Psicosoma | Mes del ambiente y Pachamama

18/06/2024.- En la Escuela Manuel Hidalgo Mora, del cantón de Aserrí (Costa Rica), nos reunimos las escritoras Marianella Sáenz, Luissiana Naranjo (coordinadora de Poetas y Medio Ambiente a nivel nacional e internacional) y yo para participar en las actividades de la escuela durante el Festival Estudiantil de las Artes (FEA), a través de la literatura.

Fuimos recibidas por las directoras Anabelle Obando y Rossemary Solano, así como por la bibliotecóloga Guiselle Valverde, las maestras y los niños y niñas del preescolar y la primaria hasta sexto grado. El plantel cuenta con seiscientos estudiantes, y el día jueves 6 de junio, con ternura inigualable, curiosidad y alegría, se acercaron con sus sillas para recibirnos. Según la directora, tuvimos una asistencia de cuatrocientos alumnos. El evento fue dirigido por un niño de once años, centrado y extrovertido, que nos llamó al escenario.

La imagen me impacta al ver una sabana de chicos y chicas vitales que nos energizan. Claro, es un reto centrarlos, concienciarlos y divertirlos. En particular, invoco a las fuerzas divinas para encontrar las palabras justas, los movimientos corporales adecuados y una voz acompasada. Con micrófono en mano, cada una de nosotras se presenta con libros y bailes nacidos del alma. Las expresiones verbales nos reciben al unísono en cascadas cantarinas, creando conexiones risueñas en los rostros expectantes. Experimentamos silencios iluminadores y nos lanzamos al agua inocente y curiosa de la literatura.

Centrar la atención, fomentar la participación y responder sus preguntas es todo un desafío. Los más pequeños se sientan adelante, mientras que los más grandes están atrás. Para que nos puedan escuchar, hacemos maromas intentando no hacer retumbar el micrófono. Estamos atentas, con maestras contentas y fotógrafos pendientes. Fluyen palabras prestas al canto de la madre naturaleza, conectando los elementos visibles e invisibles: aire, tierra, fuego, tormenta, volcanes, animales, lluvias y océanos.

Trato de ubicar el pedacito de tierra costarricense en sus mentes, atrayendo memorias de Costa Rica en el inmenso azul con cielos de algodones. Leo el poema Pachamama y todavía disfruto los aplausos, las voces y los gestos. Las ganas de bajar del escenario para interactuar son fuertes desde el principio. Ya con el contacto cara a cara, comparto un sentir, un sabor de infancia a chocolates, manitas y ojitos melosos y sonrientes. Me siento como una "abuelita encantada" al ser tocada por la magia del momento. Los recuerdos se entrecruzan en el tiempo: lecturas, recitales y talleres en las escuelas de Monagas, Caracas y Lima.

Agradezco de corazón la invitación al evento Poetas y Medio Ambiente. Poder sentir la retroalimentación presencial es como un fraseo de jazz. Mis compañeras poetas, Marianella y Luissiana, combinan sus memorias de manera artera. Luissiana muestra sus habilidades para sacar algo nuevo bajo la manga.

Creo que la poesía "cura todo", nos sana. En esta vida literaria y artística en Venezuela, con la creación del proyecto Espacios no Convencionales, pude recrear el amor sostenido en las potencialidades del individuo. A pesar de la falta de recintos sensibles en mi largo peregrinar, el arte yace en cada ser humano. Recuerdo con cariño festivales, documentales, ensayos, montajes, curadurías, teatro, danza y películas inolvidables. En los caños indígenas, navegamos en canoas con los waraos y compartimos libros.

En las montañas del Perú, en el pueblo chaima, probamos comidas de algas y caracoles. También estuve presente en geriátricos y cárceles, en hogares de niños y hospitales psiquiátricos, haciendo promociones de cine y video.

En Costa Rica, vivencio las acciones coordinadas por la poeta Luissiana Naranjo Abarca, quien posee una admirable capacidad múltiple y un desprendimiento notable.

Comprendamos que todos vivimos en una sola "casa común", y las bacterias y virus seguirán mutando. La negligencia de entes gubernamentales y organismos internacionales, informados por científicos y ambientalistas sobre el calentamiento global desde los años sesenta, ha tenido consecuencias devastadoras. Hoy, los efectos son casi irreversibles.

A pesar de ello, persiste la falta de conciencia ecológica y un negacionismo casi patológico. Preferimos un estilo de vida desechable, sin considerar las consecuencias climáticas ni asociar la carencia obvia del vital líquido con la muerte de los ríos. Las microfibras de plástico se adhieren a los tejidos de animales acuáticos y nos alimentamos con ceviches contaminados de nanoplásticos. La indiferencia ante el derretimiento de glaciares y la extracción de minerales es alarmante.

En el proceso de socialización, las escuelas deberían reforzar la conciencia ecológica. Sin embargo, esta carece de fundamento en los hogares. Es sorprendente que muchos niños no sepan de dónde vienen los pollitos. La educación ambiental no recibe la importancia que merece, y los medios globales a menudo generan zozobra con imágenes dantescas.

Concienciar es un deber moral y ético para cuidar nuestra casa común. Respirar un ambiente sin tóxicos, preservantes ni transgénicos es un derecho humano. Declarar la emergencia ambiental es crucial. Resulta extraño que, a pesar de la parafernalia en torno al brote de covid, no se tomen medidas urgentes frente a la crisis ambiental y el cambio climático. ¿Será más importante el consumismo? El planeta arde y se inunda por los cuatro costados. Ante eso, ¿qué hacés vos?

 

Rosa Anca


Noticias Relacionadas