Contraplano | "La Pianista" y el método brechtiano
11/05/2024.- Estando en Maracay, una amiga me comentó que, como parte de un festival de cine francés que se realizaba en el antiguo cine Corpoindustria de esa ciudad, llegó a ver una película que podría gustarme bastante. La cinta era La Pianista (2001) del director austroalemán Michael Haneke. Aunque ella consideró que se trata de una producción destacable, sobre todo por las actuaciones de sus protagonistas, Isabelle Huppert y Benoît Magimel, me alertó de que el largometraje está lleno de escenas perturbadoras e incómodas, entre ellas la de una estimulación sexual con una hojilla o un abrupto deseo carnal de la protagonista hacia su anciana madre.
La referencia anterior fue suficiente para buscar la película, misma que conseguí en los pasillos de la UCV, lugar que en un tiempo pasado fue un paraíso para los enamorados del cine.
La Pianista (Gran Premio del Jurado, y Palma de Oro a la mejor actriz y actor en la 54.ª edición del Festival de Cannes en 2001) nos cuenta la aparentemente aburrida vida de Érika, una virtuosa y exigente maestra de piano del Conservatorio de Viena, ciudad en la que vive con su dominante madre. A su vida llega Walter, un atractivo y talentoso joven que, más que apuntarse a sus clases, desea un vínculo más íntimo con la profesora. Poco a poco –y sin percatarse–, el nuevo alumno se va sumergiendo en un vórtice que lo lleva a conocer el lado más oscuro de Érika. Ya en el centro de ese remolino, Walter intentará llevar una normal relación con una mujer marcada por la represión sexual y emocional que ejerce sobre ella su madre, quien se dedicó toda su vida a levantar muros invisibles que han privado a su hija del deseo y la pasión.
Aunque Haneke logra un resultado adecuado, con tomas largas y un ritmo narrativo a fuego lento, considero que Huppert es pieza clave en esta película. Inquieto por conocer más a esta actriz parisina, llegué a abordar en 2006 al profesor y director de teatro Marcos Reyes Andrade, a quien le pregunté por el trabajo actoral tan impecable de Huppert. El ahora fallecido productor teatral me explicó que la actriz es una de las mejores exponentes del método brechtiano (ideado por Bertold Brecht) que exige el distanciamiento del actor o actriz hacia el personaje a encarnar. "Por tal razón –detalló–, no veremos a Huppert con grandes transformaciones físicas en el cine o teatro. Pese a que parezca que percibimos siempre a la misma persona en distintos trabajos, con su excelente destreza, Huppert proyectará fielmente al personaje requerido. Ansioso por comprobar la explicación de Andrade, comencé a ver la prolífica filmografía de esta actriz, y pude comprobar tal teoría. Por ser la puerta inicial a conocer más sobre Huppert y Haneke, La Pianista se convirtió en una de mis cintas predilectas.
Más que ser una película que podría perturbar –no creo que sea su principal objetivo– La Pianista es una denuncia sobre las consecuencias de la opresión sexual y emocional que puede ejercer una figura referencial tan fuerte en nuestras vidas como lo es una madre. La cinta demuestra cómo mecanismos represores de crianza, especialmente en las etapas tempranas de la juventud, pueden dejar profundas cicatrices en la vida de un adulto y, más aún, en una mujer.
Esta película – que ya es un clásico obligado del cine europeo– es la adaptación de la novela homónima de la activista y escritora austriaca Elfriede Jelinek, Premio Nobel en 2004. Tanto la novela, que leí hace mucho, como la cinta, son obras totalmente recomendables.
Más adelante, abordaré otras cintas de Haneke, quien aunque dice haber llegado “tarde” al cine (estrenó su primera película pasado los 40 años) ha dejado una filmografía bastante notable.
Si desea conocer más sobre La Pianista, puede escribir a este correo: columnacontraplano@gmail.com
Carlos Alejandro Martin