Al derecho y al revés | En la Filven de Mérida
10/04/2024.- La semana pasada fui invitado a participar en la Filven de Mérida, el estado natal de mi padre.
Serían cuatro días de conversatorios y ruedas de prensa lo que conllevaba, como es de suponer, hacer arreglos para que mi trabajo no sufriera y mis cinco gatos tampoco.
Para ello conversé con personas amigas y no tanto, quienes a pesar de tener puntos de vista encontrados, coincidían todos en delirantes consejos:
1. “No vayas a ir” fue el común denominador.
2. “No hay luz ni gasolina, asaltan por la carretera”, me decían sin saber que yo pensaba viajar en avión.
Curiosamente solo mi más cercana amiga me dio ánimo y hasta sugirió que tal vez podríamos mudarnos para esa ciudad andina.
Por supuesto que siendo aún rebelde, poco caso le hice a tantos y tantas agoreras, y viajé.
Lo primero que sí comprendí es que en nuestro país es muy difícil que el capitalismo de libre competencia y mercado triunfe, por ausencia de empresarios serios.
¡El pasaje de Conviasa encontré que lo vendían a casi seis veces más del precio que la aerolínea cobra!
Por lo demás el avión brasileño para desilusión de las voces agoreras, no solo no se cayó o sufrió daños, sino que salió de Maiquetía y llegó a El Vigía puntualmente.
Las jóvenes asistentes de cabina –como ahora llaman a las aeromozas— alegres cumplieron con su trabajo y la nave no tenía nada que envidiar a otras similares pero fabricadas o en Europa o en USA.
La subida a Mérida fue lenta como se espera de un bus moderno pero casi lleno de pasajeros con maletas.
Eso sí: para mi gusto que siento amor por esas tierras, el camino hasta la capital emeritense estaba lleno de negocios cerrados, pero al estilo andino tan distinto al de nosotros los caraqueños y quizás al resto del país. ¡A ver si copiamos algo de los gochos!
Los negocios estaban cerrados pero no abandonados.
Muros y cercas se veían bien, pintaditas las fachadas, aunque el tiempo que siempre ayuda a desvanecer las pinturas, hacía de las suyas.
En algunos de esos negocios cerrados –la mayoría pequeñas industrias de apoyo a la construcción- vi gente haciéndole mantenimiento a las maquinarías… como hacen las gentes de la montaña que cuidan “sus cositas”.
En fin, llegamos a Mérida y vi la ciudad golpeada, pero bonita.
Todas las separaciones viales tenían arbustos con flores y no se veían rastros de basura.
En el modesto hotel donde nos alojamos, nos dijeron que la luz se iba, pero que tenían luminarias que duraban encendidas hasta doce horas.
Y así llegamos al sitio donde se inauguraría la Feria Internacional del Libro Venezuela, capítulo Mérida.
Un gran edificio moderno, abierto y bien mantenido al igual que las plazas con un gran auditorio para 1.200 espectadores que se llenó para el acto principal.
La ciudad no está muerta, aunque se ve que se han marchado algunos residentes. La especulación de precios de Caracas allá no existe y no encontré gente hablando de política aunque, fieles a la tradición, expresaban sus puntos de vista y críticas.
La feria como tal tuvo pocos libros recientes –el internet ha hecho daño— pero en el mercado de libros usados encontré ejemplares muy interesantes que estaba buscando.
El gobernador y su esposa son jóvenes realmente encantadores, hacen una bella pareja.
Para el evento principal llenaron los 1.200 sillones del auditorio del Centro Cultural Tulio Febres Cordero y como dato estadístico me contaron que la inhabilitada había estado hacía unas semanas y tuvo un buen recibimiento… de unas 200 personas.
Sin embargo los “encuestadores” aún pretenden que la culpable de las sanciones “tiene más del 90 %”, la misma bobería de hace 20 años cuando pretendieron que Manuel Rosales, entonces menos disminuido, ganaba.
Estos mentirosos de profesión se parecen a los que me decían en Caracas que Mérida “estaba muerta” o que “era peligroso ir hasta allá”.
Unos son sinvergüenzas, otros idealistas que confunden sueños con realidades, pero valió la pena viajar. Mérida está bonita.
Domingo Alberto Rangel