser famoso... el único antiprólogo que le han escrito a alguien ha sido a mí”.
Apreciado lector si siente curiosidad de saber cómo finaliza esta carta, escrita en el 2022, espera la segunda parte que saldrá el próximo jueves.
Carlos Angulo