Letra veguera | Ramos Sucre y Simón Bolívar en sus delirios

El historiador aclara, el poeta oscurece

19/10/22.- El historiador aclara, investiga y vuelve a los hechos para dar luces sobre lo sucedido en otras épocas; el poeta oscurece. Y oscurece, sobre todo, cuando su tendencia, como en el caso de José Antonio Ramos Sucre (1890-1930), es a realizar una inmortal obra poblada de misterio y de sombras, de símbolos herméticos y crípticos, de oscuros y sugerentes significados que tiñen el signo poético de un acentuado carácter onírico y mágico.

Cualquiera que se detenga a estudiar con detenimiento a Ramos Sucre observará que, cuando el gran poeta cumanés contaba con apenas veintidós años, escribió hacia 1912 el ensayo Ideas dispersas sobre Fausto, donde, al estudiar a Goethe, Dante y Milton, dejó por sentada para la posteridad su particular arte poética: “La mayor parte de las obras maestras lo son de oscuridad”. Y es precisamente desde esta oscuridad refulgente desde donde escribió La torre de timón, El cielo de esmalte y Las formas del fuego, tres grandes libros que bastaron para consagrarlo como uno de los poetas fundamentales de nuestro país y de nuestra lengua.

Como es sabido, a lo largo de sus páginas dio rienda suelta al poema en prosa, género en el cual fue pionero en Hispanoamérica y donde además dio muestra de una erudición inusitada y altamente creativa, pues, como el gran políglota que además fue, al igual que Bolívar, recreó en sus poemas, concebidos en su mayoría en forma de relatos, una vasta tradición literaria universal, toda vez que conformó un “yo” enmascarado y dúctil a través del cual fue caballero medieval, monje, novicio, bardo, juglar, guerrero, santo, demonio, místico y sacerdote, entre otros. No obstante, esta natural propensión al hermetismo (fue romántico, modernista, simbolista, todo y nada a la vez, pero antes que nada algo mucho más que eso) y a los referentes sombríos, donde también ahondó con gran intensidad y maestría en el fascinante y exigentísimo mundo del mal, la claridad del historiador lo tentó cuando joven y a ello se dedicó aunque de forma breve, dado que su espíritu imaginativo y fabulador se avenía mejor con el mundo de la creación, no con el del ensayo de carácter histórico.

En efecto, en esta etapa de su juventud, Ramos Sucre escribió sobre su más ilustre antecesor, el Mariscal Antonio José de Sucre, sobre el General Ezequiel Zamora, sobre Lucena Borges, sobre Bermúdez y también sobre el gran naturalista Humboldt y a detenerse con especial interés en la figura axial de Bolívar.

En El cielo de esmalte y en La torre de timón hay muchas conexiones secretas con Bolívar. No olvidemos que Ramos Sucre es descendiente de la familia del Mariscal que iba a ser el sucesor del Libertador si Santander  no lo hace matar en Berruecos: en general, en Ramos Sucre hay un talante romántico (por los símbolos y alegorías que despliega) con mucha historia venezolana cruzada y enmascarada.Y como él es un gran exponente de la prosa poética en Latinoamérica y en general de lengua castellana, y Bolivar un pionero de la prosa poética (que no desarrolló obra en sí, ya que no hubo tiempo), pues es factible pensar en la conexión.

Ramos Sucre, que fue un exaltado insomne y neurótico  genial, también tocó el tema de Zamora. Ramos Sucre fue gomecista por "carambola", como Teresa de la Parra, Gallegos, Briceño Iragorry.

Por eso hoy no se trata de una conmemoración más de una de las batallas históricas del Libertador ni de una gesta militar para la independencia. Hoy, doscientos años después, elogiamos un poema, el más egregio y modélico del Libertador Simón Bolívar, un delirio de alto tenor amoroso en las altitudes del Ecuador y su sobrenatural volcán, el Chimborazo.

Un poema ofrendado al punto más cercano al sol, así como al punto más lejano del centro de la tierra. Bolívar, el guerrero poeta, hombre de desafíos históricos  y asombros, no se doblegó ante el espectral monumento de la tierra quechua, y en poesía le cantó su porfía rebelde frente a sus cumbres fantasmagóricas.

Y a sus cumbres naturales, en poesía, las alcanzó, y posee el esplendor del viaje, y arriba, a su predio, ante la vanidad, cantó la importancia de la gloria.

Hoy escribimos con el poeta Simón Bolívar las más iluminadas páginas del tiempo griego, de su ideario, como dice Neybis Bracho: "El compañero ilusorio del poeta, a su paso por Riobamba, expresa una prosa alucinante, como siempre, en la rememoración de sus sueños patrios".

Urcurazu, el espejismo de sus visiones, el epicentro de su vida fantástica en la cumbre del delirio amoroso por su propia libertad, desbordada en poético asalto, el delirio más alto de sus extraordinarias escrituras, Mi delirio sobre el Chimborazo (1822-2022).

 

Federico Ruiz Tirado


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