Al derecho y al revés | El nuevo resentido
01/05/2024.- Cuando el movimiento bolivariano llegó al poder mediante una elección, todos los medios de entonces calificaron a los nuevos ganadores como "resentidos".
Querían decir entonces aquellos fablistanes mercenarios lo mismo que cierta oposición sigue repitiendo hoy, tras un cuarto de siglo, como signo de desprecio al pobre, pues, por considerarlo "inferior", no concibe que pueda gobernar.
Ojo: no es nada nuevo, porque ese sentimiento contra las grandes mayorías nacionales ya existía en el período en el que fuimos parte de España. Como entonces, quienes más despreciaban al pueblo no eran los pocos españoles que aquí se habían avecindado, sino más bien los mantuanos propietarios de haciendas esclavistas que habían nacido en Venezuela.
Quien no esté de acuerdo que revise la historia y explique entonces por qué el primer gran caudillo nacional no fue ni Bolívar ni Páez, sino el asturiano José Tomás Boves.
Pero, claro, habrá quien o quienes se salen de la parada diciendo que "eso fue hace tiempo".
Seguro, pero esos negacionistas del nuevo resentimiento en el campo de la oposición, quienes se defienden señalando que ellos no pueden ser resentidos porque crecieron en hogares "bien formados", y que si aquí hay resentidos, habrá que buscarlos en el gobierno —cosa rara cuando el bolivarianismo lleva 26 años en el poder—, tendrán que explicar las causas del evidente resentimiento de su desconocido candidato a Presidente y contrastarlas con la protesta que llevó al comandante Hugo Chávez al poder, hace un cuarto de siglo.
Dado que estos nuevos resentidos no llevarán a cabo esta labor, uno se las hace de buen gusto.
Y así resumo que la protesta contra el puntofijismo cuando apareció Hugo Chávez tenía que ver con el abandono al pobre. Endeudaban a la nación en miles de millones de dólares, pero a los pobres solo les entregaban un kilo de leche en polvo al mes después de ponerlos a hacer vergonzosas colas al sol.
También con las grandes mayorías de jóvenes sin cédula, lo que significaba la imposibilidad de estudiar o siquiera salir del barrio.
Y podría extenderme, pero no es necesario. Pasemos al nuevo resentido, que evidentemente es míster Edmundo.
El personaje que irrumpe desde el anonimato a la escena política nacional siempre vivió fuera de Venezuela, amparado en el Opus Dei, que lo salvó de la estrechez de vivir en un país que no conoce y donde nadie lo conoce; pero Edmundo González Urrutia está resentido.
Llegó a ser con Caldera II embajador y Hugo Chávez lo dejó en el cargo, quizás creyendo la cantaleta del ahora candidato, que se declaró "bolivariano" en aquellos años.
En esa función de embajador aún no se había desarrollado en EGU el resentimiento que afloró y creció cuando lo despidieron para colocar a un embajador verdaderamente bolivariano.
Edmundo creció en una urbanización elegante. Nunca vivió en un barrio, nunca lo reclutaron o le faltaron los servicios, pero su lenguaje contra las mujeres, los afrodescendientes, indígenas y homosexuales es de resentido.
Resentido y sinvergüenza, porque se inscribió como "candidato tapa" para —en apariencias— renunciar y dejarle la candidatura o a Mari Cori o a la filósofa, lo que convenientemente olvidó cuando les garantizó a los estadounidenses que él seguiría el guion neoliberal... que no es liberal, por cierto.
Pero igual es un nuevo resentido, al que los sociólogos deberían estudiar para ver científicamente cuál es el origen de sus quejas, ya que ha pasado una vida muelle y los años de sanciones —que también pidió— los pasó afuera.
Un ejemplar para estudiar, jamás para votar por él, salvo que uno también sea resentido, odie a minorías como los afros, los indígenas, los musulmanes, las mujeres —que son mayoría— o los árabes, pues llamaba despectivamente "derviche" a la presidenta del CNE.
Bien lejos con ese resentido. ¡Que siga criando nietos en el exterior!
Domingo Alberto Rangel