Retina | Odiar en paz

18/06/2024.- La técnica para que alguien pueda sentirse bien mientras mata es realmente sencilla: tiene que actuar convencido de que está realizando un acto justo.

El truco es muy potente y vale igual tanto para cometer un asesinato individual como para un genocidio.

Hacer que el homicidio parezca inscrito en un acto de justicia se logra atizando odios que tienen sus bases en una visión religiosa, entendiendo el término religioso en una acepción en la que las ideas que se sustentan aparecen como las únicas que son morales y que no requieren demostración. Por ello, tampoco se procura una verificación en términos prácticos.

Sobre esta base, el tema puede ser económico, político o religioso. El adversario está fuera de cualquier valor moral. Su existencia es inmoral y peligrosa. Su eliminación es justa y garantiza mejores condiciones de vida.

Esta dinámica podemos rastrearla con muchos ejemplos a través de la historia de la humanidad. En todos los casos, lo que más aterra es la convicción que tienen los responsables del genocidio de que están haciendo el bien.

En 2002, recibí un correo de un muchacho que vivía alquilado en la casa de mi mamá, donde era tratado como uno más de la familia. El estudiante de la Universidad de los Andes (ULA), después de preguntarme si no me daba vergüenza ser chavista por un salario, me informaba que había que asesinar a todos los chavistas, que había que "acabar con esa plaga".

Una vez que superé el impacto de esta agresión inesperada, le respondí que cuando empezara la cacería, tuviera el cuidado de matar a mi mamá, a mis hermanos, hermanas, sobrinas y sobrinos sin someterlos a tortura.

Por supuesto que me respondió que jamás había tenido en mente asesinar a mi familia. Parece que soñaba con que se podrían asesinar a todos los chavistas sin incluir en la degollina a los chavistas que él quería.

Lamentablemente, la violencia no se comporta así. No tiene una racionalidad que permita administrarse por sí misma y actuar con elementos de justicia.

Hemos sufrido varios períodos de esta violencia irracional que ha llegado incluso a producir enfrentamientos entre los propios actores de la violencia. Lo vimos en 2004, cuando realizaron las primeras guarimbas en las urbanizaciones del este de Carcas. De nuevo, ocurrió en 2014 y en 2017. Siempre está precedida por una campaña de odio perpetrada por los personeros y las organizaciones más cercanas a los intereses del gobierno de Estados Unidos. Con toda seguridad, son campañas financiadas y asesoradas por las mafias que hacen política desde Miami.

A veces me gusta pensar que toda esa carga de violencia y odio que sueltan algunas personas de oposición es solo una impostura radical, que piensan que les queda bien para su uso en redes sociales, en ascensores y en panaderías. En épocas electorales, estas personas se sienten más estimuladas a odiar y a maltratar a quienes adversan sus posiciones.

Ojalá que se quede solo en eso, y que en las propias filas de la oposición crezca una reflexión que permitiera dejar sin influencia a los violentos. Ojalá entendieran que por la vía del exterminio solo se puede destruir, pero no construir un país mejor.

 

Freddy Fernández


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