Al derecho y al revés | No somos suizos

15/05/2024.- Entre las democracias del mundo —grupo en el que se anotan casi todos los países—, Suiza sobresale por la cantidad de referendos que en esa pequeña nación alpina se llevan a cabo todos los años.

Suiza, sin jactarse de serlo, es la más participativa de las democracias, aunque para votar allí hay que ser suizo. Eso es difícil, porque los ciudadanos de ese país —al igual que los griegos atenienses de la Antigüedad, inventores de la democracia— no dejan que cualquier recién llegado sea considerado suizo.

Los atenienses no dejaban votar a los extranjeros, que en algún momento fueron mayoría, y para ser considerado un nacional y poder votar, se debe contar con la nacionalidad por varias generaciones, y tanto padre como madre han de ser suizos.

Los suizos cuidan su peculiar cultura, esa que los ha hecho uno de los pueblos más ricos del orbe.

Nosotros "no somos suizos". Para su desgracia, porque la jauría mediática de entonces tomó a chacota esas serias palabras, un jefe adeco, honrado sindicalista y muy culto, que "venía de abajo", soltó tal declaración en respuesta al jefe y a los tarifados de una conspiración, que en el siglo pasado buscaba —como siempre— lo que han hecho en Venezuela los ricos: tomar el poder sin tener que consultar a nadie.

Pues bien, en ese país que no somos pronto se consultará si en 2025 se acabarán los automóviles con motor a gasolina, o si seguimos conviviendo con el petróleo y la electricidad.

También los suizos podrán dar su opinión sobre si, a raíz del alza en los precios de las viviendas —imposibles de adquirir y muy costosas para alquilar por parejas jóvenes— en los cantones, donde abundan los chalets cuyos dueños son millonarios que viven en el extranjero o no son suizos, la autoridad local podrá alquilarlos, a precio regulado, a jóvenes que de otra manera tendrían que irse lejos del sitio donde trabajan.

Suiza es un país realmente raro: allí los católicos no son mayoría, pero los papas, desde hace siglos, prefieren ser custodiados por guardias de esa nacionalidad.

Los suizos no son verdaderos miembros de la ONU o la CE, pero más o menos acatan los acuerdos de esas multinacionales —cuando les conviene—, y muchas de las organizaciones internacionales de las Naciones Unidas tienen sede en Suiza, como la del trabajo o la de los derechos humanos.

La presidencia es rotativa, toda vez que Suiza tiene regiones donde se habla alemán, italiano y francés. Cada una elige a su presidente, quien generalmente regresa a casa en transporte público, pagando su billete.

Un tema que allí se debate, pero no para acusarse mutuamente, es la educación. La de ellos suele catalogarse entre las mejores, y las más costosas también, porque al profesor se le paga muy bien.

Eso me recuerda que entre nuestros candidatos opositores hay algunos —incluso entre los que al final no se postularon— que hablan de "la educación", sin proponer nada en concreto.

El caso más extremo es el del llamado "embajador" que de ese tema —ni de ninguno— habla, pero ya sabemos que el ciudadano Edmundo es una "tapa" y las tapas no hablan.

En Suiza, la "tapa" estaría obligada a debatir lo que sugiere con los ciudadanos, basándose en hechos y cifras.

Pero, claro, ¡no somos suizos!

 

Domingo Alberto Rangel


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