Crónicas en bici: Una canción

A Reyes, la rectora de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, la antepenúltima vez que la vi de cerca, fue en el funeral de Efraín Valenzuela. La penúltima, en una entrevista que le hicieron donde se hace la Cayapa, o Cita con la Actualidad.

Yo presté la bici. A veces lo hago.

“Una comunidad de aprendizaje es…” y se lanza a explicar la profesora Alejandrina Reyes, haciendo una pausa para pedir un café que no llegó. Aquí, frente a mi puesto en la redacción, estaba ella dando esa clase. Aquí, con Simón Bolívar, frente a la casa en la que vivió con su esposa. No es cuento. La verdad está aquí, reza el slogan, como dicen los publicistas. Un convenio entre Ciudad CCS y la Simón Rodríguez para seguir estudiando.

Fluye.

Antes, mi pana pedaleaba ya solo con el pie derecho. Se bajó de la bici en aquella parte de Caracas, una subida, y escucha la voz. Se acerca, saluda, le reparan el pedal a pesar de la advertencia: “No tengo plata”. Pero sucede que este mecánico de bicicletas lo vio y así, sin más, supo que venía accidentado, porque tampoco la subida era la de Cumbres de Curumo. “Ciclista que viene a pie es porque está cansado o accidentado”, sentencia el tipo que arregla bicicletas accidentadas de modo que se asegure el “llegue”.

Reyes advierte que llegar no es fácil, y en una crónica maravillosa resumió al país entero. La había visto cantando. Hablando. Soñando. Pero no dando clases. “Y nadie hablaba. Hasta que se paró una señora, y me dijo: ´mire, profesora, ¿usted sabe cómo es la cosa?´”. Y la señora se lo dijo, y ella se movió como la señora, y consiguieron las computadoras. Habían hecho la Autobiografía a mano. Para empezar a estudiar en una Comunidad de aprendizajen en esta universidad, hay que escribir una autobiografía en primera persona. Y la profesora mostró una herramienta tecnológica, un amanuense en tu teléfono inteligente. Pero volvamos a las señoras; llegaban sudadas con los carajitos de cargar las bombonas, o de repartir el Clap, o de cualquiera de tantas vainas que hacen las mujeres de este país. Y terminaron lo que empezaron. La rectora dio una clase inolvidable.

Los títulos

Rodando, con el pedal reparado para el llegue, pasé por el Ministerio del Poder Popular de Educación Universitaria. Allí, un grupo numeroso, unas 40 personas, a las once de la noche, venidos de distintas partes de este país, esperaban las ocho de la mañana del día siguiente, que repartirían 45 “números”, para legalizar sus títulos. Algunas personas estaban desde las ocho de la noche de esa noche. Más adelante, en el muro del liceo Andrés Bello, se comenzaba la invitación al XVI Festival Mundial de Poesía en Venezuela. Al mural, cerca ya de la media noche, le faltaban letras que todavía estaban en el montón de potes de pintura. Ella, una muralista joven, sonrió. “¿Cuáles son sus redes sociales?”, preguntó mirando su teléfono; “ciudadceceesepuntoinfo”, dije entre dientes, sin pensar. Antes de prestarle la bici, él me preguntó si había escuchado la canción Zapatos de mi conciencia, de Alí Primera. “No”. Y la escuchamos. Y recordé a Efraín Valenzuela.

Aquí, en la redacción, están pasando cosas. La rapidez con la que se está generando información, de esas que contienen verdades, sorprende a quienes todavía compran periódicos impresos, que los hay. Cerca de este escritorio sin bici, un tipo que coordina un libro, escribe en una computadora y estira el brazo derecho y hace pausa al video que corre por la de al lado, “porque esta no tiene tarjeta de sonido”. A la vez, atiende una llamada; es un cierre de este diario, ahora digital. Y está resultando que para saber en qué anda Caracas, más allá de lo institucional, leer los contenidos que todos los días se producen desde aquí, es como andar en bajada, sin soltar los frenos. Todos los días, también, al menos tres Voces distintas te resultan útiles. Unos representantes se acercan, con un tema en la Cristóbal Rojas, y sale el reportaje. Ahorita, por ejemplo, yo hubiese podido poner un enlace a esas notas, agregar fotos, videos, canciones. Pero hay unas personas mayores, que andan caminando por ahí, que de vez en cuando me preguntan por el periódico impreso. Vaya un homenaje para todas esas lectoras de papel que nunca leerán esto.

Lo anecdótico, más acá del confín de la palabra, se convierte en materia de estudio. Y la profesora narra el asunto del ego, en una comunidad en la que “se quiebra” la concepción académica inflexible. Si los matemáticos y los militares se acercaron al experimento… Frente a la Librería del Sur en Gradillas, instalaron una Tribuna Anti-imperialista. Neguel Machado, cuando recordaba a Efraín Valenzuela, en presente, y así se llama la Tribuna, decía que él decía que al imperialismo "ni un tantico así". Pero la frase fue coreada, como en una canción, por la mayoría de los presentes hablando como lo hacía Efraín. Estarán allí hasta el 20 de este mes.

Voy a arreglar el pedal.

Próxima entrega: Sembrando.

GUSTAVO MÉRIDA / CIUDAD CCS


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