12/04/2024.- El deslumbrante Gabriel García Márquez, genial por los cuatro costados de la existencia, sufrió de alzheimer en el último tiempo de su vida. Y aún bajo la deletérea carga de la enfermedad, pudo escribir cinco versiones de la novela corta En agosto nos vemos. Sin embargo, luego del tour de force que se supone hizo consigo mismo para su creación, el Gabo determinó una tarde de todavía mediana conciencia y quizás con gritos destemplados: “¡Este libro no sirve, hay que destruirlo”.

Pero nadie en el centro de su familia ni de sus editoriales se atrevió por supuesto a hacer trizas una obra de García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982; ni siquiera su esposa Mercedes Barcha, ángel de Cien años de soledad y demás páginas eternas. 

La reláfica viene a cuento porque hace algunos días, los hijos del escritor, Rodrigo y Gonzalo García Barcha, decidieron publicar En agosto nos vemos, a los diez años de la muerte del Gabo, contrariando la decisión destructiva del autor. Entonces, ensamblaron en un solo texto las cinco versiones de la obra, buscando como ayuda al sempiterno revisor de las obras garcíamarquianas. La editorial tampoco se hizo esperar, sería Random House en un lanzamiento mundial a todo trapo y contra todo estropicio.

Confunde que una obra menor, crucificada por las alteraciones que produce el alzheimer y además condenada por el propio García Márquez, se ubique hoy en la cumbre publicitaria con el rango de gran “obra póstuma”. Las razones son obvias: la editorial piensa vender casi inmediatamente cuatro millones de ejemplares; y prueba de ello fue su primer día de expendio en Colombia, cuando un tumulto de ávidos compradores hizo cola para adquirirla. Y nos llamó la atención que distintos entrevistados, sin todavía haber leído la novela, declarasen emocionadamente a su favor. “Así es el virus de la publicidad”, quizás diría García Márquez desde su nebuloso y alzeimeriano más allá. 
Esta novela de 150 páginas y seis capítulos, trata de las visitas  que cada mes de agosto hace Ana Magdalena Bach (46 años), acomodada dama de Bogotá, a la tumba de su madre en una isla del Caribe colombiano, y consecutivamente a los encuentros extramatrimoniales de pasión que lleva a efecto durante los mismos.

Con foco de tribulaciones críticas apuntamos, pues somos admiradores infinitos de García Márquez, que el planteamiento narrativo de En Agosto nos vemos resulta esquemático y predictible, consecuencia, sin duda, de la enfermedad del autor, salvo el desenlace cuya sorpresa nos recuerda los mejores logros del genio de Aracataca.

   MANCHONES 

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