Retina | Con los pobres

29/04/2024.- Hace ya varios años me llama una de mis tías, urgida de recursos para poder lograr atención médica para mi abuela. Luego de acordar mi ayuda, y como era período de campaña electoral, mi tía preguntó si mi voto sería para Chávez. Respondí que sí y ella comenzó a increparme, argumentando que cómo se me ocurría votar por el comandante si era ese el candidato de “los tierrúos y marginales”.

Sospecho que este tipo de autopercepción fue creada a partir del auge de las empresas de televisión. Ellas requerían dirigir sus mensajes a una audiencia que podían segmentar por edades, pero no por clases sociales. Podían organizar su programación para tener segmentos dedicados a amas de casa, a niños, a jóvenes y adultos, pero no podían, o no creyeron conveniente, tener franjas de programación para pobres, campesinado, clase media o ricos. Optaron por disparar al centro y programar como si todo su público fuera de clase media, incidiendo en la formación cultural y en los gustos de toda la población, homogenizando la autopercepción de todas y todos.

Con frecuencia, en política, la gente vota por las candidaturas con las que se identifica en el sentido de percibirse como iguales, aunque no se percaten de que están votando en contra de sus propios intereses. En un debate sobre por qué trabajadoras o trabajadores de España votan por partidos de derecha, alguien sostenía que esos votantes se creían parte de la clase media española y los llamaba a revisar su propia condición, afirmando que si uno en su casa precisa de levantar un sartén para buscar otro sartén que está debajo, evidentemente uno no forma parte de la clase media. Para mayor precisión, decía que si había doce sillas en la cena de Navidad y las doce no formaban parte de un solo juego, uno no formaba parte de la clase media.

Mi tía, quien me llamaba para pedir ayuda porque no tenía recursos para atender a mi abuela, me reclamaba porque yo estaba dispuesto a votar por el candidato que mejor representaba los intereses de los pobres.

Hoy estamos de nuevo en presencia de un proceso electoral y bajo el mismo dilema que hemos tenido presente durante estos años.

Por un lado, tenemos como nuestro candidato al presidente Nicolás Maduro Moros, un trabajador a quien ha correspondido liderar nuestro esfuerzo socialista de alcanzar mayores niveles de bienestar y desarrollo, en un marco de independencia nacional, inclusión, justicia social y democracia participativa y protagónica.

En la acera de enfrente, desde Estados Unidos, cuyo Gobierno ha delegado el comando de campaña para Venezuela al tinglado de mafiosos anticubanos de Miami, nos pretenden vender como limpio al asistente del Matacuras, su mano derecha en la época del involucramiento de Venezuela en las masacres de El Salvador.

Ojalá que nadie se deje influir por este engendro de las mafias. El interés de Venezuela nace, se fortalece y da frutos en Venezuela. Nada tiene que decirnos esa corruptela miamera que ayuda al Gobierno de Estados Unidos a robar nuestros recursos y se conforma con las sobras que su amo le arroja al piso.

Freddy Fernández

@filoyborde

 


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