Psicosoma | Vértice de asombros: punto estelar Chakana
La naturaleza viene a ser la matriz donde se gesta el haiku para ser dado a luz como expresión pura de su inherente armonía.
Cristy Van Der Laat
07/05/2024.- Compartir mi adolescencia con los niséi —hijos e hijas de japoneses en Perú—, me ayudó a sentir más profundamente la cosmogonía de mis ancestras andinas. Hoy, un 3 de mayo, rindo honores a la Constelación Cruz del Sur: Chakana, que simboliza el cosmos en sus cuatro elementos: agua, tierra, aire y fuego. Estas son energías sagradas que integramos con las niponas, expresadas en su cultura, su poesía, la ceremonia del té y el arte culinario, entre otras expresiones. Incorporamos sensibilidades milenarias, tiempos circulares, estaciones, calendarios lunares, un tiempo dedicado al cultivo de eternidades con la madre naturaleza Pacha, que siempre nos regala el asombro, el cuidado y el equilibrio, como nos señala la escritora Cristy Van Der Laat en su libro Haikus: vértice de asombros1.
En la Plaza Skawak, el Centro Cultural de España en Costa Rica congregó varias editoriales independientes en la feria "Libros y Plantas". Hubo recitales grupales, talleres y la Asociación Costarricense de Escritoras —ACE— acompañó a la poeta Cristy Van Der Laat en su conversatorio: "Naturaleza y Haikus". Me cautivó el color verde y las tapas duras de Haikus: vértice de asombros.
Recordaba los inicios del año 2000, en los talleres de haiku con el profesor y poeta Rafael Cadenas, sus lecturas, la magia escritural de las diecisiete sílabas en tres versos de cinco, siete y cinco, la historia, "La eternidad en el instante", la religión budista, el nirvana, la cosmogonía…
La poeta construye haikus al secuestro de Pacha, con sentimientos espontáneos, sabores, colores y ritmos Del trópico húmedo: "Emana el humus / un vaho caluroso. / Trópico ardiente". Estas sensaciones abiertas resuenan al conectar "puentes" o escaleras de la Chakana con la sed verde de sus lectores y nos replican las ansias y el asombro por el extraño mundo tropical.
La haiyin explora nuevas sensaciones con divinidades como los Apus, los habitantes de la naturaleza, y el asombro al percibir ser una indivisible o hacerse una en las aguas del río: "Un hilo de agua / se perfila en la roca: / germina un río". Milagroso naciente al contemplar, por primera vez, un instante inolvidable que se desparrama y se repite "n" veces, siendo "n" veces distintas, como nosotras en todas las etapas de la vida. Fluimos con los ojos de agua y, en Perú, Arequipa, en la cordillera blanca, nace un riachuelo del deshielo del glaciar Mime hacia los ríos Apurímac —que significa "El dios que habla"— el Amazonas, el Rímac, Putumayo, Purús, Ucayali, Urubamba…
Del fuego volcánico, encontramos el poema Volcán Turrialba: "Amortajado / con ceniza volcánica / un colibrí /, sentimos los olores y tristeza al paso del tiempo". La existencia de la muerte, que se plasma en un instante, es manifestada por un mensajero de los dioses, un espíritu alado. Está tatuado frente a los ojos y viene la destrucción, en un punto o cruce de nuestra temporalidad dormida, que no vivencia lo sacro, "la dimensión sagrada que tiene la naturaleza". Son nimiedades que distraen sin asombro místico y trascendente al no poder escuchar todo lo que nos habla y atraviesa en continuo movimiento: "Tras la neblina / las deidades ocultan / sus rostros verdes" (Del verdiazul de la montaña).
Todo es enigma en la clara verdad de los ojos verdes de la madre noche y laten maravillas en sincronía con la gestante Pacha. Las palabras surgen y dice la haiyin: "El sabor, el haimi es el misterio" y es extraordinario descubrir la eternidad en el instante, incorporar la escucha y vibrar al ritual del vivir sin apegos, ni dualidad, ni muertes. En la más completa trasparencia, vamos siendo y deshaciendo, un borrarse o anonadarse, y, justo al sentir que vamos a desaparecer, nos impele trascender al misterio de la vida y la muerte: "Bosque de helechos, / reflejos y silencios: / bosque sin tiempo". (De los silencios del bosque).
La autora describe sobre la armonía wa y para hacer haikus no bastan los cinco sentidos despiertos. No es comprender, es ver con todos los sentidos porque "el haiku es percepción y no comprensión". La armonía es un proceso continuo, la sencillez rutinaria de la vida: "Con insistencia / yigüirros de la tarde / claman por lluvias". Así, nos gestan ciclos, estaciones sin afuera ni adentro. Somos criaturas hermanadas en las cosas y sonamos en toda visibilidad e invisibilidad. Maravillan los salticos y el piar de tan lindos pajarillos. En ese enjambre de repeticiones somos estaciones, montañas y flores. En viajes eternos, deambulamos hilando con taita Inti, Killa, en los cuatro raymis al punto estelar Chakana: "Llegan las lluvias / y humedecen los campos / reverdeciéndolos". (De la vida rural).
Rosa Anca
Referencia:
1Van Der Laat, C. (2021). Haikus: vértice de asombros. España: Editorial Renacimiento.