Contraplano | Cuando lo cotidiano es disruptivo

15/06/2024.- En la primera toma se ve a una mujer prender una hornilla para cocinar. De pronto, el timbre suena, por lo que la protagonista atraviesa un oscuro pasillo hacia la entrada para darle una distante bienvenida a un misterioso visitante. En ese mismo encuadre, se ve a ambos desaparecer tras la puerta de la habitación lejana y, después de un breve corte, se aprecia a la pareja salir del recinto y dirigirse de nuevo a la entrada. Allí, inmutados, el extraño saca un fajo de dinero que ella recibe y guarda celosamente en un centro de mesa del comedor.

Así comienza Jeanne Dielman, 23, quai du commerce, 1080 Bruxelles de la cineasta belga Chantal Akerman (1950-2015), producción considerada hito del cine de ese país, que con el tiempo ha pasado a ser un clásico cinematográfico feminista y contestatario a escala global.

Esta película, que dura 3 horas y 35 minutos, condensa en tres días la monótona jornada de Jeanne, una madre viuda y soltera que se dedica a trabajar en casa, mientras secretamente ejerce la prostitución para criar a su hijo adolescente.

En el metraje se aprecia a Jeanne cocinar y servir la mesa para cenar en absoluto silencio con Sylvian, su hijo distante. En largos encuadres fijos, se ve a la mujer recoger los platos, fregarlos y guardarlos. También arregla la mesa mientras su hijo, ensimismado y sin mover un dedo, lee la prensa y oye radio. Además, la madre arma la cama y tiende las sábanas para Sylvian, quien no le dirige una sola palabra.

Entre ambos parece haber una pared invisible, por lo que estos personajes apenas conversan. En uno de los escasos diálogos, Jeanne cuenta a su hijo que se casó con su padre luego de la Segunda Guerra Mundial, sin estar enamorada y por presión de sus tíos, quienes le insistían en que su vida podría mejorar económicamente con el matrimonio.

Más adelante, el espectador ve a Jeanne madrugar para pulir los zapatos de Sylvian y alistarle el almuerzo que llevará a la universidad. Una vez sola, y como todos los días, la mujer sale a comprar comida para después regresar a casa a cocinar. Con el fogón prendido, Jeanne se maquilla, se cambia de ropa y espera a que suene el timbre de su próximo cliente, para repetir el ciclo.

Así, aunque parezca repetitiva la película, si somos detallistas, seremos capaces de ver las grietas en esta monotonía que estallará de hastío contra la dominación ejercida por lo que parecen ser las figuras masculinas de la trama: el padre ausente, el áspero hijo y los clientes.

Jeanne Dielman, 23, quai du commerce, 1080 Bruxelles se estrenó en 1975 en la Quincena de Realizadores de Cannes, una suerte de muestra independiente de este festival. Allí recibió el elogio tibio de la prensa especializada. Sin embargo, y con el pasar de los años, esta cinta se ha revalorizado y ha pasado a ser un trabajo infaltable en la lista del cine feminista. También, esta producción se enmarca en la cinematografía contemplativa, un estilo que ha sido históricamente dominado por realizadores masculinos.

Llegó a decir en una entrevista:

No creo que un hombre hubiera abordado este tema mostrando la vida diaria de una mujer en casa; un hombre no se hubiera apegado de la misma forma a esas imágenes, imágenes que no están embellecidas ni cinematográficamente ni socialmente, imágenes que suelen ser parte de las elipsis en el cine, o que simplemente se usan para hacer avanzar la narración. Aquí no solo están en la película, sino que son la película.

En el lente vanguardista de Akerman —cuya carrera comprende más de veinte largometrajes, varios cortos y documentales— las mujeres, el amor maternal y lésbico, la incomprensión y el silencio suelen ser protagonistas.

En Yo, tú, él, ella (1968) vemos a Julie atravesar una crisis emocional con una examante. En Las citas de Anna (1978), una directora de cine intenta promocionar una película en Europa mientras vive un ocaso amoroso, y en la disruptiva Toda una noche (1982) varios insomnes desconocidos se abrazan en las calles y bares de Bruselas para intentar o no concretar encuentros eróticos.

Lastimosamente, hace casi diez años, esta artista puso fin a su vida en París, tras una larga depresión agravada por el fallecimiento de su madre.

Para intercambio de opiniones y conocer más sobre el cine de Chantal Akerman puede escribir a columnacontraplano@gmail.com

 

Carlos Alejandro Martín


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