Letra fría | ¿Quién dijo familia? 2

21/06/2024.- Cuando mi cuñado Pedro Barazarte Alarcón me preguntó medio en serio, medio en joda: "¿Qué hace un camarada en el imperio?", tuve que explicarle sin éxito que se dañaron los dos aires acondicionado de mi cuarto y que el calor era muy peludo, tanto que para sobrevivir a aquel horno en las tardes en mi cuarto debía bañarme conco veces, cuestión que le agradecía al destino porque me encanta bañarme…

—¡Pero esa no es excusa, cuñado, con lo que gastó en el viaje, con la mitad se compraba dos aires buenos y ya estaba, hasta te quedaban cobres!…

—Sí, cuñado, pero esos aires no traen la felicidad que me produce volver a estar con mi familia y, sobre todo , con mi nieta Isabella que pronto estaré en su quinto cumpleaños… 

Antes que muchos y muchas digan: ¡Ay si, cualquiera cae, ¡el familiero Humberto, vengan ‘pa’ que lo vean!... ¡pues muéranse que si!... por más fama que tenga de desmadrado, parrandero y jugador, o como le dije a Vanessa Davies en una entrevista que yo fui un delincuente sentimental, ya venido a menos porque me he convertido en un solitario refugiado en mi apartamento de la Libertador, escribiendo una novela que seguramente tampoco servirá para un carajo, bebiendo ron por las tardes después de una cena temprana, escribiendo y fumando en mi caluroso cuarto, debo confesar que soy feliz.

Tal vez me ayude que cuando me tocó ser conductor de familia, me encantó y lo disfruté, mis hijos crecieron divinamente y la vida en pareja fue grata por 30 años, y aun cuando hará unos 20 separados, el matrimonio sigue ahí porque nunca nos divorciamos. De esos tiempos me encantaba hacer mercado, y todavía, aunque Dilcia tenía que hacer otro para la limpieza porque yo compraba pura comida y chucherías. A mi nieto Carlos Gabriel le encantaba el pan de canela del Cada del CCCT y a Stephanie, los profiteroles y una rosca maravillosa de la panadería Río de Oro de Cumbres de Curumo, que recordaba mi hija Ligeia en estos días. Hace más de diez años, creo que en mi primera visita aquí en casa de ellos en el Norte, me abrieron la nevera llena de quesos Brie y Camembert, parmesanos, pecorinos, jamones varios, tender, serrano y ahumados, mostazas de Dijon, y cuantas exquisiteces se pudiera imaginar, y cuando pregunté, me dijeron que eso era lo que yo les compraba en Caracas. ¡Madre de atracón me di!...

Tarde descubro que solo fui un padre proveedor, como le decía mi hija en estos días que seguramente heredé de mi padre la creencia de pensar que ser buen padre era mantener la nevera llena de exquisiteces y educarlos en los mejores colegios, al menos en un 50% pienso hoy para aliviar las culpas, el resto era enviarlos de vacaciones a Maracaibo con sus abuelas, ¡los recuerdos de Ligeia con mi madre Ana Lucía comprando en el mercado de Las Pulgas, ¡son poemas!; las visitas dominicales a los museos, recuerdo que en una expo de Joan Miró, Ligeia o Marcel decía que esos garabatos los hacían ellos en la escuela; cargarlos en chuco, léase en hombros como sacan de las plazas a los toreros triunfantes, en el teatro de calle de aquel festival internacional, las sesiones de fotografía en la hacienda, con los niños y las máscaras que él y La Nena pintaban, y tantos recuerdos de playas, ríos, parques, montañas y todas aquellas bondades de la vida familiar… ¡Y también las severidades! ¡De aquí de esta casa no sale nadie a la calle sin bañarse! ¡Qué horror! Hoy anida un sentimiento de culpa en mi alma, cuando mi hija me confiesa que ¡odiaba bañarse con agua fría a las 5 de la mañana!

Sigo con la duda de cuánta razón tendría la sociedad liliputense, que por cierto juraba haberlo leído en las cartas de Max Brod a su amigo Franz Kafka y hoy veo: “En dos cartas dirigidas a su hermana, en el otoño de 1921, opinando sobre la educación de su sobrino de 10 años e inspirado en sus lecturas de Los viajes de Gulliver, de Swift”. El tema es que dudo al ver la divina formación de mi nieta de 5 casi, cuando un sábado le dice al padre: “Llama a tus amigos, haces una parrilla y armamos una rumbita” o cuando, aproximándonos a la lancha, refiriéndose a un reguetón que nombra una cerveza portorriqueña Medalla le dijo que le pusiera Calma de con Pedro Capó y para mi agradable sorpresa decía: "¡Vamos pa la playa, abre la medalla!... como un himno de llegada al mar". ¡Qué tal!

Humberto Márquez 


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