Psicosoma | Maltrato en la vejez
Para vivir dignamente se necesita inversión económica, un gobierno humanista y una familia
Con la falta de respeto no se insulta a la persona,
pero tampoco se le concede reconocimiento;
simplemente no se la ve como ser humano integral,
cuya presencia importa.
Richard Sennet
18/10/22.- La vejez es una etapa del desarrollo individual y cada sujeto la vive de acuerdo a las condiciones socioculturales y biopsicológicas, pero que en estos tiempos es sinónimo de deterioro y muerte. Se les invisibiliza y desprecia o se les custodia como un niño especial, no olvidemos las imágenes dantescas de países de Europa y del norte de Italia que dejaban de atender a los ancianos para “salvar” vidas de jóvenes del covid. ¿La pandemia puso al tapete un nuevo código ético de Hipócrates?, y eso que son ciudadanos del primer mundo.
Las adultas y adultos mayores son ciudadanos que saben tomar decisiones y asumir las consecuencias, poseen capacidades cognitivas, experiencias de vida, conocimientos, mayor comprensión emocional, compasión, ven “el vaso medio lleno”, aman la esperanza, justicia, la vida día a día sin desesperación y están conscientes de la muerte, y esto, precisamente, les hace tener una actitud, una conducta positiva para brindar alegría.
Para la psicóloga Laura Carstensen, sí hay una paradoja de la vejez, consiste en reconocer que no viviremos eternamente y eso cambia de manera positiva nuestra perspectiva de la vida. Cuando nuestro horizonte de la vida está lejano y es incierto, como es común en los jóvenes, a medida que envejecemos conciliamos, se acorta el tiempo, y con objetivos precisos participamos en las actividades emocionalmente importantes de la vida.
Se estima que en el 2050 la proporción de población mayor de 65 años será cuatro veces mayor que hoy en día, un 20% de la población mundial, y ¿qué hacemos con la pobreza, enfermedades, prejuicios, maltrato de la familia y Estado? ¿Cómo es posible que en América Latina y el Caribe las pensiones estén por debajo del nivel de sobrevivencia? La mendicidad es una condena de “muerte lenta”. ¿Qué hace falta para nuevos diseños en los sistemas de pensiones y qué pasa con la población adulta informal? Sin independencia económica, “aramos en el mar”, y estos seres se mueren de mengua en sus ranchos, sin familias, y las que pueden pagar, prefieren vivir solas en habitaciones o centros geriátricos públicos o privado. Para vivir de forma digna se necesita inversión económica, un gobierno humanista y una familia que les valore.
Tratamos en lo posible de cuidar a las personas recluidas en los geriátricos, pero ante la pandemia se desnudaron las estructuras sociales y de salud infuncionales para la atención masiva de la población adulta, lo que evidenció cómo muchos fueron “atrapados” en las instituciones, casas, sin chequeos periódicos, sin recreación, lo que afectó su salud mental al ser aislados; no aguantaron la castración emocional.
Bajo la rectoría del Conapán y en medio de la pandemia se demostró que están descoordinados. La emergencia sanitaria pública y el aumento de la insania mental nos puso a repensar urgentemente.
Existen más pobres y hambrientos, desempleo, aumento de ansiedad, depresión y suicidio. Como en todo, las soluciones son de fondo e integral, y atender situaciones inmediatas con activididades terapéuticas, recreativas, con presupuesto y abordajes colectivos, que no solo recaigan en las familias, que también están al "borde de un ataque de nervios", es de vital importancia.
Ana Anka