Punto de quiebre | Cinco detenidos por asfixiar a un jovencito

A Whiston Gabriel Matute le intentaban sacar un demonio

11/06/2024.— El crimen ocurrió en San Juan de los Morros, adonde había sido llevado el muchacho desde Villa de Cura. En la ceremonia le aplastaron la cara contra una colchoneta y lo asfixiaron.

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Mientras ellos rezaban y decían palabras inaudibles, el chico los miraba con ojos excesivamente abiertos. Por un momento, hasta se puede decir que se le estaban poniendo rojos, pero no es que el blanco de los ojos enrojecía, sino que era "la pepa", el iris, lo que se le estaba poniendo colorado.

Ellos eran cinco y estaban de pie. El chico estaba agazapado en un rincón de la sala sobre una colchoneta descolorida. Difícilmente aquel joven llegaba a los veinte años. Se le calculaban fácil por lo menos diecisiete.

Uno de los hombres, que parecía ser el jefe del grupo y debía rondar los ochenta años, rezaba y hacía la señal de la cruz sobre una palangana con agua. Además, bendecía un potecito con sal que estaba al lado.

Fuera del cuarto, estaba la mamá y el papá del chiquillo, así como una de sus hermanas y una tía. Las mujeres estaban abrazadas, llorando, mientras el hombre pegaba la oreja a la puerta como tratando de escuchar algo de lo que ocurría dentro.

—Te ordeno que salgas de ese cuerpo. Ese cuerpo no te pertenece, déjalo en paz —comenzó a decir el hombre mayor en voz alta, mientras los cuatro restantes rezaban y pronunciaban en voz bajita palabras inaudibles. El muchacho lo miraba ahora con odio y soltaba como unos gruñidos.

—Te lo ordeno en el nombre de Dios, en el nombre de Jesús. Vamos, abandona ese cuerpo, Satanás. ¡Fuera! Es una orden.

El jovencito se levantó y se abalanzó contra el señor mayor. Lo escupió y luego comenzó a gritarle groserías y a proferir amenazas, mientras uno de los hombres le echaba agua de la que estaba en la palangana y otro le arrojaba puñitos de sal.

—Mira, viejo, vete tú. Déjame tranquilo. Yo no quiero nada contra ti. Contra ti, no puedo. Yo no te estoy haciendo nada. No puedo nada contra ti —le gritó el muchacho.

—Vete tú. Sal de ese cuerpo. ¿Y por qué no puedes nada contra mí? ¿Por qué no me puedes hacer nada?

—Porque estás demasiado protegido por tu Señora. Tu Señora te rodea con su manto y no puedo alcanzarte.

—Señor, no permitas que tu hijo Whiston Gabriel Matute Franco siga poseído por el poder de la mentira, ni que tu siervo redimido por la sangre de Cristo sea mantenido en la esclavitud del diablo… ¡Oh!, arcángel san Miguel, terror de los demonios, vencedor de los malos espíritus, saca, corta y libera el cuerpo y la mente de este joven de toda energía maligna, toda presencia que le moleste. Destruye toda influencia y fuerza negativa que le hayan enviado.

A medida que los minutos avanzaban, el muchacho se ponía cada vez más violento. Ya estaba sujetado de los brazos por dos de los hombres, pero, aun así, se retorcía y contorneaba el cuerpo cada vez con más fuerza.

El hombre mayor alzaba la voz cada vez más.

—Te ordeno, Satanás, sal del cuerpo de Whiston Gabriel Matute Franco… Te lo ordeno, Satanás, príncipe de este mundo, tienes que reconocer el poder de Jesucristo… Vete de esta criatura… Te lo ordeno, sal de esta criatura, vete, vete. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Uno de los hombres ya había sido derribado y el otro estaba a punto de caer también cuando decidieron someter al chico entre todos. Lo voltearon boca abajo, mientras lo sostenían con fuerza para que no se levantase. El hombre mayor seguía rezando y dando órdenes, mientras el chico era rociado con agua bendita y le hacían la señal de la cruz. Su cara había quedado aplastada contra la colchoneta, mientras dos de los hombres empujaban la cabeza con fuerza para controlarlo.

Poco a poco, el muchacho fue cediendo. Dejó de poner resistencia y se quedó quieto. Los cuatro hombres se miraron victoriosos y, con sumo cuidado, fueron alejando las manos del cuerpo empapado de sudor del joven.

Uno de los hombres abrió la puerta de la habitación y entraron los familiares del chico.

—Costó bastante, pero al final no pudo con el poder de Dios. Ya está listo, ya fue curado. El espíritu de Satanás ya abandonó su cuerpo. Volverá a ser un chico normal. Ahora hay que dejarlo descansar.

La madre del jovencito se le acercó y comenzó a acariciarle el pelo.

—Pero, señor Silvestre, ¿por qué mi hijo no se mueve, ni respira? —preguntó sobresaltada y con cara de angustia.

A la vivienda acudieron comisiones de la Coordinación de Investigaciones de Delitos contra las Personas, de la Delegación Municipal de San Juan de Los Morros, estado Guárico. Los vecinos del sector La Esperanza de la capital guariqueña no podían creer lo que estaban viendo. No conocían al jovencito Whiston Gabriel, porque no vivía allí, sino que lo habían visto cuando llegó con su familia a la iglesia cristiana evangélica 3:16. Lo habían traído desde la población de Villa de Cura, en Aragua, porque, supuestamente, se le había metido un espíritu. Estaba poseído y se había convertido en un muchacho violento.

Se determinó que el jovencito había muerto asfixiado. Por el crimen fueron detenidos e imputados por el Ministerio Público el pastor Silvestre Agraz, de 79 años; Alexander Celis, de 57; Miguel Sanz, de 59; Pedro Yánez, de 30 y Jhoser de Freitas, de 27.

 

Wilmer Poleo Zerpa


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