Letra fría | La conexión San Antonio 2
17/05/2024.- De aquella aventura en La Rinconada quedaron muchas dudas que poco a poco se irán dilucidando. Por ahora presumo que Gustavo García Márquez nos debió llevar al Hipódromo y sospecho que lo llamé en la madrugada para pedirle la cola al óvalo de Coche, bastante confianza había y de mi parte abuso de confianza, sabiendo que el primo se paraba muy temprano. La presunción es una pequeña esquela que colgó en Facebook a raíz de mi artículo La conexión San Antonio. “Humberto Márquez se te perdona porque me hiciste recordar la madrugada, el amanecer, cuando Willie Colón, corría para acá y para allá a caballo, y vos con una... de ron creo, lo que no te perdoné nunca es que nos devolvimos en autobús! Vééértale, primo, yo también estoy viendo irse un montón de pasajeros.... Tenéis que rezar un Padre Nuestro ( sincero, de corazón, carajo) antes de dormirte cada noche o madrugada porque ese tren está pitando... ja ja ja”.
Aunque no precisa cómo llegamos allá, lo que si deja claro es que regresamos en autobús: "... lo que no te perdoné nunca es que nos devolvimos en autobús!", por lo que atando recuerdos de ambos, sí debimos llegar con Gustavo García por ciertos indicios del relato. Primero los detalles de la “correcaminos”, una chevette gris con rayitas de colores a los lados que Gustavo García Márquez regaló a su esposa Lilia. Y otro detalle de la historia inicial, que no incluí en mi nota pasada por razones de espacio, fue lo que a continuación cito del manuscrito encontrado: “Willie Colón estaba encaramado en un hermoso ejemplar blanco con pinticas negras, como el caballo de Toro, el fiel compañero de Kemo Sabay, el Llanero Solitario. Se parecía más que nunca a Alejandro Higuera, mi compadre de Maracaibo. Allí, horcajado en el caballo 19 de la caballeriza 37, saludó con afecto y nos presentó a un bumangués, quien funge como director artístico de Sonográfica y pregunta refiriéndose a Gustavo: '¿Y es verdad que él es hermano del Gabo?'". De lo que puedo deducir que Gustavo García si estuvo con nosotros e incluso se bajó, e imagino que no nos esperó porque debía ir a abrir su fábrica de “filitos de pantaletas” que tenía, creo que en El Cementerio.
Lo mejor de esquelita de Cristina fue que me perdonó del embarque referido en: “Lo que no puedo es corroborar con Isabel Cristina porque le ofrecí una nota sobre las canciones que le cantaba su mamá, y le quedé mal. Y ahorita ni de vaina me comunico porque me dispongo a un largo viaje y no quiero quedar peor”.
Finalmente, su referencia en: “Vééértale, primo, yo también estoy viendo irse un montón de pasajeros”, es respecto a la cantidad de amigos que se nos están yendo, el último fue nuestro querido Rubén Monasterios, sempiterno invitado a muchas de mis fiestas. ¡Nunca antes tan breve nota dio para tanto! ese tren está pitando... concluyó Isabel Cristina.
Humberto Márquez