Palabr(ar)ota | Novela y política
30/04/2024.- La experiencia política venezolana del último cuarto de siglo es por todos conocida, pero la valoración de la misma depende de qué lado de la polarización que divide al país se ubique quien intente explicarse un fenómeno que puede caracterizarse de cualquier manera, menos de simple.
De un lado están quienes piensan que el ejercicio político, iniciado por Hugo Chávez, en 1999, es un intento de reafirmación de la soberanía nacional, y con ella de la necesaria autonomía para definir y ejecutar políticas económicas, encaminadas a una redistribución del ingreso nacional, en especial de la renta petrolera; redistribución orientada ahora hacia las grandes mayorías que, a medida que pasaba el tiempo, iban quedando cada vez más al margen de la democracia burguesa, iniciada después de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Del otro lado están quienes caracterizan la situación como una dictadura represiva, corrupta y expoliadora, cuyas políticas económicas condujeron al país a la bancarrota y la consiguiente miseria, lo que dio origen, entre otras cosas, al fenómeno masivo de migración de los últimos años.
Para los primeros, Venezuela es un país acorralado por la primera potencia económica y militar del mundo que, mediante una guerra de tercera generación, ha golpeado severamente a la nación, limitando la capacidad gubernamental para llevar adelante políticas orientadas a mejorar el nivel de vida de los más necesitados.
Para los segundos, se trata de un gobierno ineficiente que, al intentar desligarse de la economía capitalista de mercado, nacionalizar algunas empresas y anunciar el socialismo del siglo XXI, produjo la quiebra de la economía nacional con el consiguiente aumento de la pobreza y la migración.
No hay sorpresa al constatar que la producción literaria venezolana del último cuarto de siglo se divide siguiendo una de las dos posturas arriba enunciadas. De hecho, se ha hablado de endogrupo y exogrupo, de acuerdo a si hay un acercamiento o un distanciamiento del proceso político actual.
Lo cierto es que la polarización ha impedido un análisis cruzado de la más reciente producción literaria nacional. Con cruzado me refiero aquí a lecturas honestamente críticas, en cuanto al valor literario de las obras, que desde uno de los grupos se hiciesen de la producción del grupo contrario. Nada de eso ha ocurrido. Lo que se ha instaurado, en cambio, es el desconocimiento absoluto de la existencia del otro.
En ese contexto, en muchas ocasiones se crean personajes, se describen situaciones y se usan estrategias discursivas, encaminadas, antes que a la producción de un texto literariamente válido, a difundir la postura política del autor.
Hemos llegado, pues, a un punto en el cual la producción literaria nacional, y especialmente la novelística, se ha fracturado en dos grupos que se ignoran mutuamente. Una buena cantidad de novelas escritas por venezolanos y editadas fuera del país son desconocidas, incluso por quienes se dedican al estudio y sistematización de nuestra producción literaria. Es cierto que no siempre es fácil acceder a esas obras, y es cierto también que no pocas son abiertamente panfletarias, pero no todas.
Una situación similar puede encontrarse entre quienes escriben desde una posición solidaria con el proceso político actual.
Se impone una valoración honesta, desde la crítica literaria, de todo lo escrito por venezolanos durante estos veinticinco años para, como afirma el refrán, separar la paja del grano e identificar aquellas obras que inevitablemente conformarán nuestro canon literario contemporáneo.
Cósimo Mandrillo