Estoy almado | Entierro, cremación y mercado
Tres pilares presentes en la despedida de los difuntos
15/10/22.- La cremación del cuerpo es antigua y, tal vez, uno de los rituales más practicados por la humanidad. Su origen es atribuido a los griegos; ellos propugnaban en la Antigüedad que cuando el cuerpo es incinerado se purifica el alma, desprendiéndose rápidamente de los pesares del plano terrenal.
Los romanos adoptaron la tradición griega, pero agregaron un componente clasista al ritual: consideraban que la incineración en el día era más pura y divina; por tanto, los cadáveres de los ricos eran cremados a plena luz del sol, durante un acto solemne acompañado de una multitud.
En tanto que los cuerpos de los pobres se incineraban en la noche, en un espacio baldío, sin lumbre alguna, más allá de la llamarada que brotaba de la cremación. El evento se efectuaba de forma casi anónima, apenas con la presencia de unos pocos familiares y conocidos.
Todo eso cambió con el surgimiento del cristianismo. La usual y antiquísima incineración del cuerpo fue sustituida por el entierro cristiano, practicado en cavernas naturales, monumentales tumbas construidas para ello o la excavación de hoyos para el descenso del cuerpo.
Con los siglos el entierro apostólico se extendió conforme aumentó la fe católica. Y así ha perdurado hasta hoy, basado en la doctrina cristiana que profesa la resurrección del cuerpo y la inmortalidad del alma.
Sin embargo, es probable que ese dogma religioso se esté ablandando, tal vez por el impacto de otro dios, el Dios mercado. Un entierro apostólico en Caracas puede costar hasta $1.000. Puede ser más caro dependiendo del lugar, los objetos y servicios adicionales asociados a la santa sepultura.
Sin duda, esa situación convierte la bendita sepultura en un privilegio. Mientras los opulentos pueden cumplir con el entierro tradicional, los humildes intentan reunir, a duras penas, para pagar un entierro como Dios manda. Es una de las caras de la sobrevivencia económica de la que poco se habla y casi se naturaliza en la cotidianidad actual.
En ese contexto, ocurrió algo peculiar: como no es fácil lograr reunir el dinero completo para un entierro, el Dios mercado desempolvó la antigua práctica griega de la incineración, cuyo costo en Caracas puede ser 50% o 70% más barato que una santa sepultura. La verdad es que la cremación siempre estuvo disponible, pero era poco usada.
El “servicio” crematorio incluye la etapa previa del entierro: se vela el cuerpo en una capilla para el último adiós. Si los familiares pagan un poco más, puede ir un padre a bendecir el cuerpo. Luego se incinera y se entregan las cenizas a los familiares. Así lo he presenciado en los últimos cuatro años.
Alguien jocosamente llegó a decir que el Vaticano debería subsidiar a los feligreses en estos momentos donde el entierro está siendo disputado por la cremación. Fuera de broma, sería una milésima retribución a todas las ofrendas que por siglos la feligresía ha entregado a la institución de la Iglesia católica.
Pero más allá del precio del entierro, el regreso de la incineración ha puesto entre la espada y la cruz la narrativa de la resurrección de la Iglesia católica. ¿Sin cuerpo enterrado, cómo puede ocurrir la resurrección predicada por siglos y aceptada por los feligreses? ¿Y sin resurrección, dónde queda la inmortalidad del alma?
Sobre el tema, escuché a una septuagenaria que le decía a otra afuera de un sepelio, previo a una cremación:
—Todos sabemos que no hay resurrección.
—Dios te va a castigar por decir eso —le dijo la otra, con unos 60 y dele años a cuestas.
—Suma tu edad y la mía, ¿a cuántos años tú has visto resucitar hasta hoy? ¡Mijita, eso fue un invento para sacarnos plata! —respondió la septuagenaria.
A pesar de lo que algunos creen, la Iglesia católica no se opone a la cremación. Fue en 1963 cuando el Papa Pablo VI aprobó oficialmente la incineración de los “cuerpos de creyentes católicos”.
¿Entonces, dejaron atrás la tesis de la resurrección? ¿Asumieron lo que le dijo la septuagenaria en ese diálogo fortuito que escuché?
En el 2016, el Vaticano publicó el instructivo llamado Ad resurgendum cum Christo. Allí argumentan que la cremación del cadáver “no toca el alma”. Según el Vaticano la cremación no impide a “la omnipotencia divina (Dios) reconstruir y resucitar el cuerpo”. En resumen, el Vaticano intenta aducir que un cuerpo cremado aún puede resucitar porque el alma es a prueba de fuego. ¿Será?
A diferencia del entierro cristiano, por estos lares la incineración no es parte de la creencia a una deidad. Luce más bien como otro producto comercial que, por ahora, solo ahorra gastos al bolsillo de la feligresía. Todo un acto omnipotente del Dios mercado.
Mientras tanto, una iglesia católica en el centro de Caracas fijó que la tarifa mínima de la ofrenda no baje de un dólar por misa.
Al parecer el dinero sigue siendo la religión más predominante.
Manuel Palma