Horizonte de sucesos | Realidad sentimental

En una conversa acalorada con el viejo Ramón, de pronto, hubo un momento luminoso. Justo hablábamos del lenguaje y sus trampas cuando dijo que en el Génesis había en error, que lo primero no era el Verbo –como afirma el primer libro de la Torá o Pentateuco, así como el primer libro del Antiguo Testamento–, sino el sentimiento.

En ese momento, producto del alcohol, el sueño y mi nulo acercamiento a la Biblia, no recordé cómo empieza el libro donde Dios empieza a crear la existencia. Pero más adelante hice una búsqueda rápida y lo que encontré fue otra cosa, por lo que asumo que se trató de una metáfora.

Lo cierto es que puede que tenga razón. Y es que cualquier pensamiento está antecedido por un sentimiento, porque quien piensa siente algo. No es mala idea pensar que de allí vengamos, aunque no sepamos las motivaciones macabras que tuvo el "creador" al momento de pensar nuestra existencia.

Algunos dicen que un sentimiento es un estado del mundo, y eso lo puede afirmar quien en una tristeza inconmensurable ve todo más gris de lo acostumbrado. Otros se refieren a ellos como objetos ambientales y con una profunda carga de certeza, pero que no son verificables. No se pueden medir. Es por eso que en la competencia típica por saber quién quiere más, nadie dice cuánto pesa o mide su amor, muestra acciones, detalles que, a fin de cuentas, solo valen lo justo para quien lo siente o entrega un sentimiento. ¿Finalmente se entregan?

Lo que siguió a continuación fue una de las conversaciones más interesantes que he vivido. Al día siguiente ninguno de los seis que compartimos las dos cajas de cervezas se acordaba de mucho, lo que me da a pensar que las mejores ideas surgen durante los estados de delirio. Y puede que no sea el estado de delirio en sí, sino el sentimiento que arropó el momento.

Heathcliff Cedeño

 


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