Luis Sojo: La empatía y diafanidad del Señor de los Anillos

La bonhomía y calidad son su carta de presentación

Luis Beltrán Sojo Mayorca tiene madurez, lo que le hizo sobrevivir al éxito y al momento de gloria que brinda la fama.

 

12/06/24.- “La capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás. La empatía nos permite ver las cosas desde la perspectiva del otro en vez de la nuestra”, dice la búsqueda en Google en referencia al término empatía. Partiendo de allí, desde mi siempre crítico punto de vista en torno al comportamiento de tantos y tantas atletas con los que, por fortuna, me ha correspondido compartir, en mayor o en menor medida, puedo afirmar sin muchos tapujos que el concepto retrata el comportamiento de Luis Beltrán Sojo Mayorca, el verdadero Señor de los Anillos de nuestro deporte.

Aunque no es condición sine qua non –parece puntos a su favor haber nacido y crecido en el “Haras Petare”, hablando en términos hípicos, aunque su fuerte es, como todos sabemos, el beisbol–, hoy Luis Sojo, a un peldaño del sexto piso de vida, acumula la humildad, producto de su madurez con la que sobrevivió al éxito y al momento de gloria que brinda la fama… ¡Y de qué manera!

Al parecer, en él se ha impuesto ese ADN de barrio, de zona dura de crianza, en donde muchas veces había –y hay– que ser el más guapo para sortear alguna situación, y de repente, con disciplina, tesón y mucho empeño, además del apoyo familiar, Luis Beltrán sobrepasó con creces la vara que el destino le puso como metas inmediatas para mejores logros. Se fue forjando una piel distinta, una mente diferente, capaz de albergar objetivos de crecimiento infinito, amparados en una coraza de resiliencia desde cualquier punto de vista, que le ha servido como apoyo en su larga y productiva trayectoria.

Iniciaba 1965. Como en toda familia de barrio caraqueño y quizás de Venezuela, nacían esperanzas para un nuevo año, para un nuevo ciclo, para echarle bolas a lo que impondrían aquellos convulsos días sociopolíticos de Venezuela y el mundo, con la izquierda y las guerrillas insurgentes, con el movimiento hippie acaparando todos los espacios, con el rock en apogeo y la salsa en sus inicios para asentarse y consolidarse.

Jamás pudo haberse imaginado aquella humilde familia que, con el advenimiento de Luis, exactamente ese 3 de enero, el destino les estaría premiando, no solo con ese vástago que rompería cualquier paradigma que la vida y sus dificultades le impondrían, sino que le estarían pariendo un hijo ejemplar a Petare, a Caracas, a Venezuela y su selección de beisbol, a los Cardenales de Lara y a los Yankees de Nueva York, aunque inició su exitosa carrera en Grandes Ligas con los Azulejos de Toronto.

Luis, no solo ganó cinco anillos de campeón de la MLB –uno con Toronto y cuatro con los mulos del Bronx a finales de los 90–, y tres títulos con Cardenales de Lara y uno de Magallanes, incluyendo el novato del año en la 86-87, con cinco títulos de bateo en la LVBP –aun en su condición de derecho, lo que resulta un handicap, según los que saben–. Su mayor triunfo, sin dudas, fue erradicar, a punta de batazos, todas las tentaciones y adversidades que indefectiblemente proponen las calles latinoamericanas a los que, como él, salen a diario a conquistar sus sueños. Es un digno ejemplo del deporte como profilaxis social. Su éxito, sin dudas, se materializa en haber encontrado el tiempo exacto para elaborar y cumplir sus cronogramas que le dieron cabida al crecimiento familiar en paz, con actividades que fueron surgiendo paralelamente como su pasión por la salsa y el baloncesto, entre otras.

Sojo, ganador de tantas jornadas deportivas suma a su cuenta el haber sido mánager de Venezuela en tres Clásicos Mundiales, con una medalla de bronce en la edición 2009. Sus 671 hits en grandes ligas más sus 1007 inatrapables en el beisbol criollo –un hito para cualquier otro pelotero– parecen no afectar su ego. Que Derek Jeter y Alex Rodríguez lo citen como referencia obligatoria en el desarrollo de sus respectivas carreras tampoco le genera sobresaltos…o lo disimula muy bien. Eso habla de la calidad humana del petareño, que igual saluda y comparte a gente del deporte como de la cotidianidad, sin complejos ni ribetes de diva. A ello súmele usted, amigo lector, el revivir de los Tiburones de La Guaira, porque bajo su gerencia le dijeron adiós a larguísima sequía que además se multiplicó con el título de la Serie del Caribe. Por eso, es esta apuesta a que siga su camino de humildad, así como lo conocí en el 23 de enero un sábado cualquiera de deporte y mucha salsa. Ya sé que va a jugar con Chocolate Máster 50. Éxitos.

Si me equivoco escribiendo, no importa. Él, no tiene margen de error porque su intachable camino y su diafanidad, según lo mostrado hasta ahora, no le dejan otro escenario. Y aunque nadie tiene obligación de ser prototipo de imitación, la sociedad exige a figuras como él que lo sean. Cuando se afeita en las calles de su Petare natal, cuando rememora sus partidas de pelotica de goma, cuando se confunde y se mimetiza con el pueblo de a pie, en el barrio que sea, delata de qué está hecho y eso aumenta su reto a no cambiar jamás. Por eso, como le dije en persona: “Mi pana, gracias por ser así de sencillo, porque eres un modelo para los chamos que vienen creciendo y que tanto necesitan para superarse”.

Ahí, en el 23 de enero, en el bulevar de los bloques 18-19-20, sin mezquindad alguna, compartió con todo el mundo. Preguntas, respuestas, autógrafos, fotografías, tragos sociales, toques de percusión, baile, canto y coros salseros, sin importar su privilegiada y muy bien labrada posición magnánima.

Mis hermanos del baloncesto, del fútbol, del softbol y del boxeo, así como mi hermanito juego perfecto, Armando Bastardo, mis respetos para todos, en serio, pero lo del nivel superlativo de Sojo en su mundo competitivo había que decirlo y se dijo. Y que viva el deporte. Que viva la bonhomía. Y que viva la salsa porque ella en sí misma es un estilo de vida.

LUIS MARTÍN / CIUDAD CCS


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