Historia viva | Asesinato en Berruecos
05/06/2024.- El asesinato del general en jefe Antonio José de Sucre, ocurrido el 4 de junio de 1830, repercute hasta nuestros días como la alerta histórica para quienes —siempre perseguidos por la traición y la perfidia— les ha tocado asumir roles de vanguardia en los procesos de emancipación en América Latina. El crimen político contra la humanidad de Sucre fue una herida de muerte para el Libertador y, sobre todo, para el proyecto de crear una gran nación continental. Dicho proyecto, desde entonces, sigue fracturado por los agentes del mal que —con otros nombres— vinieron a sustituir a Flores, Obando y Santander.
El trágico crimen contra Sucre se fraguó con enconadas tácticas de información a través de una red de traidores. Solo el tiempo permitió revelar los entretelones de quienes fueron los autores intelectuales y materiales del hecho delictivo.
Al día siguiente del suceso, el general José María Obando se adelantaba, calificándolo de asalto para robar la comitiva que acompañaba al general Sucre, cuando había sido él la única víctima fatal.
El vencedor de Ayacucho tenía residencia en Quito y había hecho un viaje a Bogotá para ultimar algunas instrucciones del Libertador sobre los destinos de Colombia. Debía hacer lo imposible por mantener la unidad de la nación, pero la red de espionaje y sabotaje ya estaba montada desde Quito hasta Bogotá.
El intercambio epistolar entre el general Juan José Flores y el general José María Obando revelaron que la trama se había montado en todos los caminos posibles que Sucre tomaría de regreso a Quito. Para su infortunio, tomó el más arriesgado, el de Pasto, donde se concentraban los mayores peligros y los enemigos de los patriotas, a quienes Bolívar y Sucre les habían concedido un armisticio honroso.
Los papeles encontrados a principios del siglo XX por el patriota ecuatoriano Eloy Alfaro revelaron las tramas que urdieron para asesinar al general Sucre. Entre otros detalles, aparece la implicación del general Juan José Flores, entonces compadre de Sucre y presidente separatista del territorio de Quito, quien, por temor al liderazgo del Gran Mariscal de Ayacucho, resolvió sacarlo del camino. Usó a un exrealista, luego anexado a la independencia en 1821 por Bolívar, y que finalmente fue un traidor y criminal: José María Obando, jefe militar en Pasto cuando ocurrió el magnicidio. Los demás implicados eran delincuentes y matones que —como hoy— usaba la derecha extrema para agredir a la revolución bolivariana.
El mismo Obando se alzó contra el Libertador en 1828, una vez asesinado Sucre y muerto Bolívar el mismo año de 1830. Obando se lanza a una carrera política para llegar a ser presidente provisional de la Nueva Granada en 1832. Las acusaciones y sospechas sobre su participación en la muerte de Sucre quedaron tapiadas por un enjambre de aduladores y traidores. En 1840, una revuelta en Pasto vuelve a hacer rodar papeles que lo implicaban en el crimen. Huyó y se refugió finalmente en Chile, perseguido por el fantasma del magnicidio.
Augusto López Michelsen, expresidente de Colombia (1974-1978) e investido como miembro honorario para recibir una silla en la Academia de la Historia de Colombia en 1995, defendió a Obando en su discurso de orden y señaló: "Si existe una deuda inconmensurable de la patria con Obando es haberla dotado de un talante civilista que el transcurso del tiempo no ha logrado desdibujar, pese a la embestida intelectual de la reacción contra el prócer neogranadino". López Michelsen fue galardonado con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, en 1969, y el Collar de la Orden de Isabel la Católica, en 1976. En sus últimos años de vida, apoyó a Álvaro Uribe Vélez en su campaña para la reelección presidencial.
La significación histórica del magnicidio contra el general Antonio José de Sucre fue que con su muerte las fuerzas del mal le dieron una estocada al bolivarianismo inicial. En el curso de casi dos siglos, esas mismas fuerzas diabólicas siguen pululando en América Latina, en cada una de las naciones que integraron la Colombia continental bolivariana. Existen los pérfidos como Juan José Flores y José María Obando, que se reproducen como plagas anexas a la traición, al colonialismo, a la muerte, y que deben ser reconocidos como tales por el pueblo nuestro americano.
El gran Mariscal Sucre le escribió una última carta al Libertador para despedirse el 8 de mayo de 1830:
Cuando he ido a casa de Ud. para acompañarlo, ya se había marchado. Acaso es esto un bien, pues me ha evitado el dolor de la más penosa despedida. No son palabras las que pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a Ud.; Ud. los conoce, pues me conoce [de hace] mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa, y me lisonjeo de que Ud. me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en todas circunstancias merecerlo. Adiós, mi general. Reciba Ud. por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de Ud.
Aldemaro Barrios Romero