EstoyAlmado | ¿Y tú qué eres?

¿Digital o analógico?

Ante semejante pregunta cualquiera puede creer que tiene que ver con la preferencia sexual, política, religiosa o deportiva. Pero no. Es otra duda que, aunque no se pregunta, se evidencia a cada rato en la cotidianidad: ¿eres analógico o digital? 

Se consideran analógicos aquellas personas formadas con los viejos métodos y las herramientas de la comunicación tradicional. Apenas adaptados a la irrupción del internet en los años 90, al correo electrónico como novedad y, en la actualidad, amantes del wasap como guía diaria. 

Son aquellos que podían resolver su vida sin estar poseídos día y noche por el teléfono “inteligente”, y sin el casquillo fútil de las redes sociales. Una máquina de escribir, el correo postal, la radio, la televisión y el periódico, eran suficientes para sentirse comunicado con el mundo. En esta última tendencia aún se mantiene un margen de la población. Son guerreros cotidianos que subsisten a la brecha digital y al deslumbramiento del mundo virtual.

De los digitales pueden haber varias categorías. Una está compuesta por analógicos que aún están en transición, aunque ya se sienten modernos. Hacen transacciones bancarias básicas con sus teléfonos celulares, envían y reciben “captures” (así le dicen), ven ocasionalmente televisión por streaming (Netflix, Amazon, HBO), publican estados de wasap, postean videos (preferiblemente) en las redes y practican el deporte de enviar compulsivamente cadenas por los grupos. 

Son analógicos que pueden llegar a creer que el internet y las redes son solo medios para entretenerse y resolver los pendientes, pero sin ellos se sienten “desconectados del mundo”. El celular es lo primero que ven al despertarse y lo último al dormirse. 

Forman parte de una nueva especie: Homo interneticus, una versión actualizada del Homo Videns del que hablaba en su obra Giovanni Sartori. Son analógicos intentando adaptarse a un ecosistema digital. Están empoderados de decir algo al mundo cuando lo deseen, en vez de ser receptores pasivos como eran sus padres y abuelos en el pasado sin internet.

También están los empíricos digitales. Además de todo lo anterior, estos encuentran, ensayan y dominan herramientas de comunicación digital que ni el mejor posgrado universitario enseñaría. Manejan nociones básicas de comercio electrónico, criptos, redacción SEO y programación web. Sorprende la naturalidad con la que procesan rápido temas que a los analógicos les puede costar un diplomado o un máster. 

Para ellos (empíricos digitales), las redes son un accesorio para los “comunes” analógicos. Y el internet lo consideran una fuente para crear y encumbrarse en nuevos hábitos y oficios, diametralmente opuestos al modelo tradicional. 

Leen blogs, escuchan audiolibros, asisten a webinars, descargan aplicaciones que no son juegos, prefieren tener dinero en la nube y valoran más los foros virtuales con debates abiertos y posturas disímiles, que un congreso presencial con un mensaje unidireccional. No les interesa tanto tener presencia digital, pero sí aprender del mundo virtual para darles forma y sentido a sus ideas. 

En medio de ambos mundos (virtuales y analógicos) están los niños de ahora que apenas naturalizan el entorno digital. 

También en el medio de esta nueva ola, subsisten los adultos analógicos, semivirtuales, con una curva de aprendizaje que los colocaría en la primaria del mundo virtual, comparado con los empíricos; pero que paradójicamente pueden ser vistos como “seres actualizados” por sus hermanos, los analógicos del wasap, cuyo pasatiempo es curucutear el estado de vecinos y familiares, o pagar Netflix para ver la vida de narcotraficante Pablo Escobar o rever Pasión de gavilanes

¿Y tú, qué eres? ¿Digital o analógico? Los ni-ni apagarán el teléfono celular hasta nuevo aviso.

Manuel Palma

 


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