Al derecho y al revés | ¿Y quién puso a ese candidato?
24/04/2024.- La primera voz de protesta fue la de la inteligencia artificial, que por vez primera desde que la crearon le reclamó al programador con un "yo no fui", simulando el tono nasal de Donald Trump.
Cuando el engendro se calmó, y tras arrumacos electrónicos del programador jefe del Valle del Silicón, la IA continuó su trabajo, que por coincidencia tenía que ver con Venezuela.
Un millonario texano había apostado grandes sumas para averiguar quién había sido el de la idea de proponer la candidatura presidencial de un ciudadano a quien nadie conoce, de quien nadie podría dibujar una caricatura similar a su rostro, y que, por haber pasado gran parte de su vida fuera de Venezuela, desconoce la geografía de su país, salvo el camino que va de su casa al aeropuerto.
Pues bien: el texano, que también es petrolero, acudió a la IA intentando ganar el envite.
Así, los contratistas del Silicon Valley entrevistaron a políticos de la oposición, y también del gobierno, quienes, aparte de ignorar de dónde sacaron a ese señor, coincidieron en que pasará a la historia por llamar a las mujeres "huelepegas, prostitutas y burras". Además, como si él fuese nórdico, se quejó por adelantado contra "los negros, los maricos y los indios".
La búsqueda en las redes limpió millones de correos, se compraron horas de grabaciones ilegales, entrevistaron a los "tiramealgo" que aseguraban saber lo que no sabían… ¡y nada!
Así estaban de cansados y golpeados los integrantes del equipo cuando inesperadamente un venezolano insignificante que recogía la basura en la oficina se entrometió y dijo en español: "A ese Edmundo lo conozco de atrás".
Expresión que traducida al inglés no había manera de aclararla, y así habría sido de no ser que el jefazo zanjó el tema y ordenó dejar el equivalente a nuestra mamadera de gallo y seguir adelante.
Así, "Minor" —que era el remoquete que los anglos le ponían al compatriota— explicó que, llegado a Caracas desde el interior, él había trabajado con un comerciante viudo que le dio alojamiento en su casa, frente a la de los González Urrutia, allá en los años sesenta.
Minor explicó que el comerciante le había tomado cariño —ya que no tuvo hijos con la extinta— y hasta lo puso a estudiar en la universidad.
Por esos años al ahora candidato lo llamaban "Cucho". Como ambos habían conseguido cupo en Diplomacia, el vecino hoy nariz parada se iba encolado a la UCV con el comerciante y con Minor.
Minor dijo que ambos se graduaron juntos, pero que Cucho, siendo estudiante, había ingresado a una especie de secta católica para ricos, solo que allí también recibían pelabolas porque tenían que llenar la nómina, según le dijo el propio Cucho.
Luego la vida los separó, porque Minor — siguiendo el consejo de Cucho— ingresó al Opus Dei. Nunca progresó por ser de izquierda, mientras que Cucho (a) Edmundo se hizo copeyano y con el tiempo llegó a embajador.
Sin embargo, Minor siguió conectado con su país y con la logia, de donde sacó la valiosa información.
Al desconocido Cucho (a) Edmundo lo eligió el Opus, que paga condominios y servicios de esos partidos "de la manito" o MUD, según contaron las fuentes venezolanas internas de la secta.
Con la alegría en el rostro, gracias al aporte de Minor, ese día finalizó.
Hecho el informe, la última palabra volvió a la inteligencia artificial, que nuevamente, imitando la voz de Trump, exclamó: "Bueno, ¿a qué viene tanta alharaca, si sea Cucho o Edmundo 'para todo el mundo o el inmundo' no puede ganar y no va a ganar, y ahora menos, sabiendo que lo eligieron los mismos que nombraron a Carmona y a su alto mando militar?".
Lo último que se escuchó fue la voz del yanqui jefazo: "William, mañana tomas el primer avión para Texas y a cobrar lo nuestro. No olvides el recibo y cuando regreses invita por nuestra cuenta a Minor para comer un steak".
Domingo Alberto Rangel