Al derecho y al revés | Arnulfo Romero observa a su asesino

22/05/2024.- Prácticamente, todas las religiones —que, como es sabido, no solo sirven para relacionar al ser humano con Dios, sino también para controlarlo en lo político— recomiendan fijarse más en lo que hacen las personas que en lo que dicen.

Esta observación conviene tenerla a mano cuando se elige un dirigente, porque las evidencias indican que los males del populismo y sus mentiras afloran y proliferan en las campañas electorales.

En esa materia de ofertas engañosas, podemos remontarnos hasta la separación de Colombia "la Grande" para recordar que, una vez terminada la felonía contra el Libertador, a los venezolanos se les comenzó a perseguir, tanto en el Ecuador como en lo que fue el Virreinato de la Nueva Granada.

En razón de tal acoso, los que habían sido soldados libertadores se vieron en la necesidad de regresar a su país, Venezuela.

Ante tal hecho, a los libertadores felones se les ocurrió la oferta engañosa de ofrecer a la soldadesca que regresaba cupones que, supuestamente, se canjearían por tierras.

Los felones habían calculado —y en eso no se equivocaron— que con esos vales los soldados, empobrecidos, enfermos muchos y analfabetos otros, poco podrían hacer, salvo cambiarlos por las botellas de aguardiente que les ofrecían generales y coroneles, esos mismos que los habían convocado para entregarles los fulanos cupones.

Aquello fue lo que hicieron la mayoría de estos pobres soldados al retornar a su tierra, porque lo único que consiguieron tras años de sacrificios fue una borrachera gratuita.

La práctica de las ofertas engañosas se sigue cultivando en el mundo. Incluso en Venezuela somos testigos de la mayor estafa propuesta por una oposición desvergonzada, teledirigida desde Miami.

El último engaño es ofrecer al "candidato tapa", (a) Edmundo, como un viejecito pacífico al que no se sabe quién lo obliga a postularse como presidente.

Bueno, lo de "viejecito" es relativo, porque lo que deberían decir, pero no lo dicen, es que ese ciudadano está tan enfermo que a los que se le acerquen deberían dotarlos de tapabocas.

El candidato tapa no llega a 76 años de edad, es decir, que entre los postulantes de la oposición ni siquiera es el más anciano, porque a ese variopinto grupete pertenece el ciudadano Eduardo Fernández, (a) el Tigre, que hace rato pasó los 83.

Nada particular, salvo que el tal Edmundo parece el bisabuelo del Tigre.

Hay más todavía, porque sus asesores lo quieren presentar como "pacífico", así como suena, después de sus declaraciones racistas, misóginas y homófobas.

Bien de nuevo, pero es de suponer que Edmundo no les dijo a esos asesores que él comenzó su carrera internacional allá por los años a caballo entre los setenta y los ochenta, cuando, a raíz de ingresar al ultra selecto Opus Dei, consiguió que lo destinaran a una "embajada caliente".

Se trataba de una embajada en Centroamérica, donde ejércitos guerrilleros libraban una desigual lucha contra dictaduras militares aliadas a la oligarquía que, desde la colonia española, mantenía en esos países groseros privilegios. Edmundo aterrizó en El Salvador cuando el embajador era un comunicador escapado años atrás a Miami y al que llaman el Ciudadano, es decir, Leopoldo Castillo, (a) el Matacuras.

Allí, en vez de buscar un acuerdo pacífico entre las partes, que libraban una guerra que costó casi doscientos mil muertos, Castillo y su nuevo asistente Edmundo se dedicaron a contrabandear armas desde Venezuela. El objetivo era formar escuadrones de la muerte que, dotados de fusiles distintos a los del ejército de ese país, difícilmente podían ser identificados cuando asesinaban monjas, jesuitas y finalmente al arzobispo primado de San Salvador, Arnulfo Romero, hoy elevado al grado de santidad.

Ese criminal es el que ahora quieren vender como un "abuelito bueno", cuando es peor que Satanás.

Su mediocre carrera es conocida no solo por especialistas, sino por el propio presidente Caldera, quien en su segundo gobierno aguantó presiones para nombrar a Edmundo González Urrutia embajador en Argentina. En cambio, lo puso de jefe de protocolo hasta que, sabiendo que el comandante Chávez iba a ganar la elección de 1998, lo promovieron a embajador.

Allí estaba cuando llegó Hugo Chávez y permaneció hasta que, por encontrarse irregularidades, lo sacaron de un cargo que era y es de confianza.

Mondo y lirondo, el "tapa" Edmundo, al que los chamos llaman "el mudo", andaba tranquilo contando con que el asesinato de san Arnulfo Romero nadie se lo iba a cobrar.

Pobre bobo: no contaba con la astucia del Vaticano, que tiene la Cancillería más antigua del mundo, y habla sin hablar.

En días pasados, el Vaticano otorgó el plácet de embajador venezolano a un sobrino de la Primera Combatiente. Enseguida, la Asamblea Nacional y nuestra Cancillería le otorgaron el plácet al nuevo nuncio en Venezuela.

Esa es la mayor prueba de que allá en la Santa Sede piensan que el 28 de julio no cambiará el poder en Venezuela, es decir, que el presidente Nicolás Maduro seguirá en Miraflores.

Desde los cielos, seguramente, el arzobispo mártir, Arnulfo Romero, estará observando las tracalerías de uno de sus asesinos.

 

Domingo Alberto Rangel


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